Las «torrijas» del romano Apicio
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Varios antepasados de nuestras famosas torrijas cuaresmales aparecen en el recetario de la Antigua Roma 'De re coquinaria'Ana Vega Pérez de Arlucea
Madrid
Sábado, 9 de marzo 2019, 02:27
Comienza la Cuaresma y con ella, las torrijas inician su conquista anual de las cartas de restaurante. No hay menú que se resista a ellas e incluso algunas afortunadas, en clave de lujo y con pátina moderna, resisten durante todo el año a base de ... incorporar brioche y quenelle de helado en vez de humilde pan corriente y moliente. Y sin embargo hubo un tiempo lejano en el que las torrijas, en su neta sencillez original de pan, leche, huevo y miel, fueron el súmmum de la exquisitez, dignas de un banquete palaciego o bocados exclusivos de un momento muy concreto: el parto y el posterior puerperio.
Durante siglos fue habitual en España, Portugal y otros países de nuestro entorno agasajar a las mujeres recién paridas con «torrejas» o «rebanadas de parida» debido a que sus ingredientes eran considerados de digestión fácil a la vez que altamente fortificantes. Cuando nacía un niño, amigos y familiares llevaban a la madre torrijas ya elaboradas o materia prima con la que hacérselas: pan blanco o de harina de flor, leche (de cabra, oveja, burra o vaca), huevos, especias y miel o azúcar. Esta asociación entre maternidad y torrijas estuvo presente en nuestro país desde la Edad Media hasta mediados del siglo XIX, momento en el que gracias a que sus ingredientes cumplían los preceptos de vigilia, pasaron también a ser típicas de Semana Santa. Hoy en día nadie salvo los sefardíes (quienes las siguen llamando «revanadas de parida» en ladino) recuerda la íntima relación que unió a las torrijas con los partos, y en España se elaboran principalmente durante las semanas de Cuaresma o en otros momentos festivos como Carnavales (en el País Vasco) y Navidad (en Cantabria).
¿Quién inventó la receta? La sencillez de su receta nos da pistas acerca de su antiquísima historia: los primeros antecedentes los encontramos en el recetario 'De re coquinaria', la única colección que conocemos de fórmulas culinarias de la Antigua Roma. Atribuido al rico y glotón Marco Gavio Apicio (I d.C.), este libro de cocina fue compilado en torno a los siglos IV y V de nuestra era y seguramente recibió el nombre de Apicius como homenaje al que fuera uno de los más grandes gastrónomos —y despilfarradores— de la Roma clásica. En otra ocasión hablaremos de él pero hoy nos centraremos en las recetas «torrijeras» que bajo su invocación se incluyen en el séptimo capítulo (Polyteles o El cocinero suntuoso) de 'De re coquinaria'.
Allí aparecen los dulcia domesticae o dulces caseros, entre los que brillan dos recetas muy simples que recuerdan extraordinariamente a nuestra torrijas contemporáneas. Para aquellos a los que se les haya olvidado el latín que aprendieron años ha incluyo la traducción aproximada.
Aliter dulcia: musteos Afros optimos rades et in lacte infundis. cum biberint, in furnum mittis, ne arescant, modice. eximes eos calidos, melle perfundis, compungis ut bibant. piper aspargis et inferes.
Otra receta de dulces: Remoja en leche buenos panecillos de mosto africanos, sin corteza. Cuando estén embebidos mételos en el horno sólo un momento, para evitar que se sequen. Sácalos y úntalos con miel mientras estén calientes, pinchándolos para que la absorban. Espolvorea con pimienta y sirve.
Aliter dulcia: siligineos rasos frangis, et buccellas maiores facies. in lacte infundis, frigis [et] in oleo, mel superfundis et inferes.
Otra receta: Corta en trozos grandes un pan de harina de flor. Ponlos a remojar en leche, fríelos luego en aceite, úntalos con miel y sirve.
En tiempos de Apicio no se bañaban las torrijas en huevo batido antes de freírlas ni se usaba azúcar (que llegaría a Europa en la Edad Media), pero es un ilustre ejemplo de cómo algunas recetas que seguimos disfrutando hoy en día se remontan varios milenios en el tiempo.
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