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La culpa del último libro de Carmen Posadas la tienen una mosca y el juez del Tribunal Supremo Manuel Marchena. La escritora hispanoruguaya no tenía muy claro sobre qué escribir. El magistrado, en una cena, consiguió que le picara el gusanillo de la curiosidad y comenzó a pergeñar su última creación, 'El misterio caso del impostor del Titanic' (Espasa). El magistrado le relató una historia sobre el hundimiento del Titanic, un hecho que «fascina» a Posadas desde pequeña, y el presentimiento que tuvo Purificación Castellana de Peñasco, una rica e influyente mujer.
Era abril de 1912 y doña Pura se disponía a almorzar cuando de repente vio un moscardón en su plato de sopa. Ella se lo tomó como un mal augurio sobre su hijo Víctor, de luna de miel. El servicio y sus allegados, como Emilia Pardo Bazán, le quitan hierro al asunto. Le aseguraban que su descendiente no iba a correr riesgos y, sobre todo, le había prometido que no iba a viajar en barco porque eso le aterraba a su madre. Pero sus palpitaciones se confirmaron. Su hijo y su nuera se embarcaron en el barco más lujoso y seguro del mundo, el Titanic. Él fue uno de los pasajeros y tripulantes, cerca de 1.500 personas, que perecieron; su nuera sobrevivió.
Diez años más tarde, una mujer asturiana entra en contacto con el detective Ignacio Selva para decirle que su hermano, un indiano millonario afincado en Cuba, aparece en su casa de La Habana después de haber sido dado por muerto en el Titanic. Era raro, porque en el barco solo murieron tres españoles de los trece que iban a bordo. Selva pone el caso en conocimiento de Pardo Bazán, quien dirigirá la investigación para descubrir si es verdad o es todo un montaje.
Posadas recuerda que la escritora gallega era «una amante de la crónica negra». «Llegó a entrevistar a la asesina de la calle Fuencarral (Madrid)», apunta. Este crimen ocurrido en 1888 conmocionó a la sociedad: Higinia Balaguer apuñaló hasta su muerte a su señora Luciana Borcino viuda de Vázquez Varela, además de robarla e intentar quemar su casa. Murió por garrote vil. Un caso que siguió la prensa del momento con todo lujo de detalles.
Por esta afición, Pardo Bazán, «una mujer muy fea pero que causaba estragos entre los hombres», se puso como objetivo superar a Arthur Conan-Doyle y crear un «detective mejor». Así nació Selva, basado en un amigo gallego de la escritora y convertido en el protagonista de su única novela 'noir': 'La gota de sangre'. Ahora, madre e hijo literario son los sabuesos en busca de impostores, algo que fue «habitual» después del naufragio. Como también se normalizó la compra de cadáveres para sustituir a los familiares muertos, darles un entierro digno y evitar problemas. Porque si no había cuerpo, «no se podía heredar en veinte años ni las viudas podían casarse durante ese tiempo», explica la autora.
Posadas todavía se sorprende que las actuales generaciones, como su nieto Jaime, sientan la inquietud de saber más sobre la catástrofe, que se cobró la vida, sobre todo, de pasajeros de segunda y tercera clase. El hecho de que solo los ricos sobrevivieran fue un impacto y el inicio de un cambio social. «Poco después llega la Primera Guerra Mundial y las trincheras, donde se mezclaron clases sociales que antes ni se conocían», explica. «Y después del conflicto, solo quedaban viudas que tienen que ir a trabajar. Pero no lo pueden hacer con esas faldas que les llegan hasta el tobillo. Tienen que ir recortándola hasta las rodillas en la década de los veinte», reflexiona la novelista, que considera su libro un «homenaje a las novelas de principios del siglo XX».
Una época donde la emigración a América era una cosa habitual en todas las casas de España. Una inmigración que se vio favorecida por la pobreza de España y el fin de la esclavitud en Cuba. Los terratenientes de la isla necesitaban mano de obra barata y buscaban jornaleros en los pueblos, prometiendo una mejor vida. «La única diferencia con la esclavitud es que firmaban un contrato leonino de cinco años. Muchos morían por el trabajo o las enfermedades», señala Posadas, que recuerda que cuando era niña en Uruguay conoció a dos primos españoles inmigrantes. «Una de ellas había llegado con 14 años en barco. Sola. Eso ahora es impensable».
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