Dice Eduardo Laporte (Pamplona, 1979) de la prosa que construye su 'Tiempo ordinario' (papeles mínimos) que es una literatura que «no busca llamar la atención». Cuatro años ha tardado el escritor navarro en alumbrar este diario en el que recoge ... las experiencias vividas entre 2017 y 2020 y las reflexiones suscitadas en torno a ellas. Asegura, de hecho, que gran parte de la labor ha estado en «filtrar y podar» hasta alcanzar las 150 páginas que constituyen este volumen en el que se radiografía a sí mismo.
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«Cada libro es una evolución de uno mismo, en unas coordenadas distintas, y un reto narrativo, una especie de viaje de la oscuridad hacia la luz, en el que al final el autor se encuentra a sí mismo», sostiene Laporte, que ya publicó 'Diarios (2015-2016)', en la editorial Pamiela. Como este, 'Tiempo ordinario' es fundamentalmente un conjunto de píldoras literarias, un repositorio de ideas, con ropajes a veces aforísticos, emparentadas con las redes sociales, pero que escapan de ese contenedor frenético y agresivo. Con sus textos, Laporte intenta atrapar el tiempo, individual e íntimo, pero también el de los demás, el común.
La ausencia de fechas o el hecho de que Donald Trump solo sea mencionado una vez dejan claro que 'Tiempo ordinario' no es rémora de la actualidad, sino un refugio frente al atosigamiento informativo. No hay, pues, actualidad, ni política, en estos textos, más allá de unas inevitables menciones a la pandemia y sus efectos en el tramo final. El diario se compone de fogonazos del alma que buscan su acomodo en el papel.
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