Las diez noticias imprescindibles de Burgos este martes 21 de enero
LA SEMANA DE PALOMA SAN BASILIO

Paloma sin alas, ahora por tierra y por mar

La artista vive con un pie en su caserío del Baztán y el otro en su casa de Cádiz. Bañarse cada día en el Atlántico le reconcilia de los 10 meses de separación forzosa de su hija y sus nietos, afincados en Los Ángeles

Iciar Ochoa de Olano

Domingo, 13 de diciembre 2020, 00:30

Hubo un tiempo en que este país tenía en Paloma San Basilio a su Barbra Streisand, a su Evita y a su Victoria Grant, todas bajo la misma piel, la de una mujer del barrio madrileño de Chamberí que fantaseaba con el mar. Después de ... explorar todos los géneros de la música y de vender millones de discos por todo el mundo, ya no se separa de las olas, ni de la naturaleza mitológica del Baztán. Recién estrenados los 70, anhela la reunificación familiar y retomar en febrero, en Valencia, la gira de su último trabajo, 'Más cerca'.

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Lunes

8.30 horas. Me despierto y me quedo un rato en la cama leyendo las noticias en el Iphone. Vivo en una urbanización muy tranquila pegada al mar en El Puerto de Santa María. Desde mi ventana veo palmeras, buganvillas, jazmines, naranjos... Pinté la casa en color mandarina y en azules. Es un lugar cálido y agradable para refugiarse. Acabo de regresar de Elizondo, en Navarra, donde tengo un caserío del siglo XVI que restauré hace veinte años. Baztán es un sitio que no sabes que puede existir. En cuanto nos han dejado movernos, he ido para allí. 1.100 kilómetros, una burrada. Pero es lo que siempre he hecho, viajar.

10.00 horas. Prácticamente cada mañana voy a la playa. Me doy un buen paseo y me meto en el agua. Los baños de mar de invierno te levantan las endorfinas y te hacen sentir tan bien... ¡Y no hay nadie!

14.15 horas. Una amiga me ha invitado a comer a su casa. Somos tres. Comemos en una mesa enorme, una en cada punta. Nos hemos reído muchísimo, que es lo fundamental.

Martes

9.10 horas. El desayuno es mi comida favorita. Mis nueces, mi zumo de naranja, mis tostadas con un pan de pueblo delicioso... Es un momento mágico de paz.

10.00 horas. Me pongo a mirar las noticias y encuentro en un digital un coloquio muy interesante con científicos y virólogos sobre el virus y la vacuna. Me gusta estar bien informada. Mucha gente está asustada con todo lo que está pasando y con la idea de vacunarse. Yo no. El miedo es paralizante, una forma de enfermedad. Hay que ser responsable, prudente y consciente de la gravedad de lo que está ocurriendo, pero no vivirlo en pánico.

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16.00 horas. Me he comprado un Ipad grande porque todas las tardes conecto con Ivana, mi hija. Ella y mis dos nietos -Neo, de 22 años, que estudia ingeniería civil, y Alma, de 17, que aunque es muy artista seguramente seguirá los pasos de su madre, ingeniera de software- viven en Los Ángeles. Me vine de allí el 24 de febrero. En marzo tenía el primer concierto de la gira. Después cerraron las fronteras y todo se acabó.

19.10 horas. Enchufo el árbol de Navidad. Lo tengo puesto desde hace un mes. Dije 'voy a poner un poco de luz en mi vida'. Lo disfrutan los pocos amigos que entran y salen.

Miércoles

10.20 horas. Nado, buceo y, cuando entro en calor, salto las olas. Cualquiera que me vea... Tengo muchísimo de niña y no lo pienso abandonar. Es lo que me salva y lo que me ayuda a aprender y a asombrarme.

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12.00 horas. Me pongo a pintar. Lo que más me gusta es la abstracción. A veces uso materiales orgánicos para crear ambientes con relieves y textura, y con la técnica mixta de acrílicos y óleos, y hago veladuras, que permiten dar profundidad. La pintura es un viaje en el que te despojas de prejucios y de todo control intelectual.

18.00 horas. Pongo a los Platters y canto por encima, como hacía de pequeña con Los Cinco Latinos, Aretha Franklin o Dionne Warwick. Así aprendí a mover la voz y a improvisar. A veces me acuerdo de escenas de 'My fair lady', que era mi personaje favorito. Pero sin nostalgia. Siempre he estado en el presente y ese 'carpe diem' te permite no acumular egos, ni vanidades, ni manías. Mi paso por la facultad de Psicología me ha ayudado mucho a administrar los halagos, los éxitos, los fracasos; a tener la cabeza en su sitio y a mantener un diálogo interior permanente, que es importantísimo.

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Jueves

9.20 horas. Apenas me maquillo. Cuando ya no estás tan expuesta se te quita eso de que tienes que ser ideal. Y es comodísimo. No tengo fotos enormes mías a mi alrededor. Eso, el Grammy, los discos de oros, de platino, los trofeos, todo, está guardado en el garaje del caserío. Son maravillosos, pero no puedo vivir en un museo. Así que, en vez de retratos, tengo colgados un 'Esteban Vicente', mi pintor favorito, un 'Alberto Reguera', un 'Antonio Belmonte', buen amigo mío... Es más interesante alimentarse de cosas que hacen otros que retroalimentarme de mí misma. Esa endogamia sería vomitiva. Yo, el ego lo tengo a raya.

10.10 horas. Chequeo mi mail. He presentado a TVE española un proyecto gastronómico que se me ocurrió haciendo 'Como sapiens'. A ver qué pasa... Y en febrero debería retomarse la gira en Valencia... La precariedad en esta profesión se ha vuelto crónica. Nadie propone, nadie ayuda, nadie tiene en cuenta toda la gente que se ha quedado en la calle. Falta política y sobra espectáculo.

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12.00 horas. Salgo a pasear con mis dos perritas. 'Zahara', a la que encontré en la playa de esa localidad, y 'Nova', una ratonera bodeguera, una raza que, resulta, acaban de proclamar patrimonio cultural. Con lo pequeñita que es...

23.00 horas. Me voy a la cama a leer 'En defensa de la Ilustración', de Pinker. Muy recomendable. Te quita esa obsesión por los catastrofismos que tenemos.

Viernes

10.00 horas. Paso la mañana en Cádiz capital. Tan blanca y con esa luz tan especial que le da la refracción solar en las casas. Fue un emporio, y aún se respira la cultura del comercio de Indias. Una joya.

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15.00 horas. Me tomo un café con Ivana. En el Ipad, claro. La tecnología es una maravilla dentro de esta gran lección que nos está dando la pandemia para que empecemos a vivir de otra manera, sin tanta ansiedad, y para que disfrutemos de lo que cada uno de nosotros somos capaces de generar en nuestros pequeños mundos.

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