Luis García Montero anda preocupado estos días por la salud de los trabajadores de los centros del Instituto Cervantes, que se reparten por 45 países. Algunas sedes, como la de Nueva Delhi, han dado albergue a españoles que se habían quedado atrás y carecían de ... billete de avión para regresar en plena pandemia. Lee y relee y nunca se sacia. García Montero detesta la cursilería y procura que se le entienda. No quiere que le pase lo que a Rubén Darío cuando escribió: «Que púberes canéforas te ofrenden el acanto», ante lo que Lorca exclamó: «Coño, lo único que he entendido es el 'que'».
Lunes
18.00 horas. Disfruto mucho encontrando un hueco para leer al lado de un whisky a media tarde. Para la comida soy muy tradicional. Una vez Rafael Alberti nos invitó a cenar en uno de los mejores restaurantes chinos de su barrio. Cuando llegó el camarero y me preguntó, le dije: «a mí póngame lo menos chino que tenga». Rafael se llevaba las manos a la cabeza, pero es que a mí lo que me gusta son las tortillas de patatas, los filetes y los huevos rotos. Eso sí, soy goloso, lo confieso. En el confinamiento debo tener mucho cuidado porque cuando me descuido me pongo a pensar en una onza de chocolate o en alguna galletita que haya en la despensa.
20.00 horas. Salimos a aplaudir todos los días a los trabajadores sanitarios. Participar en este tipo de actividades colectivas es importante. Yo salgo por una ventana y Almudena (Grandes), mi mujer, por otra y le digo: «¿Qué, hacemos empanadillas esta noche?». Nos gastamos bromas así. Me gustaría que una de las lecciones que aprendiéramos por el coronavirus fuera valorar la importancia de la sanidad pública.
21.00 horas. A veces necesito no mirar el Whatsapp familiar porque, aunque me llevo bastante bien con mi familia, ponen muchas barbaridades. Resulta que yo soy el raro de la familia. No es que sean de derechas, es que en ocasiones son de extremísima derecha. Mi padre fue militar, un coronel que dirigió los cuarteles de Loyola en San Sebastián. Somos seis hermanos. Uno de ellos es del PP y yo le definiría como conservador, pero después hay tres que son mucho más reaccionarios que él. Prefiero no entrar en discusiones porque sigo esa dinámica que consiguió mi padre de poder reunirnos y celebrar la Navidad juntos.
Martes
6.00 horas. Me despierto muy pronto y me paso hasta las ocho leyendo en la cama. Me levanto, me hago un zumo de naranja, unas tostadas con tomate, aceite y sal o un poco de mantequilla, y enciendo el televisor para ver las primeras noticias. Con el café con leche me tomo una pastillita contra la hipertensión y otra para la próstata, que la tengo más grande de lo conveniente. El año pasado me hicieron una biopsia. No es nada cancerígeno.
13.00 horas. Recuerdo a menudo un verso de Jaime Gil de Biedma: «A quien del mundo huye, raras veces la vida le perdona». Prefiero acordarme de los momentos gratos. He sido muy feliz en Granada y Madrid, tengo una relación muy especial con la bahía de Cádiz. En Rota tenemos una casita donde hemos pasado momentos memorables. Buenos Aires y Bogotá son fascinantes. Y guardo muy buenos recuerdos de Nueva York. A mediados de los ochenta viajé a la ciudad y me pareció una obra de arte del siglo XX. Una de las mayores experiencias estéticas que uno puede tener es ver atardecer en Manhattan desde el puente de Brooklyn.
21.30 horas. Si no salgo con amigos, no me gustan las cenas copiosas. Me tomo un vaso de leche y unas galletas. Si trasnocho, un whisky. Mi maestro Francisco Ayala, un granadino con muy mala follá, tenía la costumbre de tomarse una manzana y una copa de whisky para cenar. «Cuando me encuentro mal», decía, «prescindo de la manzana». Yo, si tengo que dejar algo, me olvido de las galletas.
«Soy el raro de la familia. No es que sean de derechas, es que en ocasiones son de extremísima derecha»
Miércoles
11.00 horas. Preparo el año de Galdós. Queremos que el escritor sea traducido a otras lenguas. De momento ya hemos firmado un convenio con la editorial francesa Gallimard. En otoño celebraremos un congreso junto al Ministerio de Cultura. Me gusta cómo Galdós ridiculiza a los poetas cursis y a esos que les da por el melodrama romántico. Debajo de una persona cursi siempre suele haber una mala persona o un estafador.
19.00 horas. Como decía Galeano, el fútbol es lo más importante de las cosas sin importancia. Pese a no haber competiciones, carezco del síndrome de abstinencia. Con todo, veo la reposición de algún partido de esos que llaman históricos, como el España-Malta de 1983. Me sorprende la diferencia entre los comentaristas deportivos de antes y los de ahora. Lo que se lleva en la actualidad es la polémica y la crispación, que prime el espectáculo.
Jueves
10.00 horas. Pronto se celebrará el Día del Libro y para festejarlo vamos a hacer una campaña a partir de un verso del último Premio Cervantes, Joan Margarit: «La libertad es una librería». Diferentes personalidades de la cultura grabarán un vídeo en su defensa.
17.00 horas. Escucho el 'Adiós a la vida' de la ópera 'Tosca', de Puccini, que siempre logra emocionarme. Algo que también consigue una canción que se ha puesto de moda, tanto que quizá pueda cansar. Hablo de 'Resistiré', del Dúo Dinámico, que se cantaba mucho en la parroquia de San Carlos Borromeo, en el barrio madrileño de Entrevías de Madrid, que lleva un cura amigo mío, Javier Baeza. Ha hecho una gran labor atendiendo a marginados.
Viernes
15.30 horas. Me gusta tumbarme a leer después de comer. Apoyo el libro en el pecho, se me cierran los ojos y duermo 10 o 15 minutos.
22.30 horas. Ponemos alguna serie de televisión, casi siempre policiaca, cosa que normalmente nunca hago. Ahora me apetece ver dramones amorosos blandengues y comedias románticas. Estoy tentado de volver a ver 'Sonrisas y lágrimas'.