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Fichas policiales de Samuel Little EFE
La irrefrenable atracción por el mal en estado puro

La irrefrenable atracción por el mal en estado puro

La incidencia de los asesinatos en serie desciende gracias al trabajo policial, pero la curiosidad crece por internet y los 'true crime'

Domingo, 18 de julio 2021, 00:14

El 9 de noviembre de 2020, el FBI anunció que Samuel Little era el asesino en serie más prolífico de Estados Unidos. Condenado a cadena perpetua por tres muertes, confesó después el asesinato de 93 personas -en su mayoría mujeres pobres- aunque la agencia federal ... de investigación solo ha podido confirmar que está detrás de una cincuentena de crímenes, cometidos durante un cuarto de siglo en 19 Estados. Little murió 40 días después, sabedor de encabezar tan macabra estadística y, posiblemente, siendo el último de los grandes criminales seriales famosos como Ed Kemper (ocho muertes), Ted Bundy (36 asesinatos) o David Berkovitz (trece víctimas, entre muertos y heridos).

Unos criminales que actuaron entre los setenta y los noventa en Estados Unidos, una época 'dorada' que se cerró con la detención y el juicio de Jeffrey Dahmer (1991-92) y los arrestos de Gary Ridgway y Dennis Lynn Rader a principios de este siglo. Lograron una notoriedad que no se había visto con anterioridad gracias al papel de los medios de comunicación -por la publicidad y sus apodos- y la fascinación que crean entre el gran público. «Mandan mensajes a la prensa o graban entrevistas en la propia cárcel como Bundy. Estos sujetos adquieren tal notoriedad que se llegan a vender hasta objetos y enseres personales. Es un fetichismo de los 'serial killers', que se convierten en puro espectáculo», explica Paz Velasco de la Fuente, criminóloga, jurista especializada en personalidad psicopática y delitos violentos y autora de 'Homo criminalis' (Ariel).

Una atracción por estos asesinos que se basa en tres aspectos fundamentales, según destaca Velasco. En primer lugar, hay un interés por entender de modo racional por qué ese sujeto se convierte en «un depredador de su propia especie»; el segundo aspecto, es el 'modus operandi' de ese sujeto, como realiza la selección de víctimas o si las tortura o no; y en último lugar, el porqué, «cuál es la fantasía que lleva a ese sujeto a hacer lo que hace».

Ahora, los más interesados sobre el lado oscuro de estos asesinos sacian su curiosidad «desde la seguridad del sofá», a través de los numerosos 'true crime' que ofrecen las plataformas de 'streaming', que han encontrado en este tipo de producciones un filón para captar a la audiencia con antiguos casos ('Los hijos de Sam', en Netflix, es uno de los últimos ejemplos). Y luego está el poder de internet. «Influye en la difusión de este fenómeno criminal, ya que cuando aparece un nuevo asesino en serie recibe una amplia cobertura mediática, que se contagia a las masas con un solo clic», explica Velasco, profesora de Criminología y Ciencias de la Seguridad en la Universidad Internacional de Valencia.

Un ejemplo es Little. Poner su nombre en el mayor buscador de la red arroja más de 427 millones de resultados y 10,5 millones de vídeos.

Mejores tácticas

El gran cambio en este tipo de actos criminales ha sido la evolución de las fuerzas de seguridad. «Ahora a la segunda o tercera víctima, cuando ya se establece un patrón, son detenidos. Las ciencias forenses han avanzado muchísimo en los últimos años y las fuerzas policiales están mucho mejor preparadas académicamente. Tenemos a los analistas de conducta, a los perfilistas que pronto descubren el patrón para saber quién está detrás de esos asesinatos», señala Velasco.

A esta preparación policial también hay que añadir una mayor dureza de las penas: cadenas perpetuas, condenas más largas o la no concesión de la libertad condicional para los reos que hayan cometido estos delitos. Pero, como si de una moneda se tratara, hay una cruz. Los asesinos no son tontos y también han mejorado sus técnicas para «ocultar sus crímenes» y buscan los errores que han cometido sus predecesores para evitar ser atrapados. La profesora Velasco destaca que en Estados Unidos hay cerca de 2.000 asesinos en serie que no están identificados por el FBI.

Además de este tipo de delincuentes, Velasco destaca los delitos que se cometen en internet -desde la pedofilia al ciberacoso-, las mujeres asesinas o nuevos tipos de criminales como los 'incel'. «Es un movimiento muy concreto y geográfico: tiene su auge en Estados Unidos y Reino Unido y dudo mucho que llegue a España», explica la autora de 'Homo criminalis'. Este apelativo es el acrónimo de 'involuntary celibates' (célibes involuntarios), una subcultura de hombres que culpan a las mujeres de su celibato. «Se caracterizan por su misoginia violenta 'online', su ira y, en los últimos años, por perpetrar actos violentos», afirma Velasco. En 2014, Elliot Rodger asesinó a seis universitarios e hirió a trece más en California. Fue el primer ataque 'incel'. Él mismo lo llamó así.

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