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Ana Vega Pérez de Arlucea
Domingo, 31 de octubre 2021, 00:45
La rapidez con la que las nuevas generaciones españolas han adoptado Halloween y to-das sus alforjas festivas (disfraces, historias de miedo, golosinas, calabazas…) nos puede parecer desmesurada, pero ¡ay! me temo que sólo nos queda adaptarnos. Piensen que, por ejemplo, el árbol de Navidad ... también fue duramente criticado en su día por extranjero y pagano y ahora, un siglo después, decorarlo o encenderlo cada año es una de nuestras tradiciones más entrañables. La globalización corre que se las pela y, nos guste o no, Halloween ha venido para quedarse.
El 31 de octubre está marcado en rojo en el calendario de fiestas populares y muy espe-cialmente en la mente de los más pequeños de la casa, que han adoptado con fervor tanto la costumbre de salir ese día disfrazados a la calle como la de pasar por las casas del vecindario a pedir «truco o trato». ¿De dónde procede esa práctica y por qué se llama así? Para empezar hay que explicar que «truco o trato» es una traducción al castellano muy poco literal de la expresión en inglés «trick or treat».
Intentando que la versión hispanohablante se pareciera fonéticamente a la frase original se perdió gran parte de su sentido, que sería más bien «broma o golosina». Al ser recibidos en una casa los niños ofrecen al anfitrión dos opciones: regalarles golosinas o ser objeto de una broma. Así pues, los dulces se recibían como inocente chantaje a cambio de no cumplir la amenaza de la broma, que podía ser un susto o alguna otra travesura.
El truco o trato no es muy diferente del hábito que antes había en muchos pueblos de España de ir de casa en casa pidiendo aguinaldo o alimentos con ocasión de la Navidad, Santa Águeda, la Candelaria o las fiestas patronales. También esto lo hacían casi exclusivamente niños o grupos de jóvenes que, tras recibir la dádiva, solían cantar una canción para sus bene-factores o realizar algún otro tipo de actuación.
En las vísperas de Todos los Santos y Fieles Difuntos también era habitual que los regalos (dinero, pan o dulces) fueran un pago por rezar por las almas de los fallecidos de cada hogar que se visitaba. Durante esos días las oraciones eran especialmente importantes ya que se creía no sólo que los muertos estaban temporalmente más cerca de los vivos, sino que según las creencias cristianas las almas de los que sufrían en el Purgatorio podían ser elevadas al cielo por la intercesión de las plegarias.
Halloween (palabra que procede de All Hallows Evening, o víspera de Todos los Santos) y todas sus tradiciones asociadas –de origen celta pero pasadas por el filtro cristiano– fueron llevadas a América del Norte por la emigración irlandesa y británica. No se convirtió en una fiesta verdaderamente popular hasta finales del siglo XIX y la primera referencia escrita al «trick or treat» se remonta a los años 20, cuando se comenzó a utilizar esa frase para pedir caramelos en Alberta (Canadá). Desde allí lentamente se extendió por Estados Unidos hasta convertirse en una práctica común a partir de 1947, cuando acabó el racionamiento de azúcar impuesto por la Segunda Guerra Mundial
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