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Philip Glass, de 85 años, ha compuesto más de 25 óperas y la banda sonora de medio centenar de películas. R. C.
El talento múltiple de Philip Glass merece el Premio Fronteras del Conocimiento

El talento múltiple de Philip Glass merece el Premio Fronteras del Conocimiento

La Fundación BBVA distingue al camaleónico compositor por crear un estilo musical «único» que combina tradiciones culturales de todo el mundo

Miércoles, 23 de marzo 2022, 11:53

Philip Glass (Baltimore, 85 años), uno de los grandes genios de la música contemporánea, ha recibido el premio Fronteras del Conocimiento en la categoría de Música y Ópera, otorgado por la Fundación BBVA y dotado con 400.000 euros. «Con un estilo distintivo y un ... novedoso enfoque de la composición, ha abarcado diferentes tradiciones culturales de todo el mundo, forjando un estilo único y personal y siguiendo su propio camino con valor y convicción», decía el acta del jurado. En su fallo, define al genial músico estadounidense como «una figura internacional que atrae a un público de todas las generaciones» cuyas obras interpretan «las principales formaciones orquestales de todo el mundo».

De talento camaleónico, Glass es un alquimista de la música ha transitado por todos los géneros, del minimalismo y la música experimental a la ópera. Con su poliédrico talento, este dotado compositor ha abordado «los temas más significativos de nuestro tiempo», según destacó el jurado. «Su extraordinaria contribución a la creación musical y a la ópera ha tenido un gran impacto en la historia de la música de los siglos XX y XXI», agregaba el fallo. «Para crear la música que quería componer necesitaba encontrar un lenguaje diferente», declaraba un «emocionado» Glass tras saberse ganador del premio. «La ciencia es el segundo gran interés de mi vida tras la música», precisaba.

Autor de 26 óperas, catorce sinfonías, trece conciertos, nueve cuartetos de cuerda, obras para solistas de piano y órgano, una veintena de ballets y un sinfín de bandas sonoras, Glass ganó un BAFTA por 'Las horas'. Musicó la serie 'Qatsi' de Godfrey Reggio, iniciada con 'Koyaanisqatsi'. También 'Kundun', de Martin Scorsese; 'El show de Truman', de Peter Weir, o 'Una breve historia del tiempo, de Errol Morris, un biopic sobre Stephen Hawking.

Lugar y pensamiento

Para Glass, que llegó a la cima contra viento y marea y en la que lleva casi seis décadas sin hacer ascos a ningún género, la música «es alquimia», además de «un lugar concreto» y «un pensamiento». Fue fontanero, taxista, obrero y mozo de mudanzas para poder cumplir su sueño. Nunca cejó en su empeño, pero solo superados los cuarenta comenzó su ascenso, hasta erigirse como uno de los genios del minimalismo, del que fue pionero junto a Steve Reich, Terry Riley y La Monte Young. Fue el inicio de una carrera de obstáculos vencidos a base de talento y tesón que relató en sus memorias: 'Palabras sin música'.

Glass cambió el género operístico con las innovaciones formales que introdujo en 'Einstein en la playa' (1976). «La música y la ópera son como un sueño que transforma en oro lo ordinario, en un proceso que está al alcance de muy pocos», aseguraba este mago de los sonidos ante el estreno mundial en el Teatro Real de Madrid en 2013 de 'El americano perfecto', ópera dedicada a Walt Disney. En sus memorias explica que «piensa música» y que sus innovaciones parten «del respeto y el conocimiento de la tradición».«Mi cerebro es música».

Genial alquimista de la música contemporánea, fue pionero del minimalismo y cambió la reglas de la ópera

Cuando compone no piensa en la estructura, ni en la armonía, ni en el contrapunto, «ni en nada de lo que aprendí», escribe. «No pienso 'en' música, sino que pienso música» precisa. «Gran parte del trabajo de componer consiste en el esfuerzo para tratar de escuchar» explica. «¿Es esto lo que estoy oyendo?» y «¿Puedo describir lo que oigo?», son las preguntas clave de su proceso. Asegura que la música «es un lugar, tan real como Chicago o cualquier otro sitio que se le pueda pasar a uno por la cabeza, con todos los atributos de la realidad (profundidad, olor, memoria)».

Menor de los tres hijos de una familia judía de Maryland, la madre de Glass era bibliotecaria y su padre regentaba una tienda de discos. Aprendió a tocar la flauta de crío y se las tuvo que ver con su madre. «Si te vas a Nueva York a estudiar música, acabarás como tu tío Henry, malgastando tu vida y yendo de ciudad en ciudad y viviendo en hoteles», le amenazó Ida Glass recordando la atrabiliaria vida de su hermano, batería itinerante. No fue un freno para alguien que se ufana de tener muy desarrollado «un magnífico gen, el gen «me-da-completamente-igual-lo-que-pienses».

Tras graduarse en la universidad de Chicago y completar sus estudios en Europa, realizó un viaje iniciático a la India, se convirtió al budismo y, antes de emerger en la escena neoyorquina, trabajó como taxista, fontanero, camionero y obrero en una fábrica de clavos. «Nunca me molestó ganarme la vida como buenamente pudiera. Fue bueno» escribió. «Los años de trabajos de supervivencia, 24, nunca me pesaron. Mi curiosidad por la vida se impuso sobre cualquier menosprecio que pudiera haber tenido hacia el trabajo».

Todo cambió tras el éxito de 'Einstein en la playa'. En 1978, con 41 años, la Netherlans Opera le encargó la composición de 'Satyagraha'. Logró el reconocimiento internacional e inició una singular trayectoria en la que alternó iconoclastas composiciones y colaboraciones con el director teatral Robert Wilson. Además de al padre de la relatividad, ha dedicado óperas a genios como Galileo ('Galileo Galilei'), Franz Kafka ('El proceso'), Johannes Kepler ('Kepler'). Firmó también en 1992 'El viaje', encargo de la Ópera Metropolitana de Nueva York para el quinto centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América.

Colaborador con músicos tan dispares como David Bowie y Ravi Shankar, este profeta de la modernidad dice anclar su música en la tradición y bebe de todas partes. «El pasado se reinventa y se transforma en futuro, pero la tradición lo es todo», asegura en sus memorias. Cuenta cómo descubrió que los ruidos formaban parte de la música viajando en tren a Chicago, escuchando el chirrido de las ruedas sobre las traviesas. En Chicago escuchó a Charlie Parker, «el Johann Sebastian Bach del be-bop» y a John Coltrane, «capaz de extraer armonías que uno nunca podría haber imaginado que estuvieran en una melodía».

Tomás Marco, compositor, musicólogo y director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, presidió el jurado que premió a Glass y del que fue secretario Víctor García de Gomar, director artístico del Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Los vocales fueron Mauro Bucarelli, coordinador artístico de la Academia Nacional de Santa Cecilia (Italia); Raquel García-Tomás, compositora (España); Pedro Halffter, director de orquesta y compositor (España); y Kathryn McDowell, directora general de la Orquesta Sinfónica de Londres (Reino Unido).

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