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La escuela británica de historiadores, posiblemente la mejor del mundo, perdió hace ya tres años a uno de sus miembros más carismáticos. John Julius Cooper, segundo Vizconde de Norwich (Oldham,15 de septiembre de 1929-1 de junio de 2018) fue uno de esos diplomáticos ... a los que nadie les tuvo que enseñar la historia (la de la segunda mitad del siglo XX, se entiende) porque la vivió, y la escribió, personalmente. Estudiante en Oxford, entró en el Ministerio de Relaciones Exteriores británico, fue destinado a las embajadas de Belgrado y Beirut y particpó en la delegación británica de la Conferencia de Desarme en Ginebra. A partir de 1964, se centró en su gran carrera como historiador, que con 20 libros, lo convirtieron en uno de los autores de referencia, especialmente en el mundo mediterráneo, con imprescindibles volúmenes sobre el imperio bizantino, Venecia, Sicilia o los papas.
Consciente de que sería su última obra, Norwich publicó pocos meses antes de morir 'Francia. Una historia desde la Galia a De Gaulle', que acaba de publicar en España la editorial Ático de los Libros. Y no parece que fuera una casualidad: Francia es el país que marcó para siempre a Norwich, ya que allí vivió parte de su infancia y de su adolescencia de la mano de su padre, embajador británico en París tras la Segunda Guerra Mundial.
'Francia' es una obra que convencerá tanto a los grandes conocedores de la historia del país, a los que servirá para refrescar conocimientos, nombres y fechas, como a quienes se acerquen por primera vez a las vicisitudes del 'Hexágono'. Pero además de su valor documental, la obra se convierte en una delicia gracias a su prefacio, en el que el autor relata anécdotas que hacen que el lector no pueda evitar, más de una vez, la sonrisa.
Por ejemplo, cuando narra su primer encuentro con De Gaulle, gran héroe de la Resistencia francesa. En una recepción en la Embajada que dirigía su padre, el joven Norwich, muerto de hambre, se acercó al ilustre personaje, que acababa de dejar el único plato con comida que quedaba en el salón. «Discúlpeme, mi general. ¿Va a comerse la tarta de manzana?», preguntó el atrevido John Julius. También resulta llamativa la amistad que el adolescente trabó con la poeta Louise de Vilmorin, amante de su padre y una de las mejores representantes de ese elenco de personajes con el que Norwich descubrió el arte, la literatura y los viajes.
El autor no se despide a la francesa. En la última línea del prefacio dice adiós resumiendo su amor por el país: «Este será seguramente el último libro que escribiré. He disfrutado de cada momento que le he dedicado, y lo veo como una suerte de agradecimiento a Francia por toda la felicidad que este glorioso país me ha brindado a lo largo de los años».
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