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Ana Ranera
Gijón
Miércoles, 12 de junio 2024, 12:10
Hay fotografías que se quedan grabadas en la retina y que son imposibles de borrar, por mucho que los años pasen y que el mundo vaya cambiando ante nuestros ojos. Esas fotografías históricas permiten arrancar un pedazo del pasado, para guardarlo en el presente y, sobre todo, para seguir contemplándolo en el futuro, esquivando los golpes del olvido. Muchas de esas instantáneas memorables llevan en el reverso la firma de Magnum Photos, la agencia fotográfica más importante del mundo, la que ahora da un paso más y recibe el Premio Princesa de Asturias de la Concordia.
Este galardón completa el palmarés de este año y fija la vista en ese grupo de amantes de las instantáneas que, en 1947, decidió empezar a retratar el mundo, con todas sus injusticias y con toda su crudeza, para intentar que la sociedad tomara conciencia de la peor (y, en ocasiones, la mejor) cara de la realidad. Los pilares de Magnum en sus inicios fueron Robert Capa, Henri Cartier-Bresson, David Seymour y George Rodger y su unión surgió de manera casual en la terraza del Museo de Arte Moderno de Nueva York en unos tiempos inestables, justo después de la Segunda Guerra Mundial.
Para ellos, la fundación de esta agencia suponía empezar a entender la fotografía de una manera nueva, de una manera distinta. Querían ser profesionales independientes y no tener que doblegarse a las exigencias de ningún medio de comunicación. Les apetecía tener libertad para tratar cada tema y aportar una mirada propia, de autor, a los acontecimientos de los que eran testigos.
Pronto, se les fueron uniendo más profesionales, que retrataron también con su cámara momentos de la vida cotidiana, revoluciones sociales y conflictos bélicos que cambiaron el curso de la historia. Sus trabajos constituyen la memoria fotográfica del mundo moderno porque estuvieron, por ejemplo, escondidos detrás de la cámara durante la guerra civil española, siempre pegados a los hechos, captando los rostros ajados por el sufrimiento; las carreras por las calles de Bilbao, cuando sonaban las alarmas; y la muerte los milicianos en pleno campo de batalla.
Los fotógrafos de Magnum siempre estaban donde se encontraba la noticia y, por eso, también fueron testigos de la liberación de París en 1944; de la Primavera de Praga de 1968; del domingo sangriento que vivió Belfast en 1971 y de las revueltas en Egipto. Tampoco se perdieron las guerras de Israel y Palestina en los años ochenta ni se pierden tampoco los horrores que actualmente sacuden a la humanidad como la pobreza, los crímenes del narcotráfico, la discriminación y las protestas para que se acabe la guerra en Gaza, entre una lista interminable de situaciones que hacen que ellos sean una mirada veraz a un mundo revuelto.
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