Una oda a la paella en 1889
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El Almanaque del diario Las Provincias incluyó ese año una curiosa poesía dedicada a nuestra receta más internacional y a sus orígenes valencianosAna Vega Pérez de Arlucea
Sábado, 23 de noviembre 2019, 00:30
A no ser que sean ustedes residentes en o recurrentes visitantes de Torrevieja el nombre de Luis Cánovas Martínez (1857-1927) les dirá bien poco. Este abogado, escritor, músico y poeta torrevejense tiene una calle dedicada en su ciudad natal y en su día formó ... parte activa de la vida cultural tanto de Alicante como de Valencia, colaborando como autor en numerosos medios de comunicación. Para uno de ellos, el periódico Las Provincias, escribió en 1889 una curiosa poesía destinada a exaltar las virtudes de la paella como plato típico de la región.
Ya saben ustedes, porque aquí lo hemos comentado recurrentemente, que la paella se popularizó en España durante la segunda mitad del siglo XIX; tanto que en 1883 ya era tildada de «plato nacional» y habían surgido numerosas versiones alejadas de sus orígenes valencianos. No fueron pocos los autores que, ante este inopinado éxito, reivindicaron la «valencianidad» de la receta y disertaron sobre ella: desde el archivero Felipe Benicio Navarro hasta el político Emilio Castelar o nuestro protagonista de hoy, Luis Cánovas.
Su oda paellil fue incluida en el Almanaque de Las Provincias para el año 1889, un suplemento que se reglaba a los suscriptores del diario en enero y que ofrecía calendario, datos prácticos, reportajes y artículos especiales además de un repaso a la actualidad más destacada del año anterior. Y allí apareció 'La paella', un poema de Cánovas que hablaba de las bellezas de la ciudad de Valencia, del Miguelete, de sus mujeres y de «la sin rival, sabrosa, rica paella».
«[…] La paella, compendio, cifra y resumen /de todas las comidas del mundo entero / y en cuyo honor entona mi ahíto numen / un entusiasta canto de amor sincero.
¡Oh paella! En ti veo con gozo unidos /jamones y pescados, habas y coles / y junto a las gallinas, de orgullo henchidos / los pollos, las almejas, los caracoles.
Para todos los gustos tienes bocado, / ¡manjar el más sabroso de los manjares! / das al ateo carne y al fiel pescado, / y a los indiferentes das… calamares.
Has hecho en las cocinas revoluciones / no hay plato que aventaje tu innata gracia / y, si no se te admite en los salones / es porque representas la democracia.
¿Y qué son, bien miradas, las sociedades /que alumbra el rubio Apolo con su faz bella / desde las más remotas luengas edades, / sino una gigantesca social paella?
[…] Yo aseguro con fe completa / que a esta gente del siglo fría y flemática /ha de regenarla, cual soy profeta, / la paella, comida muy democrática. / Por eso en honor suyo canto este canto / y de mi lira toco las cuerdas viejas, / mientras otros poetas con triste llanto /entonan a sus Filis sentidas quejas. / ¡Oh, paella sublime, dulce ambrosía / imagen suculenta del mundo entero! / ¡Ay, cuántos pretendientes tiene en el día / el papel importante del cocinero!».
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