La Granja es agua a raudales. El agua que cautivó al rey Felipe V para ordenar construir un palacio de corte versallesco con 26 grupos de fuentes ornamentales alimentadas por un sistema hidráulico único en el mundo que 300 años después sigue funcionando a la perfección. Ese mágico paisaje de arroyos y cascadas abriéndose paso entre hayedos y bosques de castaños ha inspirado al fotógrafo Javier Vallhonrat (Madrid, 71 años) para crear la exposición que se acaba de inaugurar en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso. La muestra llega de la mano de Patrimonio Nacional, PhotoEspaña y el patrocinio de Acciona, y se podrá visitar hasta el 15 de diciembre en las antiguas habitaciones de Alfonso XII, que se han abierto al público de forma extraordinaria para el evento, y que ofrecen las mejores vistas a los jardines históricos del Real Sitio segoviano.
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A través de 24 imágenes, el autor, Premio Nacional de Fotografía en 1995, se sumerge en la ruta del agua, desde su nacimiento en las cumbres de la Sierra de Guadarrama y su transición a través de torrentes y regatos hasta nutrir las fuentes monumentales que han dado fama y personalidad a los jardines del Palacio de la Granja, con sus potentes chorros que alcanzan los 47 metros de altura (el doble de Versalles).
Vallhonrat muestra en sus fotografías (dípticos y trípticos de gran formato) la relación entre la indómita naturaleza que rodea al palacio y el sistema hidráulico que alimenta los vistosos juegos de agua de sus fontanas.
«Trabajé sobrecogido por la música de las aguas que descienden más de mil metros desde las cumbres de Peñalara, nutriendo este ecosistema y alimentando el sistema hidráulico de los jardines», ilustra el artista, que durante diez días del pasado mes de abril recorrió «durante horas y horas» las zonas más agrestes y remotas de las 160 hectáreas del Real Sitio de la Granja con su Linhof Master Technika 4x5 a cuestas, una cámara analógica de gran formato que le acompaña desde hace 35 años.
Antes se había documentado leyendo libros sobre la historia del palacio y la vida de Felipe V, el primer monarca de la dinastía Borbón y nieto de Luis XIV, el rey Sol. «A diferencia de su abuelo que se colocó en lo alto del firmamento, Felipe V se colocó en lo alto de una montaña y esto es interesante porque lo hace un hombre con sensibilidad hacia la naturaleza», explica Javier, que ha captado la belleza y el misterio de esos paisajes líquidos que fascinaron al soberano español.
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Lejos de dirigir su mirada hacia la cara ornamental de las famosas fuentes de la Granja, el fotógrafo ha retratado la naturaleza indómita de sus aguas en sus primeros brotes y su doma mediante un ingenioso sistema de canalización. Esa metamorfosis es la que aparece reflejada en sus encuadres: el espectáculo de los torrentes de agua arrancando con violencia la tierra, hasta que esa fiereza se va amansando en los cauces de aguas cristalinas para finalmente penetrar en las tricentenarias cañerías de hierro fundido y plomo que aún conservan grabadas las fechas en que se averiaron y el nombre de quien las reparó. «Mi trabajo cuenta esa transición suave de lo indómito al momento previo a que las aguas entran en la mecánica de la fuente», detalla Javier, que asegura no estar interesado en la monumentalidad palaciega y sí en el monumento de la naturaleza, «el que más ignoramos».
«Mi idea de la Granja eran fuentes cortesanas al estilo Versalles y jardines trazados con tiralínea, por eso para mí lo sorprendente fue encontrarme con que unos cientos de metros más arriba te salía un corzo de debajo de los pies o te encontrabas con una cascada con un estruendo de agua maravilloso. Ahí te dabas cuenta de que ya no estabas en la Corte, estabas en Guadarrama», describe su flechazo con el enclave Javier, al que en esta aventura ha acompañado su hijo Pablo, que le ha ayudado en su imponente proyecto fotográfico.
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Los dos salían del apartamento antes del amanecer, cuando aún era de noche, y se dirigían a esas zonas altas, las menos visitadas y conocidas de los jardines de La Granja. Buscaban siempre las primeras luces del sol y las últimas del atardecer, por lo que Javier optimizaba el tiempo, consciente de que la luz que necesitaba para trabajar tenía una duración muy limitada. Y esos sutiles juegos de luz captados a diferentes horas del día por su Linhof están presentes en distintos 'fragmentos' fotográficos que extienden el 'tempo' de la imagen y la convierten en un espacio vivo. «La naturaleza es la expresión pura de que todo cambia y ese carácter cambiante y complejo lo he querido plasmar en las fotografías», señala Javier.
Pese a su emplazamiento puertas adentro del palacio, la exposición abre una ventana a 'mojarse' en las torrenteras de agua helada que se precipitan al fondo de las quebradas; a 'escuchar' el murmullo de los arroyos con sus reflejos cambiantes; y a 'oler' el bosque envuelto en un velo azulado que se hace más denso al declinar del sol. Son imágenes particularmente hipnóticas y atractivas, con esas aguas en constante movimiento hasta que se represan y las troneras las canalizan hacia los caños. Y también destilan magia y poesía pequeños detalles (unas gotitas de agua, un liquen, el brote de una ramita...) que aguardaban a ser revelados por la mirada de Vallhonrat.
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La muestra, vinculada a los 300 años de La Granja que se han cumplido este 2024, forma parte del proyecto 'Cuadernos de Campo', en el que colaboran Patrimonio Nacional, PhotoEspaña y Acciona para promover que grandes fotógrafos pongan en valor la riqueza natural de los Reales Sitios. Vallhonrat protagoniza este primer 'cuaderno' y como dice Ana de la Cueva, presidenta de Patrimonio, Javier «ha congelado en el tiempo fragmentos de agua». Para la directora de PhotoEspaña, María Santoyo, el fotógrafo «es uno de los artistas internacionales cuya relación con la naturaleza es más sincera», mientras que Isabel Gistau, directora de Marca Global de Acciona, subraya que la exposición de Vallhonrat es un compendio de «talento, arte y belleza». Y Luis Vallejo, encargado general del Palacio de La Granja, el hombre que más sabe de sus fuentes, de los parajes donde éstas beben y que hizo de cicerone al fotógrafo lo resume con acierto: «Esta exposición no solo se ve, se siente».
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