«El genoma no es el dictador de nuestra personalidad»
Siri Hustvedt | Escritora ·
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Siri Hustvedt | Escritora ·
«Ciencia y filosofía deben ir de la mano», propone la escritora, que reivindica la duda como virtud de la inteligencia y cuestiona ideas establecidasRecién vacunada de la covid-19, la escritora Siri Hustvedt (Minnesota, 66 años), destila cierto optimismo ante la evolución de la pandemia. Publica 'Los espejismos de la certeza' (Seix Barral), un elogio de la duda como gran método de conocimiento y un repaso crítico a ... las principales corrientes filosóficas y científicas. «Ambas disciplinas deben ir de la mano», dice la ganadora del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019, que reivindica la presencia de la mujer en la ciencia, el pensamiento y la literatura, algo que parece «intimidar» a muchos varones. Asegura además que «el genoma no es el dictador de nuestra personalidad».
«Los hombres tienen dificultades ante la autoridad intelectual femenina y a muchos les resulta incómodo aceptarlas en la ciencia y en ámbitos como la literatura. Incluso hay mujeres que denigran por ello a otras mujeres», lamenta la escritora. «La autoridad femenina incomoda a quienes estiman que distorsiona esa jerarquía establecida del hombre sobre mujer», agrega Hustvedt.
En su ensayo revisa críticamente algunas de las corrientes filosóficas que han marcado la historia y cuestiona la presunta certeza de paradigmas científicos como el determinismo genético de la personalidad o la separación entre cuerpo y mente. En su búsqueda de respuestas sobre quiénes somos y cómo debemos enfrentarnos al mundo, desconfía también de los logros de la inteligencia artificial.
Fija su mirada en un viejo dilema que ha preocupado a la humanidad desde el principio de los tiempos: cómo funciona la mente y cómo se relaciona con el cuerpo, un campo minado, a su juicio, de ideas preconcebidas y falsas certezas «que confunden al pensamiento contemporáneo» y que Hustvedt pone en duda.
Como Simone Weil, cree que «la duda es la virtud de la inteligencia» y «una necesidad que nos permite avanzar» y contradice a pensadores como Descartes. «Estaba completamente equivocado en su idea de separar cuerpo y mente, y con él buena parte de los paradigmas de la neurociencia», asegura Hustvedt desde su casa de Brooklyn, en un encuentro telemático con informadores españoles. «La mente no está hecha de una sustancia distinta al cuerpo», agrega la novelista, ensayista y lúcida exploradora de la neurociencia, la psiquiatría, la genética o la inteligencia artificial.
Cree que en tiempos de incertidumbre como los que vivimos «debemos empatizar con la ciencia, que en su naturaleza tiene la duda misma como motor de avance». «La ciencia sin la duda no funciona, porque la naturaleza del método científico parte siempre de la duda, hasta que el experimento te permite elaborar una hipótesis, aunque a veces sea errónea», insiste Hustvedt. En su nuevo ensayo combate ideas como que la biología sea estática -«no es algo escrito a fuego sobre una piedra»- o que la genética nos determine desde que nacemos «como si fuera un dictador que crea y decide nuestros rasgos».
Llega a afirmar que «el gen es algo obsoleto y caduco». «La personalidad no es un estado físico, es algo en marcha, que cambia constantemente, y no se aloja en un único lugar», plantea.
En una situación de emergencia como la que vivimos, global y sin precedentes, cree Hustvedt más necesario que nunca un marco filosófico «para afrontar los retos que se avecinan, como el cambio climático, y ante los que la filosofía se hace preguntas esenciales».
Admite que hay científicos recelosos de la filosofía, pero percibe que «solo los buenos científicos se dejan influir por la filosofía». Pone como ejemplo al neurocientífico italiano Vittorio Gallese, un lector habitual de filosofía.
«La pandemia me ha hecho entender que el ser humano siempre se proyecta hacia el futuro, pero con la incertidumbre actual no puedo imaginar por completo ese futuro, y se produce un bloqueo», lamenta sobre una situación que, a su juicio, «explica las muchas depresiones que se están produciendo».
En un ensayo que cuestiona lo que creemos saber de nosotros mismos, constata que la única certeza inapelable es la muerte. Admite que más allá de eso, sus certezas son «bien pocas». Y eso que haber accedido a la vacuna -la de Moderna, precisa- «ha operado un cambio en mi estado de ánimo y percibo que hay algo después de meses tan duros». «No hay que olvidar lo que hemos pasado y debemos usarlo para afrontar los retos globales que tenemos», dice recordando que en Estados Unidos han fallecido medio millón de personas y que «hay que pensar en cuántas pandemias quedan por delante». «Parece que se nos olvida la pandemia de 1918, y recordar lo que pasó puede ser una ayuda para sanar colectivamente». «No pasaremos página del todo cuando acabe la pandemia, que pasará, si no hacemos un ejercicio de memoria», asegura Hustvedt.
Pese a los avances en la robótica, considera «poco probable que la complejidad de la biología humana pueda trasladarse a un sistema digital para emular a la vida y crear algo que siente, llora, y ame». «Se están haciendo cosas increíbles y hay ya muchas acciones que pueden ejecutar los robots, que incluso ya están escribiendo, y cada vez mejor, y cosas más complejas que un simple parte meteorológico», reconoce.
También destila optimismo por la nueva situación política en su país y la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca. Destaca con todo que «la ideología de Donald Trump no ha desaparecido del panorama político de Estados Unidos». «La derecha ha venido para quedarse y formará parte de la política norteamericana», constata. Aún así, reconoce sentirse «aliviada» por no tener que escuchar a diario esa retórica 'trumpista' y confía en que Biden «pueda mitigar el cinismo, la ira y la infelicidad en el país».
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