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Un escudo permite identificar un país, una localidad, una familia o a un equipo de fútbol. La historia de los blasones se remonta al siglo XI pero llega hasta la actualidad, donde se han modernizado y han incluido nuevos elementos. Sin embargo, el estudio de los mismos es importante para los historiadores, que pueden conocer a través de estas imágenes tan particulares muchos detalles del pasado.
Los escudos sirven, principalmente, para identificar a quienes los llevan. Los primeros fueron los de los templarios, allá por el siglo XI y XII, guerreros que pintaron una cruz roja sobre sus vestimentas y escudos para diferenciarse de los musulmanes durante las batallas.
El uso de estos distintivos heráldicos se extiende en los siguientes siglos, llegando a profesionalizarse la creación de los mismos en el siglo XV. En esos tiempos, los diseños de los escudos comienzan a «complicarse» y se añaden «muebles» o elementos como castillos, leones u hojas para distinguir unos de otros.
Debido a la cantidad de entidades, países, localidades y familias que quieren tener su propio escudo, a los blasones se les empiezan a añadir elementos que los distingan. Por ejemplo, en el timbre o parte superior de un escudo se pueden incluir elementos como la cimera (que puede ser una corona), un burelete, un yelmo o lambrequines.
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También se le añaden a los escudos figuras como leones, soportes o tenantes laterales, condecoraciones o lemas en la parte inferior para distinguir y aportar más información acerca de a quién representa.
Los escudos también comienzan a mostrar colores distintos y en diferente posición para perpetrar su condición de únicos. Por ejemplo, no es lo mismo colocar un color en la parte de arriba o «jefe», en el medio o «corazón» o en la parte inferior o «punta». Asimismo, la columna central tiene un espacio superior llamado «punto de honor» y otro debajo denominado «ombligo».
Cuando se realiza un escudo, los colores cambian su nombre. Así, el rojo será llamado «gules», mientras que el azul será «azur». «Sinople» será el verde y «sable» es el negro. Otros que conservan su nombre serán púrpura, oro y plata.
Por último, para situar estos colores, el escudo tiene que estar previamente dividido o partido. Este puede ser cortado, tronchado o tajado diagonalmente o cuartelado, como el de Castilla y León. En el vídeo superior se pueden apreciar más detalles acerca de la historia de los escudos y cómo se han ido conformando para que cada uno de ellos sea único en su representación.
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Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Natalia Sáez Ursúa | Burgos
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