Ni siquiera cuando Diana Navarro subía al escenario, la gala de los Goya lograba quitarse la capa de solemnidad, sobriedad y elegancia que sobrevoló toda la ceremonia. No es algo negativo pero sí que resultó raro porque la artista salía a escena con Carlos ... Latre transmutado en Pepe Isbert. Estaban ahí para dar inicio al 'Año Berlanga' y homenajear al cineasta y mientras Latre se deshacía en halagos hacia el valenciano -«tu creaste la Academia de Cine y sin ella no habría estos premios. Fuiste referente sin querer serlo», llegó a decir-, la cantante se arrancaba con los primeros versos de 'Coplilla de las divisas', primero al piano, de forma delicada, después con la explosión de júbilo con la irrupción de la Orquesta Sinfónica de Málaga y el grandioso 'Americanos, os recibímos con alegría', que tantas alegrías dio a los espectadores en 'Bienvenido Mr. Marshall'. Fue extraño, porque aunque el tema invitava a lo festivo, la losa de la solemnidad seguía ahí. Eso sí, no hay que olvidar que todo se desarrolló ante un teatro vacío.
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Y eso que la puesta en escena fue, en todo momento, soberbia. Las pantallas cumplieron a la perfección su cometido, pero la elección de las canciones dejó algo que desear. Nathy Peluso abrió el turno de actuaciones con 'La violetera', la canción del maestro José Padilla con letra de Eduardo Montesinos. Raquel Meller la popularizó en Argentina, de donde es originaria Peluso. Posteriormente, Sara Montiel regalaría otra versión para la película homónima. No emocionó ni hechizó, quizá por la excesiva afectación en cada uno de sus versos. Más removió, sin duda, la interpretación de Vanesa Martín, que puso voz al 'In Memorian', el momento en que se recuerda a los profesionales del cine desaparecidos en el último año. Martín cantó 'Una nube blanca', la pieza de Lluís Llach con letra de Ana Belén, mientras el escenario se llenaba de bellos árboles digitales. Verso a verso desfilaban las imágenes de los fallecidos este año. Ahí estaban Juan Marsé, Elisenda Ribas, Luis Eduardo Aute, Gerardo Vera, Juan Carlos Tabío o Enrique San Francisco. Faltó Rosa María Sardá, que había pedido expresamente no aparecer.
Sin duda, la de Aitana fue la actuación más interesante de la noche. Con un toque muy jazzie, como de musical hollywoodiense, interpretó 'Happy Days Are Here Again', la canción de Barbra Streisand, clavó, rozando la perfección, el sostenido final y trajo algo de luminosidad a una noche demasiado solemne.
Curiosamente, quizá la actuación escénica que más deslumbró fue la del ballet de la Escuela Superior de Artes Escénicas de Málaga, que con palmas, taconeos y abanicos rojos arropó la entrada de Ángela Molina, merecedora del Goya de Honor. La imagen, en comunión con la de los 166 nominados que aplaudían desde sus casas en las pantallas del escenario, fue mágica.
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