Alfonso XIII fotografiado al desembarcar en Marsella el 15 de abril de 1931y plato de bullabesa. Archivo ABC

Alfonso XIII, el exilio y la bullabesa que no fue

GASTROHISTORIAS ·

Es falso que tras el triunfo de la Segunda República el rey anduviera más preocupado por comer sopa bullabesa en Marsella que por su propia familia o por la situación política que dejaba atrás en España

Ana Vega Pérez de Arlucea

Sábado, 22 de agosto 2020

Tras la polémica salida del rey emérito de España y los rumores (ahora confirmados) de su viaje a Emiratos Árabes Unidos no han faltado quienes tiraran de archivo para comparar la situación actual de Juan Carlos de Borbón con la de su abuelo Alfonso XIII. ... También él se fue precipitadamente del país y no por falta de escándalos económicos o de líos de faldas, sino por la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931.

Publicidad

Esa misma tarde el rey Alfonso XIII (1886-1941) cogió las maletas y salió de Madrid para nunca más volver. Entonces no lo sabía, pero desde entonces hasta su muerte en Roma diez años después no pondría nunca de nuevo el pie en España. Don Alfonso no fue quizás una persona ejemplar y desde luego tampoco el mejor monarca posible, pero le persigue una injusta y falsa leyenda que durante estas últimas semanas ha vuelto a salir a relucir para, supongo, probar su inmoralidad y de paso ciertos paralelismos con su nieto. No sabemos qué estará comiendo don Juan Carlos en Abu Dabi, pero seguro que no ha podido probar una sopa bullabesa como la que desde hace décadas se atribuye al capricho de su abuelo recién salido al exilio. Se suele dar por bueno el cuento de que cuando abandonó el país en barco rumbo a Francia, lo primero que hizo el rey destronado al bajar a tierra en Marsella fue embaularse una tradicional bullabesa de pescado en este puerto provenzal. Lo escandaloso no es que el rey comiera ni que la desgracia no le hubiera quitado el apetito, sino que supuestamente hizo remover Roma con Santiago para conseguir que le sirvieran su capricho a deshoras, más ocupado en satisfacer sus deseos que en pensar en su país, en su papel institucional o en su mujer e hijos, que se habían quedado en Madrid a a espera de coger un tren en dirección a París.

La historia de la bullabesa real se ha repetido por activa y por pasiva, pero hasta ahora nadie ha dado datos o citas que la fundamenten. La contó por vez primera –que yo sepa– en 1998 María Emilia González Sevilla en su libro 'A la mesa con los reyes de España', explicando que «cuando Alfonso XIII abandonó España desde Valencia, rumbo a París, desembarcó en Marsella como primera etapa de un vieja sin retorno. Allí él y su mayordomo el duque de Miranda buscaron alojamiento en el mejor hotel de la ciudad. Pero no había habitación. Don Alfonso se identificó como el rey de España y el conserje, abochornado e ignorante de que estaba ante un rey exiliado, se disculpó y les asignó unas habitaciones que mandó desalojar y habilitar de inmediato. Pero Alfonso XIII lo que deseaba en ese momento era almorzar una bullabesa, antojo que le confesó al de Miranda. Como a la puerta del hotel empezaron a concentrarse algunos periodistas enterados de la llegada del monarca a la ciudad y de la situación en España, Alfonso XIII y sus acompañantes salieron del hotel por una puerta de servicio y consiguieron llegar al restaurante del puerto y almorzar su ansiada sopa de pescado». Ojo aquí porque el rey no salió de España desde Valencia, sino desde Cartagena en la madrugada del 14 al 15 de abril. Tampoco llegó a Marsella sin saber en dónde se alojaría: tal y como cuenta la prensa de la época al desembarcar cogió directamente un taxi que le llevó al famoso Grand Hotel Noailles-Métropole, uno de los mejores de una ciudad en la que desde hacía al menos 24 horas se oían rumores sobre la escala que el rey haría allí de camino a París para encontrarse con su familia.

La misma historia sin fundamento ni fuentes comprobadas se contaría sobre la bullabesa de Alfonso XIII en 'Yantares de cuando la electricidad acabó con las mulas' (Miguel Ángel Almodóvar, 2009) y de mano de Jaime Peñafiel en sus obras 'La mesa está servida, Majestad' (2011) y 'Anécdotas de oro' (2019), dando detalles como que el barco con el rey a bordo atracó en Marsella a mediodía y que su ansia de sopa de pescado asomó a las 3 de la tarde, hora en la que los restaurantes ya estaban cerrados.

Es tan fácil como asomarse a la hemeroteca para rebatir todo esto. El periódico marsellés 'Le Petit Provençal' fue el primero en dar el 17 de abril de 1931 la noticia de la presencia del ex-rey español en suelo francés. El runrún que desde hacía días situaba a don Alfonso en Marsella permitió que hubiera reporteros a pie de puerto y que le sacaran varias fotografías cuando al alba del día 16 de abril (exactamente a las 5.45 de la madrugada) el crucero de la armada Príncipe Alfonso atracó en el puerto. Desde allí la prensa le siguió hasta el hotel Noailles, ante el que dio un par de rápidas declaraciones («no he abdicado, tan sólo he dejado a mi pueblo para evitar una guerra civil») y en donde descansó desde las 7 de la mañana hasta las 11. A mediodía cogió en compañía de su escueto séquito un tren a París, así que no tuvo mucho tiempo en Marsella ni para comer sopas ni para nada más. El director del hotel, monsieur Benoit, contó a los reporteros que el rey había desayunado en el mismo hotel y lo único que enlaza con el cuento de la bullabesa es que según este señor el monarca había comido con buen apetito. Si se le antojó o no sopa de pescado para desayunar no lo sabemos, pero sí que el Noailles puso un magnífico servicio de cocina a su disposición y que no le hubiera hecho falta salir a ningún garito portuario a comer la dichosa bullabesa de la ignominia. Ya ven que podemos echarle echarle en cara muchas cosas a Alfonso XIII, pero no que se fuera de picos pardos culinario el primer día de su exilio.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad