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José Ovejero y Edurne Portela. R. C.
Vidas audaces a toda revolución

Vidas audaces a toda revolución

Edurne Portela y José Ovejero cuentan en una novela escrita a cuatro manos la odisea fabulosa de las gentes que siguieron a Trotsky

Jueves, 13 de marzo 2025, 01:02

Raymond Molinier fue un hombre consagrado a la revolución. Trotskista enemistado con Trotsky, todos sus afanes estuvieron subordinados al triunfo de la lucha de los trabajadores. Fue estafador, contrabandista, falsificador, inventor, taxista y extravagante empresario que llegó a montar un circo en Lisboa para sacar de Europa a sus camaradas perseguidos. Mitad aventurero, mitad insurrecto, la vida de Molinier vertebra la novela 'Una belleza terrible' (Galaxia Gutenberg), escrita a cuatro manos por Edurne Portela y José Ovejero. Los autores han acometido un intenso trabajo de documentación y escucha de testigos para llevar al papel la existencia de unos revolucionarios infatigables que se enfrentaron tanto a la Alemania nazi como al estalinismo, pasando por las dictaduras militares de América Latina.

«La mitad de la información que teníamos sobre Molinier era falsa, porque a su alrededor se montaron un sinfín de leyendas que hasta su propia familia daba por ciertas. Hemos leído cientos de cartas que se conservan en Harvard y que tuvieron la amabilidad de digitalizar para nosotros», asegura José Ovejero.

Una belleza terrible es una novela coral con múltiples voces y diferentes puntos de vista que trata de reconstruir la odisea de los hombres y mujeres que se confabularon para proteger a León Trotsky, asesinado en 1940 en un barrio de Coyoacán (México) por orden de Stalin.

El libro habla de gentes aguerridas que se pertrecharon con una coraza moral para sobrevivir. A fuerza de audacia, Raymond Molinier salió adelante apechugando con actuaciones temerarias que hoy resultan divertidas, aunque en su momento se jugó la vida. «Hizo una estafa en el hotel belga Metropol, donde engañó a un montón de personajes del mundo de los negocios para quedarse con sus pasaportes y dotar de identidades falsas a un buen número de perseguidos», asevera Edurne Portela.

Si Molinier es un gran desconocido, aún lo es más quien fue su esposa, Jeanne Martin des Pallières, mujer que nació en una familia de militares y aristócratas y que rompió con su linaje para convertirse en secretaria de Trotsky durante su exilio en Turquía. Su vinculación con el creador del Ejército Rojo se acrecentó cuando, deshecho el matrimonio, se casó con Lev Sedov, el hijo mayor del adalid de la revolución permanente. «En el libro se habla de otras mujeres que fueron mucho más que meras compañeras de los hombres de acción. Hablamos, por ejemplo, de Elisabeth Käsemann, detenida en un centro clandestino durante la dictadura militar argentina. La torturaron hasta matarla», evoca Portela.

Persecución sin cuartel

En un periodo de ochenta años que va desde el París de la Primera Guerra Mundial hasta los años 80 y que transita por la España de la Guerra Civil, la Argentina peronista y de las posteriores juntas militares, los protagonistas de 'Una belleza terrible', conjurados en torno al trotskismo, se enfrentaron a enemigos terribles. Abocados a una persecución sin cuartel, su fe en la justicia de su causa no flaqueó, una actitud que despierta admiración entre los dos autores, que lamentan estos tiempos de descreimiento y apatía.

Ante el desafío de recrear tiempos tan convulsos, la pareja de escritores ha tratado de hacer justicia a algunos de sus protagonistas, como Jeanne Martin, que arrastra una fama injusta de mujer histérica. Trotsky cargó con furia contra ella a raíz del asesinato de su hijo Lev en París. Después de que Ramón Mercader acabara con un piolet con la vida de Trotsky, su viuda, Natalia Sedova, fortaleció su amistad con la que fue su nuera. «Natalia y Jeanne siguieron muy unidas y, de hecho, la primera le dejó a la segunda en su testamento una parte de dinero», sostiene Edurne Portela, que entiende aquel gesto como una especie de justicia solidaria entre mujeres.

Para alumbrar este libro, Portela y Ovejero han rastreado cementerios y calles en pos de aquellos supervivientes errantes, al tiempo que han manejado cantidades copiosas de documentos. «Cuando dos personas escriben juntas un libro, a veces acuerdan una división muy racional del trabajo. Pero no es nuestro caso. Afrontamos la escritura como un descubrimiento», apunta Ovejero. «Muy pronto nos dimos cuenta de que funcionábamos muy bien juntos, de que la frontera entre los dos autores se iba diluyendo», argumenta.

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