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guillermo elejabeitia
Martes, 12 de mayo 2020
Cocinero de raza, empresario de éxito y líder de masas. José Andrés es a día de hoy probablemente el español más famoso en Estados Unidos, pero no tanto por la espectacularidad de sus platos, sino por su arrojo a la hora de poner su ... oficio al servicio de quien más lo necesita. Dos veces nominado al Nobel de la Paz por su labor al frente de la ONG World Central Kitchen, este martes el chef asturiano tomó parte en esa larga conversación virtual entre profesionales que se está desarrollando en Gastronomika Live, el aperitivo digital del veterano congreso San Sebastián Gastronomika. Aprovechó para reflexionar sobre las consecuencias de la pandemia, ofrecer pautas a los gobiernos y reformular el significado de la palabra cocinero. «Si se trata de dar de comer a la Humanidad, ¿quién mejor que nosotros?».
Desde su casa en Washington, vestido con chaquetilla de cocinero y su inconfundible gorra, José Ramón Andrés Puerta -mundialmente conocido como José Andrés- respondió a las preguntas del crítico Carlos Maribona y el presidente de la división de Gastronomía de Vocento, Benjamín Lana, en el tono llano y directo que le caracteriza. Fundador de un emporio hostelero con más de 30 establecimientos en Washington, Miami, Los Ángeles, Nueva York o Las Vegas, dedica sus tardes a repartir junto a su hija lotes de comida entre los indigentes. Y espera que cunda el ejemplo.
«Podemos tener un bar en un barrio humilde o un restaurante elegante en el hotel más caro del mundo, pero los cocineros nos vamos a tener que comprometer cada día más con que no haya hambre en el mundo», afirmó el chef asturiano. «Está muy bien ser la profesión más creativa, pero tenemos mucho más que aportar», añadió. Pero no se trata solo de «ofrecer un plato de comida gratis en un momento difícil, eso es algo temporal», el sector de la alimentación «debe ser parte de la solución» a la «pandemia de hambre» que la Humanidad lleva generaciones viviendo.
«Los cocineros estamos acostumbrados al caos, a multiplicar los panes y los peces, en una emergencia somos los soldados perfectos», sostiene José Andrés. Quizá fuera esa reflexión la que le llevó hace una década a poner en marcha un ejército de cocineros para alimentar al mundo en situaciones límite como la que vivió Haití tras el terremoto de 2010. Desde entonces su ONG World Central Kitchen ha intervenido en República Dominicana, Nicaragua, Cuba, Uganda, Puerto Rico o Camboya para atajar las consecuencias humanitarias de desastres naturales con una eficacia que se echa en falta en las administraciones públicas.
«Los gobiernos son lentos, tienen que adaptarse más rápido a las situaciones de crisis», advierte el chef, que deja una idea en el buzón de sugerencias del Ejecutivo español: «El excedente de producción que no tiene cabida en el mercado debería ser comprado por el Estado para ponerlo a disposición de los Bancos de Alimentos». Reconoce que nunca pensó que tendría que intervenir en España, pero atribuye el éxito de su implantación -quince cocinas activas que llegan a 35 ciudades y más de 200 cocineros implicados- a la buena disposición del gremio, que «estaba deseando ayudar».
En Estados Unidos ha conseguido poner de acuerdo a republicanos y demócratas para reconvertir los restaurantes cerrados en cocinas comunitarias, pero se resiste a asumir un papel de liderazgo. «Si exageramos la importancia de ese líder puede ser contraproducente, creo mucho más en la fuerza de la comunidad que en la del individuo». Maribona comparó su dimensión social con la que protagonizó Ferran Adrià en el plano creativo, pero José Andrés recordó que la grandeza de Adrià «no fue querer ser líder, sino trabajar duro y ser generoso al compartir el fruto de su trabajo». Una generosidad que, por cierto, está en la génesis de congresos culinarios como el que auspicia Gastronomika Live y que han servido «para crear esta gran familia mundial de cocineros» capaz de tejer redes de solidaridad en tiempos difíciles.
Parece imposible apear a Martín Berasategui de su proverbial optimismo. El chef con más estrellas Michelin del mundo participó este martes en Gastronomika Live desde la cocina de su casa para preparar una de sus recetas emblemáticas y reflexionar sobre la tradición culinaria vasca, sobre las nuevas generaciones de cocineros o sobre la crisis del sector. «Tenemos que coger esto en plan positivo, volveremos a ir en cohete, a sonreír, a pasárnoslo bien y a darnos abrazos», afirmó con aplomo el de Lasarte.
Frente al clima de incertidumbre y desasosiego que vive la profesión, Berasategui prescribe calma: «Ahora estamos en manos de la ciencia, nosotros a lo nuestro, a cocinar y a seguir ilusionando a la gente. Esto ha sido un parón pero nos hará más fuertes, mejores personas y profesionales».
Hace falta mucha templanza para hablar así teniendo 15 establecimientos cerrados a cal y canto desde hace casi dos meses, pero en 44 años de trayectoria Berasategui ha vivido situaciones de todos los colores.
Recordó sus inicios en el Bodegón Alejandro y el ejemplo de su madre y su tía, «que me enseñaron el abecé no solo de la cocina sino de la vida», enfatizó.
Contó cómo trabajaba de sol a sol seis días a la semana, «y el día libre me levantaba a las 4.30 de la madrugada para ir a Francia a aprender», o cómo Eusebio Balda, pastor de Igeldo, le prestó el dinero para hacer la primera reforma en el restaurante. Esa que le pondría en la senda de las estrellas Michelin.
Habló de aquella generación irrepetible de la Nueva Cocina Vasca en la que fue el benjamín y de las nuevas generaciones para las que ha sido maestro: «No hay nada que me produzca más orgullo que ver recoger estrellas a cocineros que han pasado por mi casa». Y todo ello mientras cocinaba en directo para los participantes de Gastronomika Live unos apetecibles lomos de merluza con kokotxas al pil pil.
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