«No ser como los demás. Para eso ya están los demás». José María Sanz, Loquillo, ha defendido esta máxima en su vida y ahora la lleva hasta sus consecuencias finales en 'El último clásico' (Warner). El disco sale hoy a la venta y representa ... un juego de espejos donde eleva el rock y el pop español a nuevos estadios de ingeniería y luminosidad sin dejar de manejar sus códigos históricos. A la omnipresencia de la voz, las guitarras y la batería, suma metales, cuerdas y hasta un sitar, derrocha rock adhesivo, reverdece la leyenda de Johnny Cash y termina sumergido en el universo sonoro de la música disco, lo cual ya dice mucho de la búsqueda perpetua de emociones de este tipo de casi dos metros de altura que en un mes cumplirá 59 años y abre grietas en la roca con su garganta.
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–¿Es 'El último clásico' una denuncia de la puerilidad o se revindica como superviviente de una estirpe?
-Uno acaba en clásico cuando el personaje se convierte en referente, cuando sus canciones pasan a formar parte de la cultura popular y rompen la barreras generacionales. Frente a un mundo que se desmorona, pertenezco a una generación fin de 'siecle' que creció bajo el manto de una cultura global que unió a jóvenes de todo el planeta bajo un sonido y una cultura que sigue presente en nuestro día a día. La cultura rock. He visto pasar modos y modas, tengo claro que el éxito o el fracaso nunca son determinantes. Los artistas referenciales permanecen, las buenas canciones sobreviven a quien las compuso o cantó. El resto son fuegos artificiales y hay que saber navegar en un océano plagado de monstruos abisales.
La modernidad, ¿es correr siempre?
Eso era antes...ahora es mejor que no te cojan.
-Estéticamente, se le ve más noir' que nunca.
-Me han dibujado así. Los cines de arte y ensayo me descubrieron a los clásicos y luego el aprendizaje de la vida me ha llevado a construir el personaje definitivo. Una de las cosas más bonitas que me han dicho nunca es que soy lo más parecido a un personaje de Jean Pierre Melville.
-La elegancia ¿marca distancias?
-El glam fue mi punto de partida: Elvis, Bowie, los rockers, los teddy boys, el punk rock y el rockabilly. Lo singular es subversivo; no ser como los demás, para eso ya están los demás. Orgullo barrial frente a la estética y concepto 'looser'. Individual frente al colectivo. No pretendo salvar el mundo, solo quiero salvar el mío. Afortunadamente, ya existen compañeros de profesión dedicados a la ardua tarea de salvar el mundo y les agradezco de corazón su dedicación a la causa. Muchas gracias.
-En cuanto al disco, Josu García es uno de los grandes productores de este país, que consigue la máxima organicidad en los sonidos, y además cuenta en el estudio con Jordi Solé, un ingeniero con una potente experiencia tecnológica. ¿En ese equilibrio reside la perfección del sonido?
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-Josu García estaba llamado a sustituir a Jaime Stinus (el anterior productor de Loquillo) desde el primer día que llegó a la banda. Es un profesional que ha estado a la sombra de muchos de los éxitos de la música española más reciente, trabajos que firmaba otra persona. Le dije que esperase su momento hasta hoy. Han sido tres años de trabajo con dos proyectos diferentes: 'El último clásico' y 'Europa', el poemario de Julio Martínez Mesanza que verá la luz en 2021. Jordi Solé es el equilibrio perfecto para mí. Yo soy un toro a punto de salir a la plaza y eso necesita mucho amor (risas).
-¿Cómo fue la grabación?
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-Después de cantar el disco en varios días, decidí que no había dado lo mejor de mí. Me levanté a primera hora, me fui a correr y de vuelta volví a cantar todo el disco en una sola toma, en 45 minutos puse la voz en el mismo orden que aparece en la contraportada. Es mi método.
-'El último clásico' introduce cuerdas, vientos e incluso un sitar ('Gafas de sol'). ¿Una nueva vuelta de tuerca al género?
-Cuando trabajas con autores de distintos mundos y generaciones tienes que potenciar su esencia, gestionar la información y crear la dimensión adecuada. En 'Gafas de sol' Marc Ros (Sidonie) ha puesto música a un texto del escritor y poeta Carlos Zanón, dentro de la mejor tradición del pop sixties español, de los Salvajes a los Bravos. Soy muy consciente de que sigo la tradición del mejor pop y rock 'made in Spain'. Mi padre trabajaba con el hermano del cantante de los Sirex. Los dos eran estibadores. Los sencillos de los Sirex eran mi complemento musical preadolescente. Eso era lo que la canción necesitaba, punto. Yo a estas alturas me puedo permitir el lujo de hacer lo que me de la gana. Soy Loquillo y tú no.
