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El recetario canario que desapareció

El recetario canario que desapareció

Gastrohistorias ·

El que podría ser el libro más antiguo sobre cocina canaria es un fantasma bibliográfico: existió, pero hace 60 años que no se sabe nada de él

Sábado, 14 de diciembre 2019

La imagen que ilustra estas líneas es una fotografía de 1890 tomada en la Plaza del Pilar Nuevo, en el centro histórico de Las Palmas de Gran Canaria. Es lo más cercano que he encontrado para hablarles del tema que hoy me ocupa, un ... misterio culinario sin cara ni pruebas fehacientes pero que probablemente tuvo lugar muy cerca de ese rincón palmense, justo al lado de la catedral. Porque en esa misma plaza arranca la calle Felipe Massieu Falcón, una pequeña travesía que antiguamente llevó el nombre de las Gradas o Grados y en la que a a mediados del siglo XIX estuvo el comercio de un hombre polifacético y gastrónomo: Antonio Domenech y Guix.

El señor Domenech fue una figura muy popular en Las Palmas decimonónica. Escritor, comerciante y furibundo republicano, era de origen catalán y había pasado pasado varios años en Cuba antes de establecerse en torno a 1858 en la capital canaria. Allí montó una especie de ultramarinos llamado la 'Unión Canario-Catalana' en el que lo mismo vendía cigarros de La Habana que chorizos extremeños, butifarras catalanas, quesos de bola, jamones de Galicia o aceite sevillano. Emprendedor y muy activo, se hizo conocido por participar en varias tertulias políticas de la isla y por combinar —tal y como atestigua la hemeroteca— distintos negocios, desde la guarnicionería fina (sillas de montar, baúles y maletas) hasta la pintura de coches de caballos, la destilación de ginebra o la literatura. Sí, el señor Domenech tuvo veleidades de escritor y para demostrarlo está en la biblioteca del Museo Canario su obra teatral 'Armida o los canarios', una comedia en tres actos editada en Las Palmas en 1878. Pero lo importante aquí es que escribió también un libro de cocina, un recetario perdido del que no existen ejemplares —que yo haya podido encontrar— pero que conocemos gracias a una larga reseña escrita en 1959 por el historiador Sebastián Jiménez Sánchez (1903-1983) en el periódico 'Falange'.

Leyéndolo no hay razón para dudar de que el libro fuese real, con todos los datos que sobre él se dan: «Por deferencia de persona de nuestra amistad, que agradecemos, hemos leído con delectación grande un original y curiosísimo libro, en cuarto, editado en Las Palmas de Gran Canaria el año 1873, en el taller tipográfico de Antonio L. Ramírez. Lleva por título 'Libro de cocina - hecho expresamente para economía y prontitud para los que son poco inteligentes en el arte culinario'.

Recetas típicas

Su autor, A. Domenech y Guix, de origen catalán, tuvo comercio en la antigua calle de Gradas número 8». El libro 'La rueda en Gran Canaria' (Juan Rodríguez Doreste, 1968) también menciona el recetario de Domenech, así que vamos a aceptar tanto ustedes como yo que verdaderamente existió. Sobre todo porque Sebastián Jiménez, que lo debió de revisar a fondo en 1959, enumeró muchísimos de los platos que en él se describían. Algunos nacionales y otros americanos, pero sobre todo (y he ahí la importancia de la obra en cuestión) recetas típicas canarias como puchero al uso del país, escaldón de gofio, potaje de jaramagos, compuesto de papas, sopa de cangrejos y pescado, bacalao con papas a lo canario, papas cocidas al vapor (arrugadas), cabrito a lo canario, morcillas canarias, mojo o aceitunas en escabeche, aquellas que fueron la debilidad de Galdós.

En el libro de Domenech no faltaban dulces tradicionales de las islas. Incluyó por ejemplo conserva de guayaba, quesadillas, bienmesabe, roscas de maíz o gofio dulce además de licores caseros (vino de berro y licor de eucalipto), remedios medicinales y trucos domésticos y de belleza. En 1959 fue calificado de rareza bibliográfica y de «bellísimo capítulo del folklore canario». A eso habría que añadir que muy seguramente fue el primer libro de cocina impreso en Canarias y dedicado a la gastronomía de aquellas tierras. Encontrarlo, quien sabe si escondido en alguna biblioteca privada o en algún archivo, sería un auténtico acontecimiento y un gran paso en el estudio histórico de nuestras cocinas regionales. Así que ya saben, si por un casual tiene ustedes en casa este recetario dedicado a los «poco inteligentes en el arte culinario», háganlo saber. Habremos hallado un fantasma.

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