Luis García Jambrina, autor de la saga de novelas de 'Los manuscritos'. r. c.

«El Camino es un puente hacia lo sagrado en un mundo profano»

luis garcía jambrina ·

El novelista sitúa 'El manuscrito de barro' en la ruta jacobea, donde su pesquisidor, Fernando de Rojas, investiga una serie de crímenes rituales

Lunes, 8 de marzo 2021, 00:00

Un rosario de asesinatos sacude el Camino de Santiago de principios del siglo XVI. Y para esclarecerlos el pesquisidor y autor de 'La Celestina', Fernando de Rojas, se mezcla con los peregrinos mientras investiga los crímenes con la ayuda de Elías do Cebreiro, clérigo y ... archivero de la catedral de Santiago. Este es el argumento de 'El manuscrito de barro' (Espasa), la última novela histórica trufada de novela negra (o al revés) de Luis García Jambrina (Zamora, 1960), quien con este nueva ficción (la quinta ya de la serie que inició en 2008 con el premiado 'El manuscrito de piedra') sumerge al lector en los misterios y leyendas de la milenaria ruta jacobea.

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-¿Cómo era el Camino del siglo XVI?

-En esa época, el Camino se había llenado de pícaros, mendigos y delincuentes de todo tipo, que hicieron que los peregrinos propiamente dichos disminuyeran.

-En 2015, una peregrina estadounidense murió asesinada cerca de Astorga. Aquel episodio llenó de temor la ruta jacobea, como sucede en su libro...

-Lo recuerdo muy bien y lo tuve muy presente cuando escribí la novela. Por lo que sé, al asesino lo detuvieron enseguida, pero lo soltaron por falta de pruebas, hasta que cometió un error.

-En un pasaje de su libro un personaje dice: «Se avecinan malos tiempos para las peregrinaciones». Cinco siglos después, covid mediante, ha dado en el clavo…

-Lamento mucho haber lanzado ese mal augurio. De todas formas, hubo tiempos mucho peores para el Camino, hasta el punto de que casi llegó a desaparecer, dado que eran muy pocos los que peregrinaban. Al final los peregrinos pasan y el Camino permanece.

-En este Año Santo, el Camino, que tenía que llenarse de peregrinos, se va a ver muy tocado por la pandemia...

-Cuando la pandemia termine, va a haber un gran deseo y necesidad de peregrinar; lo más seguro es que haya tantos que se desborden todas las previsiones.

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-¿Qué mueve a la gente a peregrinar?

-La vida es una peregrinación. En apariencia, las razones que llevan a la gente a peregrinar son muy distintas, pero en el fondo a todos los mueve la necesidad de ponerse a prueba y encontrarse a sí mismos. Se trata de una vía de conocimiento y autodescubrimiento.

-¿El Camino transforma a las personas?

-El que vuelve de hacer el Camino no es el mismo que aquel que en su día lo emprendió. Es otro, no sé si mejor o peor, pero distinto. Vuelve renacido tras una muerte simbólica.

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-¿Diría que el Camino es una suerte de Ítaca en que lo importante es el viaje y no tanto el destino final de abrazar al santo?

-Como señala Kavafis en su poema, lo importante no es la meta, sino el camino, que hay que procurar que sea largo y rico en experiencias y aventuras. Lo del sepulcro de Santiago no es más que un pretexto, una excusa. De hecho, el Camino donde termina de verdad es en Finisterre, en el fin del mundo conocido.

-¿Por qué sigue siendo una fuente de inspiración tan poderosa?

-Es una experiencia vital muy fructífera y apasionante, un concepto en el que se entrecruzan todas las facetas de la vida: por supuesto, lo religioso, lo espiritual y lo sagrado, pero también la cultura, la política y la economía. El Camino es un puente tendido hacia lo sagrado en un mundo cada vez más profano.

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-¿Cree que la ruta sigue envuelta en un halo de misterio que la hace más atractiva?

-Es una ruta que va de Oriente a Occidente, siguiendo la Vía Láctea, un espacio propicio para las leyendas, lo extraordinario y lo sobrenatural. Caminar de noche bajo un cielo estrellado o atravesar un bosque frondoso y sombrío es algo que todavía impone.

-¿Cuáles son las tentaciones del peregrino del XXI?

-Para muchos el Camino más que de perfección es de perdición, y, más que hacer penitencia por sus pecados, lo que buscan son nuevas ocasiones para pecar. Pero también puede ser un antídoto contra la lujuria, pues llegas tan cansado que no hay ganas de nada.

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-En siglos pasados, la mayoría hacía el Camino para expiar los pecados, ¿recomendaría la ruta jacobea para expiar algo?

-Para expiar la xenofobia, la intolerancia y la necedad. Se conoce a gente muy diversa, se comparten ideas y experiencias.

-¿Cuénteme alguna anécdota que conozca del Camino?

-Vivo cerca del albergue de peregrinos de Salamanca y una vez me encontré con una peregrina muy mayor que me dijo que hacía el Camino con su esposo. «¿Y qué pasa, se ha perdido?», bromeé yo. La mujer me explicó que llevaba las cenizas de su marido en la mochila, pues le había prometido arrojarlas al mar cuando llegara a Finisterre.

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