Llevan con honor el nombre del maestro fundador de su grupo de danzas. Justo del Río creó en 1968 uno de los poquísimos grupos de danzas de la época que no nació bajo la protección de ninguna institución. Ni política, ni económica. Por eso cuando ... se le pregunta a Regina Peñacoba, su actual directora, si son el grupo más antiguo de la ciudad, ni confirma ni desmiente esta afirmación.
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¿Por qué? Porque cuando nace el Orfeón Burgalés, en los primerísimos años 40 con Justo del Río cantando en la cuerda de barítonos, se produce un hecho que marca el inicio de los grupos de danzas burgaleses. «En 1940 se va a celebrar en Madrid, en el Teatro Monumental, el primer aniversario de la victoria Nacional en la guerra. Entonces Burgos, que había sido la capital de la España alzada no podía faltar en esa celebración a la que iba Franco y toda la cúpula del sistema», explica Regina.
«El Ayuntamiento decide enviar al Orfeón y Justo del Río convence a todos para llevar un grupo de baile. Cogió a varias niñas del orfeón infantil, recorrió los pueblos del alfoz de Burgos buscando trajes, consigue vestir a esas niñas, dos de ellas son sus hijas, y les enseña varios bailes de los danzantes del Ayuntamiento de Burgos. Se van para Madrid y tuvo tanto éxito gustó tanto que el Orfeón Burgalés se propuso formar un grupo de danzas adulto y mixto», continúa Regina. El germen del grupo Justo del Río estaba sembrado.
No fue hasta 1968, cuando Justo del Río abandona el Orfeón y se lleva al cuerpo de baile, cuando realmente nace su propio grupo de danzas. Otros grupos que nacieron bajo el amparo de la dictadura (bien gracias a la Falange o al Sindicato Vertical) vivieron años de inactividad o que les mantuvo en un limbo al no estar registrados como asociación al caer la dictadura, sin embargo suman sus años como experiencia de vida y de ahí el debate en la ciudad sobre cuál de los grupos es el más antiguo. Algo que para Regina no tiene mayor importancia: «Si lo somos nosotros o lo es el grupo de Danzas Castellanas Diego Porcelos, que procede de Educación y Descanso, el sindicato vertical, no es importante», repite, pues la defensa del folclore castellano está por encima de estos debates.
Y defender el folclore castellano no es sencillo en los tiempo que corren. Por ejemplo, en la participación de los hombres en estos grupos de danzas. Regina Peñacoba afirma con pasión que es algo complicado eso de mantener a los chicos en el grupo, aunque también se le escapa el orgullo al hablar de los suyos, que se mantienen al pie del cañón. «A lo largo del siglo XX el tema de la danza masculina en este país tan machista ha sido muy machacada. El hecho de bailar en un grupo hace unas décadas era verdaderamente difícil, había que luchar mucho contra las presiones sociales. Incluso hoy día me ha pasado mucho con algunos niños de la escuela, en pleno siglo XXI. Cuando es pequeñito sí, que baile, que está muy mono, pero cuando cumpla 8-10 años lo que tiene que hacer es jugar al fútbol. Y si no, que bailar es de maricas, te lo dicen los padres con toda la tranquilidad del mundo. ¿Se va venciendo la balanza? Sí, pero es difícil, porque te tiene que gustar mucho, tener mucho apoyo de tu familia, y que tus amigos, tu cuadrilla, no te dé la tabarra», asegura.
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En Justo del Río presumen de niños en la escuela, en la que se «forman» y logran que «haya buen rollo entre ellos y disfruten yendo a ensayar». Porque bailar requiere de sacrificios, de cumplir unos horarios de ensayo en los que a lo mejor sus amigos están disfrutando del ocio de otra manera. «Pero están haciendo algo único», asevera Regina, «jugar al fútbol lo hacen muchos, pero vivir un festival por dentro, conocer gente de diferentes razas y lenguas, visitar otros países o subirte a un escenario que te hace vivir emociones fuertes no lo puede hacer cualquiera».
Lo de visitar países no es una frase hecha. Hasta en 16 diferentes han bailado ya los integrantes de Justo del Río. «Los grupos de Burgos somos muy viajeros», confiesa su directora, aunque lamenta que ahora «es muy difícil viajar». «No solo por la pandemia, con la crisis anterior muchos de los festivales han desaparecido», afirma.
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Y es que desde 1968 han ocurrido muchas cosas. Los momentos malos o menos buenos también han existido en Justo del Río: «Hay momentos en los que pierdes un montón de recursos humanos y pasas una mala época, otros en los que la economía es desastrosa por circunstancias ajenas como pasa ahora con la pandemia, crisis internas... Estás sujeto a muchas corrientes».
En estos momentos hay que capear el temporal como se pueda. Tras dos años parados por la covid tocó volver a la actividad con la dinámica totalmente perdida. Porque después de muchos fines de semana de ensayos y festivales, de veranos sin parar, llegó el parón «y la incertidumbre». «No sabía si iba a perder a toda la gente, si alguno volvería, si perdería a todo el grupo juvenil», reconoce Regina. La situación no fue sencilla, desde marzo de 2020 hasta octubre de 2021 todo estuvo parado. Su local de ensayo es municipal y se ha regido siempre por las normas de la Junta de Castilla y León y los centros culturales no abrieron hasta octubre.
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Pero volvió la rutina. «Fue muy duro. Para mí la primera. La mente se dispersa, nos habíamos acostumbrado a otras cosas, a disponer del tiempo libre, que yo se lo llevo dedicando al folclore desde que tengo memoria, y hubo que tirar de un carro que estaba atascado», confiesa. «Estábamos todos desentrenados. En el primer ensayo de los músicos éramos incapaces de seguir un ritmo, las voces no salían después de año y medio sin cantar. Los bailarines, encima ensayando con mascarilla los pobres, estaban agotados. Empezamos por cosas muy suaves, animando a los que tenían dudas. Por suerte no he perdido a mucho, agradezco mucho que después de este periodo tan duro hayan seguido con nosotros», agradece.
Porque hubo muchos que estaban deseando volver a hacer algo que les apasiona, pero otros cambiaron sus vidas, incluyendo la paternidad. El grupo era muy grande y las bajas no han hecho peligrar su continuidad, pero Regina afirma que todos los grupos están aún «lamiéndose las heridas». Y sabe que es afortunada, Justo del Río lo forman varios cientos de socios, tiene 60 niños en la escuela y 30 adultos en la escuela de adultos. Además, hay 20 mujeres y 12 varones que forman el cuerpo de baile y un coro bien nutrido de 15 personas. Suficiente «masa humana para seguir trabajando».
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Y a pesar de todo, Regina sabe que necesitará «unos años para capear el temporal». «Soy consciente de que quizás el grupo que tenía no lo vuelva a tener», lamenta. Pero luchan por mantener lo que tienen, por ejemplo las joyas de su vestuario. «Tenemos algunas prendas que son del Orfeón Burgalés, así que de los años 60», explica. Una ropa que ha viajado y vivido mucho, por lo que tiene un valor incalculable. Un vestuario que se ciñe a los cánones de cómo debe ser.
Porque tras más de cincuenta años, varias crisis y una pandemia mundial que nunca imaginaron vivir, en el Grupo de Danzas Justo del Río siguen protegiendo y defendiendo el folclore castellano y burgalés para que aquello que el maestro les enseñó siga perdurando a lo largo de generaciones.
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