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A Ava Gardner le encantaba cocinar. No parece que conjugue demasiado con su imagen de diva hollywoodiense ni con su desenfrenado estilo de vida, pero es cierto. Claro que no lo hacía como ustedes o como yo, sino a las tantas de la madrugada, recién ... llegada de algún fiestón en Chicote y con el vestido de alta costura a medio desabrochar. Si han visto ustedes la serie 'Arde Madrid' (Movistar +, 2018) sabrán que incluso en blanco y negro, las peripecias de la actriz americana en el Madrid de los años 60 desprenden color, extravagancia y libertad.
Eso fue lo que Ava Lavinia Gardner (1922-1990) buscó en España, huyendo de su malogrado matrimonio con Frank Sinatra, y lo que irónicamente encontró a raudales en un país con dictadura y prácticamente economía de posguerra. La famosa condesa dezcalza probaría aquí las mieles reservadas a un reducido número de privilegiados, ésos que tomaban el aperitivo en Chicote, luego comían en Jockey, merendaban en Embassy, cenaban en Casa Botín y acababan la noche con una juerga flamenca. De vuelta a casa en el célebre piso de la calle Doctor Arce, donde los vecinos Perón intentaban inútilmente pegar ojo, Ava y sus secuaces preparaban cócteles, hacían tortilla de patata (el libro 'Beberse la vida' recuerda cómo preparó una con Amparo Baró y Vicente Parra) o asistían al incomparable espectáculo de ver a la actriz metida en el fogón.
Aunque siempre tuvo asistentes, secretarios y servidumbre varia, fue Gardner quien les enseñó a elaborar sus recetas preferidas y también quien muchas veces cocinaba los domingos para sus amigos. Casi siempre carne asada como roastbeef y cordero o su auténtica especialidad: pollo frito al estilo de su tierra natal, Carolina del Norte. Amaba por igual la cocina sureña de Estados Unidos que la italiana, que conoció a través de Sinatra, la china o la española. Tenía buen diente y se podía permitir comer cuanto quisiera sin observar la línea, igual que beber alcohol en cantidades muchas veces exageradas.
Desgraciadamente no sabemos de ninguna receta concreta que la gran diva hiciera en Madrid, aparte de la tortilla de Baró, pero sí que se conoce una fórmula que ella misma compartió durante sus comienzos como actriz y la de su mejor técnica para hacer un dry martini.
3 tazas de harina
1 cucharadita de sal
3 cucharaditas de impulsor químico (Royal)
3 huevos
3 tazas de leche
1 cucharada de mantequilla
Mezclar la harina, el impulsor y la sal en un bol. Batir los huevos y añadirlos a la leche junto a la cucharada de mantequilla derretida. Añadir los líquidos a los ingredientes secos, batirlo todo junto hasta conseguir una masa sin grumos e ir formando con ella tortitas en una plancha caliente y engrasada. Voltear y hacer por el otro lado cuando cojan color dorado.
8 partes de ginebra
1 parte de vermouth
Echar abundantes hielos en un vaso y revolver con los dedos durante 20 o 30 segundos. Pasar un gajo de limón por el borde de la copa y verter directamente las bebidas en ella.
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