Cuando le nombraron ministro de Cultura hace año y medio, la tropa periodística se puso a indagar en sus redes sociales y sacó en claro fueron dos cosas: que no tenía ni idea de fútbol, cosa por lo visto imperdonable, y que el calor le ... aplatana. Pero Máximo Huerta es mucho que eso. No tiene nada de indolente y es un hombre de contrastes. Le fascina Cézanne, Patrick Modiano, la zarzuela y el lomo de orza. Es un animal televisivo que apenas ve la tele y que no tiene la más mínima idea de cómo resintonizar los canales ante el segundo apagón de la TDT. Para mayor desconcierto, es creyente. «He asistido a más misas que nadie en este mundo. Si las juntara todas, tendría para tres vidas».
Lunes
7.00 horas. He dormido mis ocho horas y pico, y ese pico es muy importante. Saco a pasear a mi perra Leo. Últimamente encuentro mucha mierda por la calle. Luchamos por que el planeta sea limpio, por que las empresas no contaminen, pero las papeleras y contenedores rebosan de basura, las paredes están repletas de rayajos –ahora lo llaman grafitis– y el suelo sembrado de colillas. Y para colmo el patinete amanece aparcado en medio de la acera.
8.45 horas. Cojo el coche para ir a TVE, camino de Prado del Rey. Quizá porque mi padre era camionero, conducir para mí es relajante. De pequeño me ponía en la camita que había detrás de la cabina del camión y me dormía.
17.00 horas. Después de una minisiesta, enseguida me pongo a escribir. Ahora estoy trabajando con las galeradas de mi última novela, 'Con el amor bastaba', que saldrá a finales de marzo. Cierro capítulos y corrijo hasta la hora en que el cuerpo me pide un vino. Como siempre, la periodista y escritora Marta Fernández, mi amiga, pero también mi correctora, editora y mucho más, se ha leído el libro.
22.00 horas. Llamo a mamá. Hablo con mi madre todo el rato. Seguramente es el acto de mi agenda que más se repite a lo largo de la semana. Charlamos cada día por la mañana, antes de entrar al programa, a su término, por la tarde y por la noche, poco antes de irme a dormir... Son intercambios muy breves. '¿Dónde vas?'. 'A hacer la compra', '¿Hace sol en la playa', 'Pues sí'. Cosas así.
Martes
8.00 horas. Tras pasear a Leo, a Doña Leo, así la llamo a veces para que no confundan su sexo, desayuno galletas y café con leche; solo un chorrito de café, el justo para manchar la leche. No soy de untar tostadas con aguacates ni tomate triturado ni otras vainas.
12.30 horas. Ya estamos en el plató para emitir en directo 'A partir de ahora', en La 1. Queda por delante una hora y media de televisión con invitados y tertulia. Es una franja complicada, en la que en hay mucha pelea televisiva. Mientras otras cadenas apuestan por la política, los 'realities' y el corazón, nosotros nos ocupamos de la vida. Todos los días, de lunes a viernes.
«Hablo con mi madre por teléfono todo el rato. Seguramente sea el acto de mi agenda que más se repite a la semana»
20.00 horas. He estado más de dos horas y medio escribiendo. Leo, a mis pies. Si continúo me estallará la cabeza.
23.00 horas. Me voy a dormir muy temprano. De hecho a las 10.30 ya se acerca para mí el pasaje directo a la cama.
Miércoles
12.30 horas. He convertido el plató en mi casa. He ido colocando aquí y allá cuadros míos, fotos de la perra, barcos de papel de mi colección, caracolas que he encontrado en la playa. Durante la tertulia procuro huir de las dos Españas.
15.00 horas. Cocino poco y mal. Vivo solo, pero me apaño bien. Hoy he comido en casa, pero no me importa bajar al bar y comer solo. Soy de buen comer y buen beber. Cuando voy a Utiel, mi pueblo, siempre me acerco al bar de mis primas y les digo: «ponedme todo lo que me gusta». Y me zampo tajadas de lomo de la orza y todo lo que me sienta mal. Ya me tomaré un Omeprazol. Me encanta recuperar los sabores de la cocina de mi abuela.
17.00 horas. Toca clase de acuarela en la escuela de arte Alda con Limón, en Malasaña, el que es mi barrio. Antes pintaba con óleo pero me he pasado a las acuarelas porque son perfectas para viajar. Provisto de una cajita más pequeña que una libreta, me siento y pinto donde sea. No necesito nada más. Cézanne es mi pintor favorito. Estando en Francia viajé hasta Aix-en-Provence para conocer su taller, que permanece tal como él lo dejó.
Jueves
8.00 horas. Pongo la cafetera italiana a calentar, aunque el café lo tengo muy racionado. Lo he sustituido por el té para que no se me dispare la hernia de hiato, además de que no me conviene con la diverticulitis que tengo.
17.00 horas. No me pierdo mi clase de francés. Es una hora y media de conversación de nivel avanzado en casa de un profesor particular. Cuando dejé el programa de Ana Rosa estuve viviendo en París dos años. La tele no me llenaba, me apetecía cambiar. Mi padre estaba enfermo de alzhéimer y debía estar con la familia. Iba con mucha frecuencia a la playa, a Altea, para acompañar a mis padres.
23.00 horas. Siempre tengo un frasco de aceite puro de lavanda en la mesita del dormitorio. Me ayuda a dormir. Supongo que esta querencia me viene de las procesiones de mi pueblo, donde echaban lavanda en el suelo.
Viernes
16.00 horas. Silencio. Adoro el silencio. Lo he heredado de mi madre. Pienso en ella. Me fastidia que haya perdido visión y movilidad. Me jode que no viva mi padre, que ya no esté mi abuela. Noto el paso del tiempo en los demás. Personalmente no me importa echar tripa ni peinar canas.
17.00 horas. Me voy a mi pueblo Me alojaré en mi casa de Buñol. Utiel huele a viñas, a espliego, lavanda, romero y olivos. Huele a tierra labrada. A pinos. Utiel es una infancia con olor a vino. Para comer, mi abuelo rebajaba el vino con agua. Tú, como los curas, me decía.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.