¿Hay otros dulces típicos de Reyes aparte del roscón?
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Supo hacerse con la hegemonía repostera de esta festividad a mediados del siglo XIX, haciendo que otras recetas típicas de la Epifanía cayeran en el olvidoEspero que tengan ustedes ya reservado el roscón para este próximo lunes día 6, y si no, que anden pensando en amasar de lo lindo, porque en caso contrario les esperan colas kilométricas en la pastelería o —el destino no lo quiera— el último roscón ... reseco de supermercado. En un país en el que las fechas rojas del calendario suelen venir acompañadas de su correspondiente dulcería, no creo que haya otra fiesta aparte del Día de Reyes en que todo hijo de vecino a lo largo y ancho de España coma exactamente el mismo postre. Piénsenlo. La variedad confitera navideña es casi infinita, igual que la de Semana Santa o Difuntos, pero en Reyes parece que sólo hay un dulce posible: el roscón. Con más o menos frutas y con uno u otro relleno, la misma receta se replica de un lado a otro del país y así pasa desde mediados del siglo XIX, cuando las clases burguesas de Madrid adoptaron el francés gâteau des rois o pastel de reyes.
El año pasado les conté aquí cómo ocurrió esa asimilación dulcera y también aporté varias recetas históricas para esclarecer si las controvertidas frutas escarchadas son o no imprescindibles en el roscón. Pero lo que no habíamos tocado es el espinoso tema de si hubo otros postres de Epifanía antes de que la fiebre rosconera nos invadiera. Y alguno sí que hubo, fulminado y defenestrado para siempre por su exitoso rival de origen galo, ay. Uno de ellos aparece por ejemplo en el 'Manual del repostero doméstico', un recetario publicado por entregas en 1866 por el pastelero madrileño José M. Blanca, dueño de una confitería en la calle San Lorenzo número 11 de la capital. Su obra prometía descubrir los secretos de «trescientas sesenta y cinco recetas para hacer platos de postres», una para cada día del año, y por lo tanto no podía faltar una fórmula pensada para el 6 de enero. El señor Blanca eligió una «torta de Reyes» bastante sofisticada pero similar en esencia a las tradicionales tortas o bizcochos rellenos que hasta ese momento habían endulzado la fiesta de la Epifanía.
Manual del repostero doméstico (José M. Blanca, Madrid, 1866)
«Se estienden media libra de vizcochos en una fuente bastante honda; se echa una libra de fresa en un cuartillo de almíbar bien clarito y después de 5 minutos se vierte todo sobre el vizcocho. Se cubre esto con una libra de huevo hilado y se adorna todo alrededor con fresones acaramelados; en el centro se ponen 5 lengüetas de vizcocho y encima un montoncito de fresa al natural polvoreada tan solo con azúcar» (sic).
Otro ejemplo lo tenemos en el magnífico recetario 'Mi plato, cocina regional española' (1942), del cocinero catalán Ignacio Doménech. En este libro vienen muchas fórmulas casi desconocidas hoy en día, típicas de la cocina rural de las distintas regiones de España, y no falta un dulce de Reyes que en su momento —y antes de la llegada triunfal del roscón— estuvo asociado a la gastronomía cantábrica y a sus tradicionales compotas navideñas de manzana. Les aviso de que es muchísimo más fácil de hacer que un roscón, así que si se ven apurados este fin de semana siempre pueden probar a elaborar este simpático aunque olvidadísimo postre. Igual lo volvemos a poner de moda.
Mi plato, cocina regional española (Ignacio Doménech, Barcelona, 1942)
«Es muy parecido, este postre al Apples-Cake de la cocina inglesa. Lo he visto hacer en familias españolas que conocían ese postre desde los más remotos tiempos. El caso es que se trata de una cosa fácil y exquisita.
De la corriente compota de manzanas, recogeremos lo que supone la cantidad de cuatro manzanas bien escurridas de jarabe, las pasaremos por un tamiz; recogido luego el puré resultante, le mezclaremos dos huevos enteros y una yema, un poco de canela en polvo y un poquito de azúcar, se bate bien durante ocho minutos; luego escogeremos un molde flanero, lo engrasaremos interiormente con buena mantequilla, en el fondo se puede (o no) adornar con bizcochitos de soletilla, se llena con la composición de manzanas, y se hace cocer al baño maría, igual que un flan o un pudin cualquiera. Cuando queda cuajado, se retira, y se vuelca en una bonita fuente, cuando quede bien frío.
Con trozos de este postre también se suelen preparar unos magníficos emparedados. Lo esencial, es que se trata de un dulce muy delicado».
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