Una historia de perlas
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Son desde hace siglos parte intrínseca del universo de la joyería. Hoy centran exposiciones y se hacen hueco en calzado deportivo, gafas, bolsos, auriculares...Secciones
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Son desde hace siglos parte intrínseca del universo de la joyería. Hoy centran exposiciones y se hacen hueco en calzado deportivo, gafas, bolsos, auriculares...Abraham de Amézaga
Sábado, 21 de diciembre 2024, 21:06
Man Ray es el autor de uno de los retratos más míticos de Gabrielle Chanel. Sentada, con la cabeza girada hacia su derecha, mirada de aire desafiante, un cigarrillo entre los labios, sombrero y enfundada en un vestido negro, esa prenda que tanto reivindicaba ella. Es, por supuesto, una imagen en blanco y negro, como los mejores clichés. Pero, por encima del gesto, lo que más destaca en esa fotografía, tomada a mediados de los años 30, son los collares de perlas, algunos de ellos de varias vueltas, que porta la icónica creadora de un estilo único, el suyo. Rara era la vez en la que no acompañaba su estilismo de un collar de estas características, imponiendo esa moda, como lo haría después con la del bronceado entre las clases altas de la sociedad.
«La belleza y nobleza que causa una perla al mirarla o tocarla es única. Antiguamente las usaban más los hombres y con ellas se hacían botones en Inglaterra. Eran perlas naturales, muy valiosas», explica a este diario la diseñadora de joyas Liz Chalela. Lágrimas petrificadas de los dioses, para los romanos; fragmentos de rayos caídos al mar para los griegos..., despertando el interés humano desde hace más de siete mil años. Y eso a pesar de que los diamantes y otras piedras preciosas le hagan sombra.
Naturales, aunque sean las mínimas, por aquello de que existe menos de una posibilidad de hallar una perla entre diez mil; cultivadas y de imitación la mayoría. De este trío de variedades nos centraremos en las cultivadas, aquellas que se desarrollan en el interior de la concha de un molusco vivo, como es el caso de las ostras, previa introducción de un componente. Fruto de la mano del hombre y de rápido gesto, para que en el proceso no fallezca el animal, lo que se introduce en más de un caso es un grano de arena recubierto de carne de su misma especie.
Habrá que ser muy pacientes, porque para que se forme una perla han de pasar entre dos y tres años. Además, cada cierto tiempo, se extraerán los moluscos del agua para realizar labores de limpieza y pulido exterior, lo que contribuye a que al final del proceso la joya que salga de su interior posea brillo y forma redonda. Es la única piedra que no necesita pulirse antes de ser montada, y su peso es una de las características principales, junto con el color y el brillo.
Al igual que a Mademoiselle Chanel, las perlas también sedujeron a otras mujeres célebres del país vecino, como María Antonieta, Catalina de Médicis o Eugenia de Montijo. También hubo personalidades masculinas que se sintieron atraídas por ellas, como los reyes Francisco I y Enrique III de Francia, que fueron poseedores de preciados objetos en los que las perlas eran las protagonistas. Y cuenta la leyenda que en cierta ocasión el navegante Cristóbal Colón volvió a puerto con un gigantesco cargamento procedente de Panamá y Venezuela.
Las aguas de la Polinesia francesa y el Pacífico albergan mayoritariamente lo que se conoce como granjas de ostras. De hecho, fue el japonés Kokichi Mikimoto (1858-1954) el inventor del cultivo de perlas. Un apellido que perdura, convertido en marca, con colecciones de alta joyería de gran prestigio. En 2008 había alrededor de novecientas granjas de cultivo en el mundo, que producían un número de perlas que se acercaba al millón. Una cifra que con los años se ha superado ampliamente, sobre todo gracias China, cuyas aguas proporcionan el 90% de ellas. Recordar que los primeros en cultivarlas fueron los habitantes de ese gigantesco país hace más de mil seiscientos años. En el caso de su recolección, habría que remontarse hasta tres mil años antes de Cristo.
Pero es en aguas de Australia donde se hallan las más preciadas y gruesas, de alto precio, mientras que las de tono oscuro, también muy valoradas, hay que buscarlas en Tahití. Si las japonesas son de tamaño pequeño, su calidad es mayor que las de China. Fue precisamente en la nación de Mikimoto, donde en el siglo XVIII se lanzaron a explorar el que se convertiría en un suculento negocio.
Estos meses, la ciudad del Sena acapara toda la atención en el universo joyero debido a la exposición 'París, capital de la perla' que se celebra en la nueva sede de la École des Arts Joailliers (Escuela de artes joyeras). Pero no es la primera vez que se organiza una muestra sobre el tema. Hace más de tres lustros, y por vez primera en el viejo continente, la capital gala acogió 'Perlas, una historia natural'. Si bien entonces se analizaban sobre todo desde un ángulo más científico, con su evolución, variedad y formas, ahora en la muestra parisina, de acceso gratuito y abierta hasta el próximo mes de junio, las creaciones joyeras son las grandes protagonistas.
«Tanto museos como coleccionistas privados nos han prestado las piezas con agrado. Además de las de Cartier y Boucheron, que las utilizaron ampliamente, destacaría una creación contemporánea realizada por un español, Antonio Seijo», cuenta Olivier Segura, comisario de 'París, capital de la perla'.
En esta exposición se pone el foco en su edad de oro de principios del siglo XX en la Ciudad de la Luz, donde los marchantes perleros financiaron grandes construcciones. Un pasado glorioso al que se quiere rendir tributo. Además, «la perla desde la Prehistoria hasta nuestros días no ha pasado nunca de moda. Se puede tomar cualquier periodo de la historia del arte y la veremos en la pintura, la literatura o en las leyendas», explicaba en la inauguración el historiador y co-comisario de la muestra Léonard Pouy, que llegó hablar de un auténtico «fenómeno cultural». A la muestra, le acompaña un cuidado libro-catálogo editado por Norma, con textos en francés e inglés.
Las tendencias de moda insisten esta temporada en poner el foco en las perlas que, si bien, en este caso de imitación, ya se han visto en gafas de sol, las de cultivo no suelen mostrarse en este accesorio, y mucho menos en auriculares… y en calzado deportivo. Coincidiendo con el 70 aniversario de Tasaki, el gran productor japonés que distribuye sus diseños bajo su lujosa marca, ha lanzado una selección de productos exclusivos, en colaboración con otras marcas niponas; del universo de las gafas a las zapatillas deportivas, pasando por el campo del sonido. Estas se desvelan y proponen a la venta en la muestra 'Floating Shell' (Concha flotante), que se puede descubrir en los grandes almacenes La Samaritaine, hasta el 13 de enero.
«Me deleito con las perlas como si fueran un dulce. Las utilizo en aretes, anillos, prendedores, pulseras, collares, botones y para hacer adornos para la cabeza. Son muy favorecedoras en todo tipo de pieles. En el caso de las mujeres, son ejemplo de feminidad y auténtica elegancia», señala Chalela. Además, absorben el agua y la grasa del cuerpo cuando entran en contacto con este.
La recordada diseñadora punk Vivienne Westwood apostó por las de bisutería, que han seducido a buen número de jóvenes, sobre todo mujeres. En el caso de los hombres, es cada vez más común cruzarse con veinteañeros que apuestan por prendas holgadas, de aire deportivo, y un sencillo collar de estas piedras -también de bisutería- al cuello. Una tendencia que evidencia al mismo tiempo que en cuestión de perlas no hay monopolio de sexos.
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