Jo Nesbo (Oslo, 62 años) parece más un musculado atleta que un escritor. No en vano es un fajado escalador, fue futbolista, cantante, compositor y agente de bolsa antes de convertirse en uno de los indiscutibles reyes de la novela negra contemporánea. Creador del policía ... Harry Hole, ha vendido más de 50 millones de ejemplares de sus novelas en 50 idiomas. Pero no ha leído a fondo al padre de la novela, Miguel de Cervantes. «El 'Quijote' es un libro bastante tocho, solo lo he leído parcialmente», confesó risueño al presentar al lector español 'El hombre celoso' (Reservoir Books). Es su primera colección de relatos, una docena de micronovelas que pivotan entre dos «asuntos» principales: el poder y los celos.
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¿Son más poderosos los celos o el ansia de poder como móvil de un asesinato?, le preguntamos. «Son dos caras de la misma moneda y se mezclan. Hay emociones humanas en los proceso políticos», responde el escritor noruego. «Las ambiciones personales están conectadas con la competición y la competición está conectada con la envidia», sostiene.
En sus relatos explora Nesbo la maldad que anida en la mentes «retorcidas, maquiavélicas y manipuladoras» y «su infinita capacidad para dañar al prójimo e intentar engañar al mundo para salir impune». Un patrón en el que acaso encaje Vladímir Putin, capaz de desencadenar una terrible guerra que siembra la destrucción el odio y la muerte.
«Estudié historia económica y nos enseñaron que todos los conflictos históricos parten de un interés económico. Pero cuando analizas la historia puedes ver egos personales que producen guerras», explica. «Si pensamos en Rusia, es obvio que hay individuos que necesitan una un pretexto, un apoyo de la población para justificar lo que están haciendo, y desde luego Putin lo tiene», asegura el autor de 'El muñeco de nieve' o 'Sol de sangre'.
«Putin ha tenido más apoyo en su país que cualquier otro líder en el mundo, su enorme popularidad le permite justificar la invasión de Ucrania. «Quizá se ha subestimado su ambición. Putin espera dejar una marca en la historia y tiene una agenda para lograrlo, como la tuvo Trump y la tienen Bolsonaro, Orban o Erdogan», agrega el escritor aludiendo a los mandatarios populistas de Estados Unidos, Brasil Hungría o Turquía.
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La invasión de Ucrania no le sorprendió. Cuenta Nesbo que ya en 2014 imaginó una invasión rusa de Noruega en la serie 'Ocupado'. «Cuando se pasó por la tele, el embajador ruso se indignó y se lo tomó como un insulto. Dijo que Noruega no debía sentirse amenazada, pero a los pocos meses invadieron Crimea», señala.
Sabe Nesbo que la democracia es el pilar de nuestras confortables sociedades, pero advierte de su fragilidad. «Es mucho más débil de lo que suponemos. Lo vimos en Yugoslavia y lo estamos viendo con Ucrania. Nos gusta pensar que la democracia es más sólida y en realidad es una simple capa fina sobre la sociedad y la civilización que es necesario consolidar día a día. No hay que tomarlo como algo dado y consolidado» recalcó. «Hemos vivido en una época en la que el Estado de derecho parecía garantizado, cuando lo normal en la historia son los conflictos y las guerras», apunta.
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«Mi madre decía que los relatos cortos son un arte mientras que una novela la puede hacer cualquiera», contó Nesbo para aclarar que no se atrevió a escribirlos hasta que ella murió. «Era una bibliotecaria y muy leída, pero no me atrevía a darle a leer mis novelas», aunque finalmente contó con su aprobación, «eso sí, nada entusiasta».
Por sus cuentos desfilan personajes como un detective experto en celos que investiga a un hombre sospechoso de asesinar a su hermano, un padre que se plantea el lugar de la venganza en un país que ha sucumbido a los instintos más bajos, o dos amigos que se enamoran de la misma chica en los sanfermines de Pamplona.
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«En los relatos no hay posibilidad de introducir muchos diálogos o formas sutiles de explicar a los personajes, como se puede hacer en las novelas. Si eres un buen pintor como Picasso, puedes hacer maravillas con dos trazo para representar un personaje, pero es muy difícil, concluye Nesbo, que no aspira a escribir «algo que pueda cambiar el mundo», pero sí «que puede ser parte de las expresiones culturales que intentan impulsarlo e en una dirección».
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