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Ganar el Cervantes aporta prestigio -mucho-, dinero -bastante- y lectores -algunos-. El premio mayor de las letras hispanas encumbra a autores ya consagrados, con una obra relevante y una larga trayectoria. Nunca, o casi nunca, sus ganadores son desconocidos del gran público, por más que ... la regla no escrita que alterna el galardón entre las dos orillas del idioma 'redescubra' a autores de allá menos conocidos acá, y viceversa. Sorpresa fue el premio para la cubana Dulce María Loynaz, una de sus únicas cuatro ganadoras, o que lo aceptara Juan Goytosolo tras ponerlo a caldo. El Cervantes puede ser antesala del Nobel, como en los casos de Vargas Llosa y Octavio Paz, o ir a rueda de la academia sueca, como ocurrió con Cela que lo aceptó con orgullo tras haber dicho que estaba «cubierto de mierda».
Sergio Ramírez, quien recoge el galardón el lunes de manos del Rey, estaba bien publicado en España por Alfaguara. «Pero el mismo día del fallo se inició al reedición de su obra y su última novela, 'Ya nadie llora por mi', va por su tercera reimpresión», explican sus editores. No son cifras de escándalo «pero supone triplicar tiradas», todo un éxito cuando una edición inicial no supera los 5.000 ejemplares, o los 2.000 en el caso de un poeta. «Las librerías dan de nuevo espacio al ganador y reclaman sus obras anteriores», confirman desde el departamento de promoción de Alfaguara. «En la semana del Cervantes las ventas pueden aumentar un 200 y hasta un 300%», señalan.
Pilar Reyes editora de Alfaguara, sello con varios Cervantes en su catalogo, confirma que el «consagratorio» premio otorga «mucho prestigio, bastante dinero y unos cuántos lectores» y da «una nueva vida a la obra del ganador». «Sergio Ramírez es un autor prestigioso, con muchos lectores en Centroamérica y México y acaso menos conocido en España, donde el premio le otorgará lectores», dice. «Es una excusa para relanzar los grandes libros de sus comienzos, como 'Castigo divino' y 'Adiós muchachos', o 'Margarita, está linda la mar' que se publicó hace ahora 20 años y tendrá nueva trayectoria», dice la editora colombiana.
«Ganar el Cervantes afecta de manera diversa, según la trayectoria de cada autor, pero seguro que para Dulce María Loynaz, tuvo una importancia capital dada las circunstancias en las que vivía y el poco reconocimiento que tenía su obra», dice Darío Villanueva, director de la Real Academia Española. «El Cervantes otorga estatus. Sí aquí genera atención y valoración crítica a los autores de allá, en América pasa lo mismo con los de acá», confirma Pilar Reyes. Recuerda el caso Elena Poniatowska -una de las únicas cuatro ganadoras junto a María Zambrano, Dulce María Loynaz, y Ana María Matute-, o de los mexicanos Fernando del Paso y José Emilio Pacheco.
En un cuestionado ejercicio de corrección política, el Cervantes se alterna entre las dos orillas del español, una norma no escrita que no agrada a Reyes. «No entiendo que se quiera imponer una paridad artificial entre España y veintitantos países de América Latina», dice la editora. «Se debería pensar la lengua como el universo común y que el autor que sea, del espacio que sea en el año que sea, merezca la atención de los jurados por su mérito literario y no por su procedencia». «No creo que haya una razón que justifique esa al alternancia», dice.
«La alternancia se cumple en la práctica, pero no es nada obligatorio y en cualquier momento se puede modificar, aunque los hechos sean muy expresivos», admite Darío Villanueva, miembro del jurado de un galardón instituido fallado por primera vez en 1976.
«Ha sido antesala para del premio Nobel en el caso de Mario Vargas Llosa, y lo fue con Octavio Paz, que recibieron el Cervantes antes que el premio de la academia sueca» apunta Villanueva. No fue así en el caso de Cela, Nobel en el 89 y Cervantes en el 95, ni de Vicente Aleixande, Nobel en 1977 y que no tuvo el Cervantes, o de Jorge Luis Borges, temprano ganador del Cervantes pero que murió sin el Nobel.
