Popular actor de cine, teatro y televisión nacido en Tetuán en 1943, a Miguel Rellán el Covid-19 le dio un buen susto. Habla de todo sin temor alguno. Está de gira con 'Una noche con los clásicos', espectáculos con el que rinde homenaje a ... Adolfo Marsillach. Le divierte decir que puede que tenga cara de idiota. Sabe bien que no lo es. Y se siente querido.
- ¿Recuperado del todo?
- Teniendo en cuenta que estuve a punto de palmarla, estoy divinamente. Por fortuna, muchos hemos sobrevivido [al Covid-19]. Un hermano mío menor falleció. La pandemia ha dejado heridas a muchísimas familias. Yo estuve veintidós días en el hospital y, después, otros veinticuatro aislado en casa.
- ¿Qué recuerda?
- Me encontraba mal, pero como siempre tengo muy buena salud, me dije 'esto es una gripe, mañana se me ha pasado', y cuando me quise dar cuenta estaba rodeado de unos señores vestidos de verde que parecían astronautas. Me desperté en el hospital. Le pregunté a una de las doctoras: 'María, ¿me estoy muriendo? Es que no me he muerto nunca y no lo sé, pero me encuentro fatal, muy mal, muy mal'. No es que me pillara de nuevas el pensar en la muerte, porque hace mucho tiempo ya que sé que me voy a morir, así es que llegué a decirme: 'Pues si es ahora, alguna vez tenía que ser'. Como decía Juan Ramón Jiménez, '¡yo me moriré y los pajarillos seguirán cantando, no pasa nada' [la versión más que libre de la cita es original del propio Rellán]. Aunque, ¡hombre!, prefiero no morirme para dar la lata un rato más! [Ríe].
- ¿Qué va en aumento?
- La nómina de estúpidos está subiendo de una manera exponencial...; veremos a ver lo que aguanta el planeta antes de darnos a todos una patada.
- ¿Qué le dijeron y lo recuerda bien?
- Mi madre me decía algo que, al parecer, había dicho en su día [Winston] Churchill: 'El dinero no cambia a las personas, las descubre'.
Y añade Miguel Rellán algo más con respecto a lo que le decía su madre, que previamente había dicho el político, estadista e historiador inglés, de quien hasta se subastan unas zapatillas y una copa de brandy. «Es», indica, «como cuando escucho decir que alguien se ha vuelto imbécil desde que es famoso. ¿Y no será, más bien, que ya era imbécil antes y ahora, como es famoso, nos hemos dado cuenta?
- ¿Y qué no suele sucederle?
- Yo no me aburro. Escuchando a gente que decía que se aburrió muchísimo durante el confinamiento, me preguntaba: '¿Cómo es posible, con los miles de libros que hay por leer? Si estuviésemos en el siglo XVII, pero ahora, que puedes estar confinado en una habitación con acceso, también, a todo el cine que quieras. Yo podría haber estado aislado no 24 días, sino 24 años.
- ¿Conveniente qué sería?
- Todos pensamos estupideces, todos, pero los sabios se las callan. Estamos en un tiempo en el que la gente suelta sin filtro alguno lo primero que se le ocurre, ¡allá que te va! Ya sabemos, por ejemplo, que las redes sociales son el equivalente a la barra del bar de toda la vida, donde siempre había alguien, con el cuarto gin-tonic ya en el cuerpo, diciendo una estupidez; pero no pasaba de allí. Pero ahora... Al menos, el tipo de la borrachera te podía decir al día siguiente: 'Perdóname, que metí la pata'. Pero es que todos estos... La falta de respeto y de educación en las redes fecales es pavorosa.
- ¿Qué tipo de sociedad tenemos?
