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Gastronomía

Aprender a catar un vino en tres pasos

Hablamos con Agustín Santolaya, de Bodegas Roda, para saber cómo exprimir la fase visual, olfativa y gustativa de un caldo

Mikel Madinabeitia e Izania Ollo

Jueves, 2 de enero 2025, 06:55

Brindar con una copa de vino en las ocasiones especiales nunca pasa de moda. Con tu pareja, con amigos, en familia o estando solo, saborear un caldo –mejor si es bueno– es un placer. Para los conocedores de la materia, no hay muchos secretos. Se mueven como pez en el agua. ¿Pero qué hay de los neófitos? ¿En qué detalles hay que fijarse? ¿Pueden disfrutar de esta ceremonia?

La respuesta es positiva. Claro que se puede salir airoso de este desafío. Con unas nociones básicas que repasaremos a continuación, el cliente puede adentrarse en este universo con información que le resultará útil.

Hablamos con el experto Agustín Santolaya. El director general de Bodegas Roda, un gran comunicador que personifica la elegancia, el don de la palabra y la pasión por el vino, es un guía ideal para saber cómo moverse en esta ceremonia sensorial.

Aspectos relevantes como la temperatura, el tipo de copa o la luz y el lugar serán la primera toma de contacto del aficionado que quiere hacerse mayor. Que quiere disfrutar.

  1. Temperatura

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  1. Copa

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  1. Lugar

Tiene que ser un espacio en el que no haya aromas que te puedan confundir. Tiene que ser un lugar neutro. La cocina no es un buen sitio.

  1. Luz

La sala debe estar bien iluminada, lo más parecido a la natural o luz blanca. La superficie que sea blanca o clara.

La cata en tres fases

Después viene lo importante. Después viene lo mejor. Cuando se fusionan la fase visual, olfativa y la gustativa. Cuando el cliente y el caldo entran en contacto de manera íntima. ¿Por qué tiene ese color? ¿A qué huele este vino? ¿A cereza, a regaliz? ¿Y por qué entra suave pero acaba dejando poso? O al revés, ¿por qué va de más a menos?

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    Color: la edad del vino

Bien. Ya tenemos la copa servida. No hay que llegar al borde; la medida ideal es un tercio. ¿Qué se hace a partir de ahora? Si toda primera impresión se define a través de la vista, los vinos no son una excepción. Así, se aconseja inclinar la copa 45º para empezar a apreciar los colores.

¿Qué colores? Santolaya toma la palabra: El tinto, por su parte, tiene varios detalles para fijarse. Empezando por la capa o la intensidad de color. «Se pone un papel por detrás y ves si puedes verlo o no. Sí se puede con uva garnacha o pinot noir, y no con graciano o tempranillo», resume.

El color del fondo de la copa es otro detalle importante. «Los tintos jóvenes suelen ser brillantes y tienen tonos rubí o cereza, mientras que los crianza o reserva presentan, a menudo, una tonalidad teja».

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«El blanco, por su parte, oscila de colores pajizos a ámbar. Cuanto más dorado, más años tiene. Si no tiene color nos habla de una elaboración pulcra, de quirófano, más primario».

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    Nariz: memoria olfativa

En el segundo paso de la degustación se debe apelar a los recuerdos y encontrar aromas que ya se han incorporado previamente. Santolaya se detiene. Habla pausado. Como si su nariz revoloteara por la copa. «El vaso debe estar parado para captar los aromas más sutiles, los primeros en salir. Luego hay que introducir la nariz y aspirar. En movimiento, al girar la copa en reiteradas ocasiones, salen los aromas más densos. Se introduce otra vez la nariz y se hacen inhalaciones cortas pero profundas, suaves pero reiterativas, para que los aromas secundarios y terciarios se desplieguen y se descubra todo el potencial aromático», describe.

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    Boca: el placer más absoluto

Después de visto y olido, llega el que para la mayoría es el momento más placentero. Probarlo. Es recomendable retener el vino durante algunos segundos en la boca para que revele su textura, consistencia, untuosidad y cuerpo. «Lo primero es la sensación táctil. Si percibimos seda, terciopelo, lija... Hay que pasar el vino entre el labio de arriba y la encía, donde hay mucha sensibilidad, para ver si pasa suave o agarrado», relata.

Después de analizar la textura, toca el sabor: «Puede ser a mineral, madera, azúcar, frutos rojos, tabaco, cacao...». Finalmente, hay que ver cómo fluye el vino desde la entrada hasta el final. «Algunos entran potentes y se vacían; otros entran moderados y crecen...», cuenta.

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Un universo infinito, pero con un punto en común. Como dice el antiguo proverbio latino: in vino veritas.

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