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Beatriz Juez
París
Martes, 17 de agosto 2021, 00:13
Dos museos, dos artistas y una sola exposición. El Museo Picasso y el Museo Rodin de París se han unido por primera vez para ofrecer hasta el 2 de enero una relectura cruzada de las obras de Auguste Rodin (1840-1917) y de Pablo Picasso ( ... 1881-1973). 'Picasso-Rodin', una exposición a caballo entre estos dos museos de París, muestra no sólo el periodo rodiniano de Picasso, sino que pone a dialogar las obras de dos creadores que revolucionaron el mundo del arte e inventaron un nuevo modo de representación, expresionista en el caso de Rodin y cubista en el de Picasso.
John Richardson, biógrafo de Picasso, habla de un posible encuentro fugaz de los dos artistas en 1906 por intermediación de su amigo Ignacio Zuloaga, pero no hay pruebas de que esa cita tuviera lugar. Lo más probable es que Picasso y Rodin, de generaciones diferentes, no se conocieran personalmente. Pero, sin duda, el artista malagueño, por aquel entonces un joven pintor recién llegado a París, visitó la retrospectiva del escultor francés en el Pabellón del Alma, que se organizó de forma paralela a la Exposición Universal de 1900. Picasso tenía 36 años cuando murió Rodin.
Más de 500 pinturas, esculturas, cerámicas, documentos y fotografías, la inmensa mayoría procedentes de las colecciones de los dos museos, permiten al visitante asistir a este diálogo inédito entre Rodin y Picasso. Un encuentro artístico, más que real. Virginie Perdrisot y Véronique Mattiussi, comisarias de la exposición, explican que «no se trata de mostrar lo que Picasso ha tomado prestado de Rodin, sino más bien de examinar las convergencias significativas que aparecen entre la obra de Rodin y varios periodos de la producción de Picasso». Tampoco han querido mostrar por un lado a un Picasso pintor y por otro a un Rodin escultor, sino «el carácter multidisciplinar de los dos artistas», añade Perdrisot.
El Museo Rodin aborda en su recorrido la crisis de la representación a principios del siglo XX y el punto de inflexión que supuso en el mundo del arte la obra de estos dos creadores, mientras que el Museo Picasso se centra más en sus procesos creativos.
Cuando Picasso llega a París en 1900, Rodin es un escultor consagrado y un referente para el pintor español. El historiador de arte Werner Spies, especialista en la obra escultórica de Picasso, habla de un periodo rodiniano del malagueño, cuyas primeras esculturas se aproximan a las obras del creador parisino. Así su primera escultura conocida, 'Mujer sentada' (1902), recuerda a la serie de 'Las Mujeres en cuclillas' de Rodin.
El visitante asiste a un diálogo entre los dos artistas. La postura de 'La gran bañista con libro' (1937) de Picasso recuerda a la de 'El pensador' (1882) de Rodin, que se puede ver en el magnífico jardín del museo parisino del artista. Ambas obras también aparecen expuestas en la escalera del Museo Picasso, lo que permite compararlas. 'La puerta del Infierno' (1890-1917) de Rodin, también exhibida en el jardín de su museo, conversa con el 'Guernica' (1937) del pintor español gracias al tapiz de Jacqueline de la Baume que replica la obra de Picasso. «En el Infierno de Rodin, como en el bombardeo de la ciudad de Gernika de Picasso, terror y crueldad invaden la visión. Algunas fuentes son comunes. El vocabulario es carnal: se ven cuerpos atrapados en las llamas, caras con expresiones de espanto, figuras que se tambalean, abrazos lúgubres. El tema común de las mujeres que lloran forma como un leitmotiv», se explica en la exposición.
El cuadro de 'El beso' (1969) de Picasso, con el plano corto de una pareja que se besa con intensidad, dialoga con la sensual escultura, de corte más clásico, de 'El beso' (1888-1889) de Rodin. A lo largo de la exposición, el visitante también descubre algunas de las obsesiones comunes de Rodin y Picasso. Por ejemplo, el movimiento, el cuerpo y la mujer. Ambos reinventaron la escultura dando una gran importancia al punto de vista del espectador y realizaron obras en serie.
El Museo Picasso destaca en su recorrido cómo para los dos artistas sus estudios, el de Rodin en Meudon y el de Picasso en Boisgeloup, eran espacios privilegiados de experimentación, una especie de laboratorios de formas y materiales. También pone de relieve el gusto de los dos por el 'non finito', es decir, por dejar las obras inacabadas de forma voluntaria. «¿Terminar una obra? ¿Terminar un cuadro? ¡Qué tontería! Terminar quiere decir acabar con un objeto, matarlo, quitarle su alma», dijo Picasso en una ocasión. «¿Y las catedrales, ¿se acaban?», preguntó Rodin.
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