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Ana Vega Pérez de Arlucea
Sábado, 14 de agosto 2021, 21:08
Navidades de 1979. En un hogar de la ciudad inglesa de Gloucester un hombre hojea el libro de cocina que le ha regalado a su esposa cuando, de repente, una página capta podero-samente su atención. Del pastel de milhojas que aparece en la fotografía ... no le interesa la re-ceta, sino la mezcla final de texturas: decenas de capas de crujiente hojaldre rellenas de cre-ma. Por deformación profesional –bendita sea– inmediatamente imagina cómo sería adaptar ese mismo formato al tipo de producto que él maneja todos los días: helado.
Kevin Hillman trabajaba como desarrollador técnico de producto en la mayor fábrica de helados del Reino Unido cuando concibió la Comtessa a partir de un milhojas. Al menos eso es lo que cuentan en Unilever acerca del origen de la tarta helada más popular del mundo. La historia parece bastante verosímil ya que no sólo la estructura de este dulce es muy similar a la de un pastel de hojaldre (finas capas de chocolate separadas por varios pisos de rizado helado) sino que además cuando salió al mercado lo hizo como un postre especial de Navidad.
Hillman y sus compañeros Ian Butcher y Gordon Carrick diseñaron la maquinaria nece-saria para hacer realidad su idea y solicitaron la patente hace 39 años, exactamente el 24 de agosto de 1982. Unilever, grupo empresarial al que pertenecía la marca de helados inglesa Wall's, sacó a la venta la tarta para la campaña navideña de ese mismo año en todos los países en los que operaba. Holanda, Alemania, Italia, Francia, Portugal… Pero cuando lo quiso hacer en España se encontró con un problema. El nombre que habían elegido y que se aplicaría a la tarta a nivel mundial, Viennetta, aún no les había sido concedido como marca en nuestro país. Su filial española, Frigo, había solicitado en febrero del 82 el uso de «Vienetta» y se había estampado contra un muro burocrático. A la concesión del dichoso nombre se opusieron diversas marcas más o menos similares como «Las Vienesas», «Vienesines» y «La Vienesa» y mientras se abrían procedimientos administrativos, recursos y alegaciones el tiempo corría. Frigo y Unilever querían vender la tarta fuera como fuese, sin esperar más. Atajando por el camino del medio decidieron que la Viennetta española se llamaría de otra forma y punto.
Así fue como nació nuestra particular Comtessa, reina del helado nostálgico y de las sobremesas en familia. En ningún otro país del mundo se llamaba así, pero eso no impidió que el producto triunfara en las tiendas españolas. Asociada inicialmente al lujo y la sofisticación culinaria, la Comtessa se colocó rápidamente como líder de un mercado (el de las tartas heladas) en el que hasta entonces había mandado Camy. Esta última empresa, en manos de la multinacional Nestlé desde 1968, se tomó la revancha al comercializar años más tarde una tarta helada de vainilla y chocolate llamada… «Vienesa». Se parecía a la de Frigo en el blanco del ojo nada más, pero aquel movimiento seguro que escoció en las oficinas de Unilever.
La Vienesa de Camy acabó desapareciendo y pocos años después Frigo optó, en aras de la eficiencia, por quitarse de encima marcas duplicadas e innecesarias. Una de las sacrificadas fue Comtessa, que en 1998 fue rebautizada como Viennetta y pudo por fin sumarse a la gran familia internacional de las Viennettas. Craso error. Todo el mundo siguió llamándola Com-tessa aunque en el envase pusiera otra cosa: el uso del nombre original se convirtió práctica-mente en un signo de rebeldía, de añoranza por los buenos momentos de los 80 y 90. La Comtessa nunca fue olvidada y Unilever se topó con que, en contra de todas las reglas del márketing racional, los consumidores españoles seguían asociando su producto a un nombre comercial que ya no existía. 20 años después de su desaparición oficial Comtessa volvió a ocupar su trono en la sección de congelados y ahí sigue, recordándonos que la nostalgia hela-dera es de armas tomar.
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