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Todos lo hemos visto. El vídeo ha corrido como la espuma de esa cerveza fresquita que anhelamos tomarnos en una terraza sin el temor de que ese virus que a muchos se les ha olvidado que sigue haciendo estragos nos contagie.
Un concierto en el ... que las medidas de distancia física son prácticamente inexistentes -cuestión de ángulos, pero ni el primer vídeo ni sus respuestas muestran la verdadera realidad; lo que sí dejan claro es que la gente bailó y se movió-, igual que el uso de las mascarillas. Resulta curioso si se tiene en cuenta que una de las peticiones para evitar contagios es no chillar o hablar fuerte, muy propio para quitarte la mascarilla en un concierto.
Y como el refranero castellano es muy sabio, pagaremos justos por pecadores o, en su defecto, tomaremos la parte por el todo. Y el esfuerzo de muchos acabará en una papelera, junto a las mascarillas usadas (perdón; esto solo ocurrirá si quien la deseche es una persona responsable).
Efectivamente, hablo del vídeo del concierto de Taburete que tantas ampollas está levantando en redes sociales y medios de comunicación, en el que, además, a Willy Bárcenas, líder de la agrupación, se le escucha pedir «ni una puta mascarilla». Ahora se justifica alegando que era un reproche, algo difícil de entender cuando con un micrófono en las manos hubiera sido sencillo parar la actuación y hacer una petición al público.
Pero, como digo, no habría que tomar la parte por el todo. El mundo de la cultura está haciendo un esfuerzo terrible, como muchos otro sectores, por volver a trabajar. Y la gran mayoría lo está haciendo bien. No hay más que echar un vistazo al Palacio de la Isla o a los espectáculos teatrales en el Castillo.
La música en directo es diferente en esta 'nueva normalidad', o debe serlo. En Burgos ha llegado de la mano del festival 'Viva la Vida'. Con el público sentado por parejas, aforo extra reducido y mucha distancia de seguridad. Nada de bailar ni de quitarse las mascarillas; de eso se encarga el personal de seguridad, que no duda en acercarse a quien se atreve a hacerlo. De momento, así sucederá hasta septiembre, si el virus y los encargados de saltarse las normas no lo impiden, que será cuando acabe el festival.
Algo parecido ocurre en el Castillo de Burgos con las representaciones teatrales. Aforo de 100 personas distribuidas en asientos por parejas en unas sillas que se desinfectan a diario, nada de los actores recibiendo al público, salida al terminar de manera ordenada, por filas, y el uso de la mascarilla es obligatoria, así como el uso del gel hidroalcohólico al entrar en el recinto.
La cultura puede ser segura, una vía de escape en tiempos de angustia, y ejemplo de responsabilidad. La pena es que el ejemplo al que estamos dando altavoz es a Taburete, o a una plaza de toros llena en El Puerto de Santa María. La parte por el todo. Mientras tanto, la cultura trabaja sin descanso para ayudarnos a olvidar por un rato la realidad que vivimos. Hablemos mejor de otros cantantes.
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