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-George Harrison fue el pionero europeo en el uso del sitar a su vuelta de la India en 1965, aunque para entonces Ravi Shankar ya llevaba décadas tocándolo.
-Ver 'Help' en el cine Maryland de adolescente fue una experiencia iniciática de primer orden. 'Help' es uno de mis discos fetiche, el sitar ya estaba presente en el guión de la película, una auténtica obra de arte del pop.
-¿Cómo ha gestionado 'El último clásico'?
-La idea era reunir a los mejores en una obra vitalista frente a un mundo que se desvanece. El pop y el rock clásicos, como los hemos conocido, tienen ese don. Te levantan en el peor momento, te hacen sentir vivo y seguir adelante en la peor situación. Quería un disco como los que escuchaba de chaval: con luz, divertido y muy 'up'. Desde el sonido Jersey hasta la new wave, del country rock al sixties español. Sin complejos. Durante estos últimos años he paseado por todos los caminos que me han interesado, poco a poco las cosas se ponen en su sitio, el rompecabezas se va terminando.
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-»Sé que si me paro me revienta el corazón«, dice. ¿Una declaración de intenciones de que queda Loquillo para mucho tiempo?
-Esta es mi vida, me gusta mi trabajo. Puede parecer un tópico, pero me gusta que el público tenga lo mejor de mí, ser su banda sonora, que las canciones formen parte de su vida, hacerles feliz en lo posible. Así yo me siento en paz. Si me jubilo,me muero. Espero que el físico y mi ADN me den el tiempo que necesito, aunque nunca será el deseado para enfrentar todos los retos. Johnny Hallyday me lo dijo una vez cogiéndome la mano y mirándome a los ojos: «Siempre adelante, no tires la toalla por muy jodido que estés, el rock puede salvar tu alma«.
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-El disco rezuma optimismo musicalmente. in embargo, en la letras deja caer perlas ácidas tal y como «Hay demasiados dirigentes» y «no hay vida inteligente».
-Es marca de la casa. Aparece en 'El último clásico', un tema de Igor Paskual con el que ha llegado a su madurez como compositor. Me conoce lo suficiente, hemos vivido en el filo y nos hemos enfrentado a las peores situaciones. Recuerdo que rechacé sus primeras maquetas, fue un golpe duro pero no protestó ni agachó la cabeza. Le dije que trabajara duro y en pocos meses dio con el tema perfecto que merece el título del disco. Loquillo desde hace unos años ha dejado de ser un artista de rock. Es un concepto musical donde caben los mejores músicos y compositoress.
-De nuevo, vuelve a contar con más de media docena de compositores de diferentes procedencias y edades. Desde sus 'hermanos' Igor Paskual y Gabriel Sopeña, que le han acompañado durante gran parte de su carrera, hasta Santi Balmes, Leyva y Marc Ros.
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-Es un lujo buscado. Si sé hacer algo, lo mejoro. Si no lo sé, lo aprendo. Los sonidos son ideas; las imágenes, canciones; y la experiencia vital, guiones. Por eso quiero a los mejores, aprender de ellos. Unir talentos es una aventura apasionante que enriquece el espíritu y te hace mejor en todos los ámbitos
-No podemos olvidarnos del maestro de todos: Luis Alberto de Cuenca.
-'Los Buscadores' es un texto del poeta que surge de un rompecabezas de declaraciones sobre nuestra relación. Reuní lo más florido, hice un recorta y pega añadiendo algún detalle final. Es una declaración de principios de libro. Nuestros códigos compartidos, nuestros héroes eternos, todo el mundo del poeta y del que yo me alimento a diario. Luis Alberto de Cuenca, el promotor Gay Mercader y Jaime Fábregas, ya fallecido y miembro de los Hells Angels, son los personajes más influyentes en mi vida.
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-Por cierto, ¿qué les pareció el final de 'Vengadores: End of Game' a usted y a Luis Alberto de Cuencia, que son fanáticos del cómic?
-Prefiero los cómics de la editorial Vértice, hacían volar mi imaginación. Los filmes de la Marvel no consiguen lo mismo
-España también ha parecido acercarse a una suerte de 'End of Game' con la repetición electoral.
