Taghi Rahmani
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«Irán usa el dinero del petróleo para reprimir a los activistas de los derechos humanos»Hace once años que Narges Mohammadi, premio Nobel de la Paz en 2023, no ve a su marido, el periodista y expreso político (como lo es ella ahora) Taghi Rahmani, y 22 meses que no habla con él ni con sus hijos. La violencia de ... la República Islámica contra las activistas de los derechos humanos impedirá a Mohammadi acudir este domingo a Oslo, donde el galardón más prestigioso del mundo reconocerá «su lucha contra la opresión de las mujeres en Irán» y su labor por «los derechos y las libertades de todos». En su nombre recogerá el premio Rahmani, que ha estado en España esta semana para mantener la llama del compromiso de Mohammadi, materializado también en un libro, 'Tortura blanca' (Alianza Editorial), que recoge los testimonios de 14 mujeres encarceladas en Irán.
Sobre Mohammadi, que ha estado en prisión la mayor parte de los últimos 20 años (volvió a ser encarcelada en 2022), recae una pena de 31 años. «El régimen le ha abierto cinco nuevos expedientes durante su estancia en la cárcel, pero ella mantiene una buena fortaleza mental y está resistiendo contra las imposiciones del Gobierno, que no admite que haya una defensora de los derechos humanos», señala Rahmani, que vive exiliado en París desde 2011 con los hijos del matrimonio. Y aunque la República Islámica prefiera ignorar el galardón, el Nobel ha sido un aldabonazo «para que la opinión pública mundial conozca su situación», apunta el marido de la activista, que está intentando conseguir que su mujer le envíe unas palabras para que sus hijos las puedan leer en la ceremonia.
El movimiento de mujeres que encabeza Mohammadi en contra del régimen tomó forma el 16 de septiembre de 2022 a raíz de la muerte bajo custodia policial de la joven de 22 años Mahsa Yina Amini, que tres días antes había sido detenida, acusada de llevar mal colocado el velo. En la calle comenzó a dirimirse una batalla que aún no ha terminado. Las protestas, que desde entonces han dejado 500 muertos y 20.000 detenidos, han zarandeado al régimen de los ayatolás, que según Rahmani, está «en el tiempo de descuento». «Utiliza el dinero del petróleo para pagar a sus fuerzas de seguridad, los Guardianes de la Revolución, que son el brazo armado más feroz de la dictadura, y también utiliza todo lo que ocurre en la región, como la guerra de Gaza, o la precipitada salida de las tropas de Estados Unidos de Afganistán, para tratar de acabar con las disidencias internas». Pero la política de buscar un enemigo exterior, «similar a la que siguió Franco en España», rememora Rahmani, también se está agotando. «Si ahora hubiera elecciones libres, menos del 10% de la población votaría a favor del régimen», pronostica.
Mohammadi ha sufrido en prisión daños físicos, y con el tiempo, el régimen ha añadido una nueva modalidad de castigo, llamada 'tortura blanca', a la que hace referencia el título del libro, la represión psicológica, que es más «efectiva», subraya el defensor de los derechos humanos. Rahmani explica que los presos son recluidos durante meses en celdas de dos metros de alto por uno y medio de ancho y que solo pueden hablar con sus verdugos. «Llega un momento en que les dices lo que quieren oír, aunque suponga tu sentencia de muerte o la muerte de tus compañeros. La tortura blanca es muy común en Irán», asevera.
Escondidos en fieras diatribas contra Estados Unidos o contra los países europeos más beligerantes frente a la dictadura iraní, los ayatolás de la República Islámica únicamente buscan conservar su statu quo. «(Alí) Jamenei (líder supremo de Irán) no quiere arriesgar lo que tiene. Por un lado, dice que Irán nunca aceptará a Occidente, pero al mismo tiempo no se opone a Occidente. No entra en ninguna guerra», argumenta Rahmani.
La postura de Occidente
En una situación tan complicada para los activistas como la de Irán, su única esperanza se halla en la posición que contra el régimen tome Occidente. Y ahí también muestran su decepción. «Aunque no son un bloque homogéneo, muchos países occidentales ponen por delante la necesidad de conseguir energía barata. Pero tener petróleo a bajo precio puede ser un problema muy grande para las democracias, como vimos el 11-S», recuerda Rahmani.
«Por eso exigimos un cambio en la estrategia de Europa y Estados Unidos hacia Irán. Si las sociedades de los países occidentales quieren libertad en nuestro país, y sabemos que eso es así, deben pedir a sus gobiernos que no firmen acuerdos con regímenes como el de Irán, que no respeta los derechos humanos», propone.
Pero más allá de la geopolítica, Mohammadi y del resto de los activistas iraníes viven una tragedia personal y humana que les castiga a ellos y a sus familias. «Cuando le pedí la mano a sus padres, ellos le dijeron que no querían que se casara conmigo porque le iba a destrozar la vida. Y ella ha llegado a pedir perdón a nuestros hijos porque dice que no ha sido la mejor madre a causa de su compromiso por la libertad. Estos son los efectos de la dictadura. A nosotros se nos ha impuesto esta vida, pero seguimos juntos y unidos», concluye Rahmani.
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