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Miguel lorenci
Madrid
Sábado, 1 de febrero 2020, 07:59
Durante las últimas cinco décadas Mary Higgins Clark se mantuvo fiel a su cita anual con el lector. Cada mes de abril publicaba un nuevo título y se aferraba con más fuerza al cetro de la reina del suspense que ha mantenido hasta su ... muerte en Naples (Florida) a los 92 años, «rodeada de familiares y amigos», según confirmaron sus editores, Simon & Schuster. No había quien tosiera a la indiscutible soberana de la intriga, con más de 100 millones de libros vendidos solo en su país. En España llegó a las 50.000 copias por título.
Autora de casi 60 libros de intriga que sus lectores devoran en trenes, aviones y aeropuertos, de biografías, memorias y libros infantiles, no todo fue un camino de rosas. Telefonista de hotel, mecanógrafa, azafata, secretaria, periodista, publicista, guionista y locutora, vio rechazada hasta cuarenta veces su primera colección de cuentos. «Sus historias son ligeras, sencillas y muy superficiales, me dijeron. Aún guardo la carta» se carcajeaba. Probó a novelar la vida de George Washington y tampoco funcionó, aunque aquel libro fuera luego un 'best-seller'.
Nacida en Nueva York el 24 de diciembre de 1927, hija de modestos emigrantes irlandeses del Bronx, Mary Theresa Eleanor Higgins Clark disfrutaba de mansiones en los rincones más selectos de Manhattan, Nueva Jersey, Spring Lake y Cape Cod, la mayor concentración de multimillonarios del país. Desde su humilde origen, construyó una sólida industria cuyo mejor activo era su talento y con mareantes cuentas de resultados.
Huérfana de padre con diez años y temprana viuda con cinco hijos, se hizo a sí misma trabajando duro desde los 15 años en un puñado de oficios antes de tener claro que sabía y quería y escribir. Publicó a los 41 años 'Aspire to the Heaven' y fue un fracaso. Todo cambió con '¿Dónde están los niños?, publicado en 1975 y un éxito instantáneo que lleva 75 ediciones. Como 'Un extraño acecha', el libro que la hizo millonaria. No paró de fabricar novelas, a razón de una por año. Crió entretanto a sus prole, –con una hija jueza, otra actriz y otra escritora-, se licenció 'cum laude' en filosofía a los 50 años y en 1996 se casó con el influyente empresario John Conheeney.
En sus primeros años de escritora se levantaba a las cinco de la mañana para escribir sobre la tabla de planchar antes del desayuno familiar. Con el triunfo, disfrutaba del tiempo que pasaba con sus muchos nietos y bisnietos. «Si eres un escritor profesional no basta con el talento y el deseo. Te mueve la compulsión de escribir. No te abandona nunca. Hoy sigue en mí. Cada mes de abril publico un libro. Cuando se aproxima la entrega aún me puedo levantar a las tres de la mañana para corregir», explicaba en un entrevista con COLPISA.
El cine y la televisión recurrieron a sus libros, pero nunca escribía pensando en la pantalla «Si lo hiciera, no serían novelas. Sería otra cosa. Habría por ejemplo que tratar en otro plano la violencia, y no me apetece». «Adoro el cine y el teatro, pensé en convertirme en actriz y tomé cursos de arte dramático, pero en el fondo estoy muy contenta de haber tomado el camino que tomé», contaba Higgins, que publicó su último libro en su país en noviembre pasado.
Prueba de su incansable actividad fue su alianza, pasados ya los 80 años, con su hija Carol, la escritora, para una serie de novelas en las que mezclaban los protagonistas de sus sagas y que comenzó con 'Tres días antes de Navidad' (2000). En sus memorias, 'Entre ayer y mañana' (2003), aseguraba Higgins que escribiría hasta su muerte porque si «ganar la lotería hace feliz un año, hacer lo que se ama hace feliz toda una vida».
«El suspense no es un género menor. Tiene mucho futuro porque está en nuestro mismo origen. En el Génesis, con Adán y Eva. Ella le fuerza cometer un crimen, tienen dos hijo y uno mata al otro. El suspense empieza ahí y nos sobrevivirá a todos», decía jocosa esta doctora en filosofía que agradecía a la lógica y la psicología el haberle aportado un punto de vista global. «Se reveló vital para escribir de misterio, un género que te obliga a hablar sobre la mente del criminal y las reacciones humanas» precisaba la escritora, que presidió el encuentro Mystery Writers of America en 1978 y el International Crime Congress al año siguiente en Nueva York
Para explicar la clave de su éxito, evocaba un consejo del Nobel Isaac Bashevis Singer. «Lo sustancial –dice– es el enigma. Pero el truco radica en contar una buena historia. Todo buen escritor ha de saber hacerlo. La elegancia y la retórica se derrumban si no hay una buena historia». «Singer, cuando le premiamos los escritores del gremio, refirió como cuando los juglares medievales decían 'érase una vez' se hacía el silencio. 'Empiecen sus libros con esas palabras', nos aconsejó».
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