iñigo gurruchaga
Corresponsal. Londres
Lunes, 14 de marzo 2022, 00:11
La historia de la Gran y Felicísima Armada de 1588 se ha contado mil veces. Felipe II agrupa en Lisboa una flota de 127 barcos que parte hacia Inglaterra para conquistarla y devolverla al catolicismo. El mal tiempo y los errores tácticos la dispersan y ... los buques intentan regresar a España costeando Escocia y el oeste de Irlanda. Pero uno de los barcos mayores, el San Juan de Sicilia, se desvía a las Hébridas y ancla en la bahía de Tobermory, en la isla de Mull. El 5 de noviembre una enorme explosión destruye la nao y mata a muchos de sus ocupantes, que esperaban su regreso a España.
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Timothy Ashby desvela ahora los detalles sobre lo ocurrido y sitúa en el centro de la conspiración a su ancestro, William Ashby, culto embajador de la reina Isabel I en Edimburgo y agente del secretario de la reina, sir Francis Walsingham, creador de una red de espías. Ashby fue enviado a Edimburgo para mantener la neutralidad de Escocia -entonces reino independiente- en la guerra angloespañola. A Isabel le preocupaba que los españoles varados, aliados allí con católicos escoceses trataran de quitarle la corona.
En 'Agente secreto isabelino. La historia no contada de William Ashby, 1536-1593'), que se publica en abril en inglés, el embajador en Edimburgo dirige la operación para erradicar la amenaza española. Le ayudó un confidente, John Smollett, poco fiable por ofrecerse como espía a la corte inglesa y detenido por conspirar para matar a un ministro. Los ingleses lo rescatan y obtienen a un fiel infiltrado.
Smollett provee de clavos y velas para reparar el San Juan de Sicilia. Hasta que introduce en el barco la bomba que causará la gran explosión y su hundimiento. La idea de que el barco transportaba un gran tesoro ha justificado los intentos de encontrarlo y en Tobermory el galeón español da nombre a varios comercios.
Abogado y empresario, Ashby vive en Mallorca y escribe novelas. Identificó a su antepasado, del que sabía poco, y escribió su biografía en el confinamiento. Políglota y cultivado «era un ser renacentista y una suerte de James Bond del siglo XVI, capaz de rescatar a un diplomático secuestrado o repeler un ataque de agentes enemigos en la cuenca del Rin». «Habría mantenido una conversación cordial con un español. No era religioso, pero sí leal a su reina», dice Ashby.
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