Un chef de Bilbao mantiene su restaurante al recaudar en 7 días 30.000 euros con una oferta de menús

Con el estallido de la pandemia no le quedó otra alternativa que el cierre. Pensó, «como todos», que la crisis se solucionaría «en tres semanas, todo lo más en un mes». Sus cinco empleadas pasaron a un ERTE, pero tiró de su bolsillo para completarles «el total» de la nómina. «Una es madre soltera con dos hijos a su cargo, otra está separada y tiene también cargas familiares...». Y luego estaba su situación: él, su mujer y dos hijos viven del Lar. «Y tenemos que comer y cenar todos los días», subraya.

Con «0 ingresos» desde el 14 de marzo se hundió. Le seguían llegando «las hipotecas del piso y del restaurante» y, además, se le juntaban «los pagos» a los proveedores. «Estaba cerca de la bancarrota», confiesa. Solicitó, sin éxito, «créditos ICO» y reclamó ayuda a Elkargi. «Pero me comentaron que no cumplía los requisitos. Lo intenté todo. Dije 'algo tengo que hacer'».

Pero ¿qué? Hasta que tirando de contactos se le ocurrió ofrecer a sus mejores clientes un bono prepago de menús para disfrutarlos cuando el restaurante volviera a reabrir las puertas. «Si es que las volvía a abrir», reconoce, «porque lo vi perdido». El pasado jueves empezó a enviar mensajes a través de WhatsApp. Teniendo en cuenta que el tique medio de su carta sale por 50 euros, propuso dos tipos de bonos: cinco menús a 40 euros cada uno y otro de 10 a 30. Ofreció a sus clientes la posibilidad de realizar los pagos a través de bizum o mediante transferencias en su cuenta corriente.

Y sucedió lo inesperado. «El banco le avisó que «me estaban entrando unas cantidades desproporcionadas». Hasta ayer contabilizaba más de 30.000 euros con las aportaciones de 70 personas. Los comensales no corren ningún riesgo de indigestión, ya que dispondrán de dos años para dar buena cuenta de los platos. Porque Justo tiene claro que el Lar sigue. «Me repetía continuamente 'en septiembre habríamos cumplido 15 años'. Ahora sé que los vamos a hacer», se felicita. El chef se sentía ayer «como James Stewart en 'Qué bello es vivir'». Pero hay algo que le reconcome: «Lo que no han hecho los bancos ni la administración pública, lo han tenido que hacer amigos y clientes».