En su primera convocatoria la dotación del Cervantes fue de cinco millones de pesetas. El dinero es relevante aunque el actual 'cheque' del premio, 125.000 euros, esté muy lejos de los 601.000 que se embolsa el ganador del Planeta, premio que obtuvieron Cervantes como Vargas Llosa, Cela o Eduardo Mendoza. Es pareja a los 125.000 euros del RBA de novela negra pero está también por debajo del Alfaguara, que con vocación hispanoamericana paga a su ganador 175.000 dólares, unos 165.000 euros, y que Sergio Ramírez ganó en 1998.
Algunos grandes escritores en circunstancias nada boyantes y más que críticos con los premios institucionales acabaran tragándose el sapo y aceptando su cheque. Fue el caso de Juan Goytisolo en 2014 tras decir que jamás lo haría. «No soy un bien nacional y no aceptaría en ningún momento ser premio Cervantes o Príncipe de Asturias. No me interesa. No me veo vestido de académico, estrechando la mano al Rey y rodeado de personalidades del mundo oficial. Sería para mí una tortura», declaró en 2000. «Si recibo un honor me inquieto y dudo de mí mismo; si me declaran persona non grata sé que tengo razón», agregó el autor de 'Makbara' o 'Pájaro que ensucia su propio nido', que se despachó a gusto contra una cultura oficial «putrefacta y víctima del amiguismo».
Gran escritor, Goytisolo jamás pudo vivir con desahogo de los derechos de sus obras. Era además la cabeza de la gran familia que estableció en Marrakech y tenía el compromiso de alimentar y educar al prole de su pareja. Así que donde dijo digo, dijo Diego y aceptó el jugoso talón, sus honores y los elogios de los mismos político que criticó. No se plegó a la etiqueta y es, hasta hoy, el único Cervantes que no vistió el preceptivo chaqué en la solemne ceremonia académica de Alcalá.
El escritor y académico Javier Marías rechazó en 2012 el Nacional de Narrativa y sus 20.000 euros «por coherencia». Aceptar dinero público le parecía «una sinvergonzonería». Dijo que haría lo propio si se le concediera el Cervantes, autoexcluyéndose de la carrera por la máxima distinción de las letras hispanas, a la que es candidato recurrente y también nominado al Nobel, premio cuyos fondos aporta la fundación homónima. «En las quinielas aparece cualquiera y que yo figure en ellas no significa que vayan a dármelo» ironizó.
«Para mí lo más interesante en todos los ganadores es algo que se detecta a través de sus discursos de recepción y es una toma de conciencia, de pertenencia a una tradición literaria que tiene en Cervantes su origen y su foco irradiador», concluye Darío Villanueva.
2017 Sergio Ramírez
2016 Eduardo Mendoza
2015 Fernando del Paso
2014 Juan Goytisolo
2013 Elena Poniatowska
2012 José Manuel Caballero Bonald
2011 Nicanor Parra
2010 Ana María Matute
2009 José Emilio Pacheco
2008 Juan Marsé
2007 Juan Gelman
2006 Antonio Gamoneda
2005 Sergio Pitol
2004 Rafael Sánchez Ferlosio
2003 Gonzalo Rojas
2002 José Jiménez Lozano
2001 Álvaro Mutis
2000 Francisco Umbral
1999 Jorge Edwards
1998 José Hierro
1997 Guillermo Cabrera Infante
1996 José García Nieto
1995 Camilo José Cela
1994 Mario Vargas Llosa
1993 Miguel Delibes
1992 Dulce María Loynaz
1991 Francisco Ayala
1990 Adolfo Bioy Casares
1989 Augusto Roa Bastos
1988 María Zambrano
1987 Carlos Fuentes
1986 Antonio Buero Vallejo
1985 Gonzalo Torrente Ballester
1984 Ernesto Sábato
1983 Rafael Alberti
1982 Luis Rosales
1981 Octavio Paz
1980 Juan Carlos Onetti
1979 Jorge Luis Borges-Gerardo Diego
1978 Dámaso Alonso
1977 Alejo Carpentier
1976 Jorge Guillén
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