- Una sociedad, en general, banal, superficial, consumista, ruidosa, con mucha prisa, muy tonta en general y muy influida por las modas. Una sociedad que tiene terror al silencio, entre otras cosas. Todos los proverbios, que no sé por qué son árabes y no checoslovacos, suelen tener razón. Uno dice: '¡Si no puedes mejorar el silencio, cállate!'. Otra pregunta que creo que nos podemos hacer es: '¿Por qué tenemos tanta prisa?'. Prisa, prisa, prisa...; el otro día, me contaba una amiga que un conocido suyo se había cabreado muchísimo porque su avión procedente de Los Ángeles había llegado a Madrid con veinte minutos de retraso. ¡Pero, vamos a ver, imbécil, que acabas de cruzar el océano Atlántico! A ver, el caso es que en cuanto te descuidas eres uno más de rebaño, a eso también hay que estar atento
- ¿Qué no es posible?
- No se puede vivir solo. Eso de la maravillosa soledad está muy buen como cuento, pero en la realidad no se puede, porque somos seres sociales y necesitamos a los demás. Como necesitamos no perder la esperanza. Es cierto que lo negativo hace mucho ruido: cualquier idiota con dos copas se salta un paso de cebra y mata a un señor o a una señora, y es noticia. Ahora, no lo es que haya, trabajando en silencio un equipo de personas haciendo durante horas una operación de trasplante de órganos. Y yo, mientras que, por ejemplo, haya gente que conozca muy buen su oficio y que lo ejerza muy bien, con entrega y para bien de todos, tendré esperanza.
- ¿Sobre qué no tiene duda?
- Es posible que tenga cara de idiota, pero no lo soy: sé hace mucho tiempo que, como antes le decía, me voy a morir. Es más, tengo 79 tacos y estoy poco más o menos en la edad de irme al otro barrio; nadie va a decir '¡joder, con lo joven que era!'. ¡Si hay que hincar el pico, pues se hinca el pico! Se ha muerto mucha gente y no pasa nada, el mundo sigue, aunque, ¡insisto!, prefiero estar aquí.
«Siguen siéndolo»
- ¿Usted qué llegó a pensar?
- Creo que en algún momento todos pensamos, con la pandemia esta tan horrorosa, que 'esto que estamos viviendo va a hacer cambiar a la gente'. Y no, la gente buena sigue siendo gente buena, y los hijos de perra también siguen siéndolo. Estaba leyendo ahora cosas a propósito de estos sinvergüenzas de las comisiones por la compra de mascarillas, Luis Medina [hijo del duque de Feria y de la modelo de alta costura Naty Abascal] y estos [su socio Alberto Luceño Cerón], que se han llevado 6 millones de euros de comisión. Menos mal que sigue habiendo gente maravillosa al lado de estos malnacidos que con el dolor de los demás se llevan una barbaridad de dinero en comisiones para gastárselos en coches de lujo.
- ¿Qué más no le entra en la cabeza?
- Si hablamos de España, hay tres cosas fundamentales que faltan en este país y que no le importan a nadie. Son, por orden alfabético y con sonido a bóveda: educación, educación y educación. Con todo lo que eso conlleva. Y a parte de ahí, estamos en un momento en el que es evidente que lo que prima en el mundo es la codicia. Primero yo, y ¡sálvese el que pueda! Que hay mucha gente con dificultades para calentarse por no poder pagar el gas, ni la electricidad, eso le da igual a los que se llenan los bolsillos. No puede ser que un tercio de la Humanidad se esté muriendo de hambre y que unos pocos acumulen una riqueza tan descomunal. Ahí tenemos también a este señor [Elon Musk] que ha comprado Twitter por 44.000 millones de dólares, pero ¿cuánto dinero tiene este muchacho? La mente de los seres humanos no la entiendo.
- Y pese a todo...
- Menos mal que la pandemia, aunque ahora estamos con la guerra de Ucrania, que era lo que nos faltaba, nos ha pillado en el lado bueno del mundo, donde hemos nacido y vivimos, porque a pesar de todos los pesares estamos en el lado bueno; ya sabe que los tifones y los tsunamis ocurren en la otra parte, al igual que las hambrunas horribles... Aquí estamos estupendos, con nuestro vinito, nuestra cervecita, y encantados de la vida, vivimos como Dios. Hasta que, de pronto, apareció un virus, algo invisible, y todo se tambaleó. Menuda película de terror: en el hospital yo veía en la televisión la Plaza de San Marcos, los Campos Elíseos... todo vacío. Y mientras el Palacio de Hielo de Madrid convertido en morgue para albergar cadáveres.