-Es una irresponsabilidad propia de la inmadurez de una clase política que no está a la altura. Les estamos pagando un aprendizaje del oficio de político mientras la sociedad exige soluciones frente al 'stand by' económico y presupuestario. Si tú o yo nos comportáramos en nuestro oficio del mismo modo, a ti te echarían del periódico y por mí nadie pagaría un ticket. Ellos y nosotros tenemos algo en común: vendemos esperanzas, ilusiones... La diferencia es que ellos nunca cumplen lo que dicen y nosotros, de vez en cuando, te alegramos la vida con una canción. Cuando los políticos se reconvierten en mediáticos o juegan a ser estrellas del rock, lo mejor que puedes hacer es no dárselas de político. Y tampoco visitar 'El hormiguero'. Y otra cosa, en los debates televisados antes de las elecciones, la cultura y la ciencia no han existido para ellos.
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-En 'Chanel, cocaína y Dom Perignom', su último libro de memorias, se centra en Barcelona, «la ciudad más cercana a Europa» en los 80. ¿Y ahora, cómo la definiría?
Barcelona no se merece esto. Crecí en la Barcelona de mitad de los setenta, una ciudad abierta, transgresora, influida por el movimiento libertario que era referencia más allá de nuestras fronteras. Cuando gays, lesbianas y feministas reivindican sus derechos, Ocaña se paseaba por las Ramblas y Mariscal dibujaba en 'El Rrollo enmascarado' (sic). Y aquí un amigo cantaba en un cabaret de las Ramblas que era visitado por la Sexta Flota y sus ladillas. Viví en primera persona la Barcelona preolímpica, mundana, cosmopolita y hedonista, de cuando ser barcelonés significaba ser ciudadano del mundo y hablar de patrias y banderas era cosa del pasado reciente. Ese es mi ADN. No ha cambiado.
-Lleva muchos años afincado en el País Vasco. Ha sido presidente de mesa electoral e incluso pregonero en la Fiesta de la Vendimia de La Rioja Alavesa. A este paso le veo aprendiendo a tocar el txistu...
-...o participar en un mitin del PNV de telonero de Aitor Esteban, del que no me pierdo ninguna intervención. Ee realmente brillante. ¿Será una señal? (risas).
-Habla en su último disco de volver a los básico. ¿Ya no queda le épica de Loquillo y los Trogloditas, Los Rebeldes, o Los Negativos?
-Para muchos la cultura rock pertenece al pasado, pero más viejo es el marxismo y ahí lo tienes.... Vivimos inmersos en la desinformación, ya lo dice Tommy Shelby: las mentiras viajan a mayor velocidad que la verdad, si no tienes 'fake news' no eres nadie. La prensa caníbal parece haber tomado el poder. Un artista de promoción debe saber que lo único que importa es el titular político. Su trabajo importa una mierda. De mí se han dicho barbaridades, periodistas a los que respetaba han cambiado titulares a su antojo. Hacer una entrevista es un deporte de riesgo. He visto mi cara en una diana el las calles de Barcelona, han utilizado un fotograma de la película de Helena Taberna donde interpretaba a un falangista y han hecho correr la voz de que yo estaba afiliado al partido. Han amenazado con quemar sedes sociales de mi club de fans... Que quieres que te cuente: ahora mismo no hay nadie a los mandos.
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-¿Cuándo va a empezar la gira?
-Iniciamos la gira al otro lado del 'charco', en abril arrancamos en Zaragoza y serán dos años intensos. Los ensayos empezarán en diciembre, al igual que la puesta a punto de mi equipo de producción que es el mismo que estuvo al frente de la gira del 40 aniversario. Vamos a mejorar en puesta en escena , el sonido acentuado en un rock más contundente y contemporáneo. Tenemos que sacar más partido a la banda, su versatilidad lo permite y los nuevos temas ayudan lo suyo. La mezcla de la experiencia y la juventud, entre lo clásico y lo moderno, es un reto que no me da ningún miedo. Después de tres años con un repertorio asentado será divertido jugar con cartas y baraja nueva.
-¿Y después de 'El último clásico'?
-El teatro. Me espera Julio Martínez Mesanza y recuperar el legado de mis discos de poesía contemporánea junto a Gabriel Sopeña. Hay que realizar proyectos más asequibles para poder costearte los retos más complicados. Yo no recibo subvenciones, no las quiero, para eso ya están los artista llamados comprometidos que saben cómo hacer pasillos y que dan lecciones sobre la libertad de expresión. Las subvenciones en cultura deben ir a infraestructuras y ayudas, en nuestro caso a compañías discográficas que apuesten por el nuevo talento, al circuito de salas tan desprotegidos o a las giras en otros países. Me ponen enfermo los artistas a los que tenemos que pagarles sus fracasos.
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