Tener una gran exclusiva y que no te crean es la pesadilla de cualquier periodista. A Mariano Guindal (Madrid, 1951) le ocurrió siendo becario: él se enteró del asesinato de Carrero Blanco antes que nadie, pero aquella mañana, cuando les fue con la primicia, sus ... jefes le preguntaron si se había tomado una cervecita de más. Por suerte, Guindal ha tenido la oportunidad de dar otras muchas exclusivas en una vida dedicada al periodismo que ahora recuerda en sus memorias, 'Un hombre con buena suerte' (Península), presentadas ayer por el exministro de Economía Luis de Guindos, que lo elogió diciendo de él que ha sido «el primero en todo».
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Nada parecía propicio para que el pequeño Mariano se acabara convirtiendo en uno de los periodistas españoles más respetados, pero la mezcla de talento, esfuerzo y una pizca de suerte dio fruto en este declarado marxista-leninista, «por Marx y Lennon», bromea. Huérfano temprano de padre, fue su madre la que lo dio todo para que aquel niño pudiera salir del barrio madrileño de chabolas en el que nació. «Decía Aznar que él había sido el milagro económico de España. Mentira. El milagro económico fue mi madre, que sacó adelante a mi familia fregando suelos, o la madre de Carlos Solchaga, que se dejó los ojos cosiendo para todo su pueblo. Este libro es un homenaje a esa generación de los años 50, la generación silenciosa», explica.
Universitario en el efervescente último franquismo, Mariano Guindal vivió la transición en los medios, en un momento en que la relación entre los políticos y los periodistas era tan cercana que llegaba a confundirse. Felipe González, Alfonso Guerra, los ministros de los años 80, líderes sindicales como Nicolás Redondo... Todos pasaron por la pluma de Guindal y, sin embargo, él supo guardar siempre las distancias. «Ser crítico con el poder es una obligación del periodismo, igual que el objetivo del periodismo no debe ser nunca hacer cambiar de opinión a la gente. El periodismo tiene que contar lo que sucede con contexto», apunta el reportero, que ha trabajado en la agencia Colpisa, Guadiana, Panorama, Diario 16 y La Vanguardia y ha escrito los libros 'El declive de los dioses' y 'Los días que vivimos peligrosamente'.
Con una pregunta bien hecha a Miguel Boyer destapó Guindal el 'caso Rumasa', uno de sus hitos en la profesión. Otro, ser el primer español que conoció a Bill Clinton antes de que llegara a la presidencia de Estados Unidos, cuando era gobernador de Arkansas. Y aun así, «los mejores reportajes son los que se quedan en el tintero del alma», asegura. Un alma a la que el periodismo agita, pero también consuela. «El día que enterraba a mi madre tenía una página en blanco en La Vanguardia. Me di cuenta de que mientras la escribía dejaba de sufrir», apunta Guindal, que mezcla en este libro su vida profesional con la personal, llena también de episodios intensos, como la adopción de su hijo San o la lucha contra el cáncer que libra desde 2005. «Hay que hablar del cáncer, hay que mirarlo a la cara», dice Guindal, cuya trayectoria es coherente con su frase preferida: 'carpe diem'.
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