«Lo que puedo»
- ¿Usted qué hace?
- En la tumba de Max Aub se lee: «Hice lo que pude». Yo hago lo que puedo.
- ¿Se plantea dejar de trabajar?
- Naturalmente que no me planteo dejar de trabajar, ¿por qué me lo voy a plantear? Cualquier persona medianamente sensata que se dedique a un trabajo creativo no se jubila. ¿Se jubila Vargas Llosa, que ya es Premio Nobel? ¿Se jubila el pintor Antonio López? Lo único que puede retirarte es la salud. ¡Pero si yo tengo que interpretar al Rey Lear todavía!
- Los hay que proponen prohibir 'Lolita', de Nabokov, o 'El guardián entre el centeno', de Salinger, o...
-.... que estamos tontos, que hay una parcela del mundo que se ha vuelto idiota. Eso no tiene el más mínimo sentido. Son tonterías, pero que no dejan de encerrar su peligro. No es una ola de conservadurismo, es una ola de suprema estupidez. Todo el mundo ofendido sin parar de ofender a todo el mundo, todo el mundo ofendiendo sin dejar de meterse en la vida de los demás.
- ¿Políticamente qué?
- Mi abuelo, una persona muy culta que influyó muchísimo en mí, cuando yo era pequeño me decía, 'mira Gary', me llamaba Gary porque era alto y delgado como Gary Cooper, 'cuando escuches en una tertulia a alguien hablando de su ideología, de lo que piensa, de cómo es, escúchale con respeto y, cuando termine la tertulia, síguele y observa lo que hace. Uno es lo que hace, no lo que dice. Me parece que lo que hay que hacer es actuar. Mi abuelo fue quién me descubrió que yo soy una persona de izquierdas. Qué le vamos a hacer [ríe].
- ¿Cómo ha vivido el buen resultado de Marine Le Pen en las presidenciales francesas?
- Una persona sensata, como pretendo serlo yo, pues con miedo, porque la ola, no sé si de conservadurismo o de ultraderechismo en el mundo, desde Trump, Orban, Bolsonaro, y aquí el ascenso de Vox, es como para tenerle miedo. Vamos para atrás, suena a casposo, a gris, a blanco y negro otra vez, a prohibición, a esos militares que dijeron hace no mucho tiempo que había que fusilar a no sé cuántos millones de españoles. Espero que reaccionemos. También es que la izquierda -somos mucho más críticos-, cuando llega el momento, en vez de ir a votar, se abstiene. ¡Vayan ustedes a votar, hombre!
Las mismas guerras
- ¿Qué tal su experiencia con 'Una noche con los clásicos'?
- De maravilla. ¿Por qué se hace Shakespeare? ¿ Por qué haces 'Ricardo III' o 'Macbeth'? Porque estás hablando de ahora, porque el ser humano sigue siendo el mismo. ¿En qué se diferencia la guerra de Ucrania de la del Peloponeso? Ahora con tanques y antes a caballo. El ser humano sigue siendo igual de maravilloso y de gilipollas. ¡Si está ya todo dicho en 'La Iliada' y en 'La Odisea'. Homero lo contó todo y Shakespeare lo remató. Y en cuanto a nuestros clásicos, ¡qué maravilla, qué belleza, qué inteligencia! Ahora bien, todos los grandes hablan de cuatro cosas fundamentales de verdad: el amor, la muerte, el poder, el sexo, y lo que deriva de todo eso: los celos, la traición, la lealtad... Los americanos, que son muy pragmáticos, dicen que todo se reduce a dos cosas: alguien que busca algo o alguien que huye de algo. Tenía pendiente haber trabajado en el teatro con don Adolfo Marsillach, y ahora, gracias a su hija Blanca [juntos en escena], tengo la oportunidad de rendirle homenaje e incluso, tecnología mediante, recitamos juntos algunos poemas. Poemas bellísimos de Lope de Vega, de Calderón, de Sor Juana Inés de la Cruz...
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