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SAMUEL REGUEIRA
Jueves, 21 de marzo 2019
En el debate en torno a los límites del humor cobra fuerza la postura de aquellos cómicos que, haciendo gala de su potencial para la risa, denuncian ya no poder bromear sobre nada por miedo a ofender. Se dicen esclavos de la corrección política, de ... la autocensura y de las nuevas sensibilidades hacia colectivos más o menos vulnerables que encuentran en estas palabras una nueva forma de violencia. Moncho Borrajo encuentra un lugar cómodo para su discurso enarbolando esta bandera, bajo la cual desarrolla su último espectáculo, 'Borrajo + Perdido', un 'show' de dos horas de duración que podrá verse en el Teatro Zorrilla este fin de semana en dos sesiones; el sábado a las 20:00 horas y el domingo a las 19:30.
–¿Por qué está Borrajo perdido?
–Porque desde que empecé hasta ahora he ido notando que tengo más censura. Cuando estaba Franco se podían contar chistes dándoles la vuelta, la gente lo entendía y al cómico no le pasaba nada. Ahora dime tú qué humor hay en la tele contra los políticos.
–Son varios los cómicos que se quejan de que «ahora no se puede bromear sobre nada».
–Es que vivimos una época… Si hoy Tony Leblanc hiciera de parapléjico le acusarían de estar ofendiendo. Nos come la autocensura. Es que haces un chiste de cojos y el que anda bien protesta mientras el cojo se ríe. La idea fundamental sobre la que descansa el espectáculo es que al principio haya una voz en 'off' que me prohíba hablar de todo: cojos, mudos, tartamudos, mujeres…
–¿También con los políticos?
–Hay menos política aquí que en '¡Madre mía, cómo está España!', en época electoral no me gusta manipular ni cargar las tintas: no me considero un 'influencer', que por otra parte es una profesión que tiene bastante coña. No, este espectáculo es más interactivo, como dicen ahora los modernos: les recibo como conserje del teatro en el patio de butacas y bromeo con ellos, así sé quién me responde, quién se escandaliza, quién es gracioso o se avergüenza y quién no quiere saber nada… También antes de empezar hay unas urnas donde la gente puede votar qué monólogos quieren que haga o si prefieren una improvisación, luego hay un momento en el que saco un diccionario pero pido a los de izquierdas que se tranquilicen, que no es de VOX…
–¿Urnas? ¿VOX? Pues todo eso suena a política…
–A lo que quiero llegar con 'Borrajo + Perdido' es que si al final no podemos bromear sobre nada terminaremos hablando sobre la mierda. Yo en el espectáculo dejo que suene un gong chino y me lamento de que nos están invadiendo. También hago chistes de homosexuales, y luego hay gente que me acusa de homófobo. Es para reírse.
–¿Defiende entonces que no haya límites en torno al humor?
–Defiendo la libertad de expresión, no la libertad de insulto. Yo en mis espectáculos jamás me he metido con gente con defectos físicos ni con ninguna religión: no comulgo con la ofensa por la ofensa ni el insulto por el insulto.
–Pueden parecer posturas contradictorias…
–Los que prohíben que se diga nada que ofenda a los políticos son los que más se insultan luego en el Congreso. ¡Si es más ofensivo Rufián que yo! Dan ganas de decirles que discutan las cosas serias, que luego nos trasladan a nosotros sus responsabilidades y los cómicos no estamos para eso. Pero tampoco debemos hacer reír con una violación o con el mundo católico y la pederastia. ¿Cómo hacer bromas con eso si a mí me metieron mano en el cine con catorce años?
–¿Entonces?
–Que yo siempre he visto preocupantes las posturas de quienes abogan por su libertad de meterse con todo pero no permiten a los demás que nos metamos con ellos. Al final la tendencia va a llevarnos a un punto peligroso, donde alguien exterior a nuestra sociedad marque las pautas. Algo parecido a un 'inquisidor cultural'. Que a la gente que le ofende que se diga 'queso de tetilla' o hagamos un chiste con 'todas las rubias son tontas' luego no les ofende que haya seis rumanas pidiendo bajo la catedral de Santiago, haga sol o llueva a cántaros. Eso no.
–¿Ve reñidas las reivindicaciones feministas con el humor?
–Vaya por delante que estoy muy cabreado con lo que les está pasando a las mujeres. Pero también hay un proceso con el feminismo que no acabo de entender: por un lado se toma a cachondeo y por otro se saca de contexto. Y de la mujer monologuista esperaba más, porque salvo raras excepciones…
–¿Qué sucede con ellas?
–Mira, el hombre normalmente va en línea recta, es más cabestro y ataca de forma más directa, y el humor de la mujer debe ser más punzante y sutil, conseguir que aun riéndose de él, el público masculino sepa reírse de sí mismo. Pero han caído en la trampa de repetir las formas de los hombres: su humor es vulgar y de trazo grueso, creen que si tienen gestos y vocabulario de los 'machos' son más libres. Además, la base fundamental del humor es reírse de uno mismo, y no hay nada que le cueste más a una mujer que reírse de sí misma, no le gusta exagerar sus defectos.
–Al final hablamos de todo menos del espectáculo…
–Lo fundamental es que la gente venga y que se ría, que tengo mucha fuerza, ingenio, y energía; y que se olviden de sus problemas y se los dejen en casa. Que para cuando vuelvan allí van a seguir, que nadie se los va a robar (risas).
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