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Las ratas de cineclub en los años 60 envidiaban a Jean-Luc Godard por muchas razones. El talento más libre de la Nouvelle Vague hacía avanzar un poquito más el lenguaje cinematográfico a cada nueva película. Para colmo, se hacía rodear de actrices-musa tan ... bellas y resueltas como Anna Karina. El director la descubrió en el verano de 1959 en un anuncio de jabón Palmolive, cubierta de espuma hasta el cuello. Le envió un telegrama ofreciéndole un pequeño papel. Cuando se presentó en su oficina le advirtió de que tendría que desnudarse delante de la cámara. La recién llegada le dijo que no se pensaba quitar la ropa. «Pero yo la vi en los anuncios de jabón», replicó Godard. «¿Está usted loco? En los anuncios iba vestida y la espuma me cubría. Estaba desnuda solo en su mente». Y se marchó dando un portazo.
Anna Karina, protagonista de algunas de las mejores películas de Godard, musa de la Nouvelle Vague, ha muerto este domingo a los 79 años en un hospital parisino a consecuencia de un cáncer, según ha anunciado su agente. «Era una artista libre, única», ha declarado. Junto a su descubridor rodó títulos míticos como 'Una mujer es una mujer', 'Vivir su vida', 'Banda aparte', 'Alphaville', 'Pierrot el Loco' y 'Made in USA'. También apareció en 'Cléo de 5 a 7' de Agnès Varda. En 2003 vino a Bilbao invitada por Zinebi y el Instituto Francés. Descubrimos a una mujer que no solo conservaba intacta su belleza, sino que había sumado nuevas facetas artísticas a la interpretación: cantaba temas de Serge Gainsbourg con una voz grave y ronca que recordaba a la de Edith Piaf, dirigía largometrajes animada por Godard y escribió cuatro novelas.
Hanne Karin Bayer nació en 1940 en Solbjerg, Dinamarca. Tuvo una infancia desgraciada con una madre que la desatendía y jamás trató a su padre, un capitán de barco que las abandonó antes de que la pequeña cumpliera un año y al que solo vio dos veces en su vida. Pasó por un sinfín de hogares adoptivos con padrastros que la pegaban y se escapaba continuamente en busca de barcos que la llevaran lejos de Copenhague. Dejó los estudios con catorce años, trabajó como ascensorista en unos grandes almacenes y en el verano de 1958 se marchó a París haciendo autostop. Vivió en las calles sin hablar una palabra de francés y cuando estaba al borde de la inanición empezó a trabajar como modelo en publicidad.
En una de aquellas sesiones fotográficas se le acercó una mujer con el pelo cortísimo. Era la legendaria Coco Chanel, que le preguntó por sus sueños de ser actriz. «Llamándote Hanne Karin Bayer no es posible que triunfes», le dijo. Y quedó rebautizada Anna Karina. Todavía era menor de edad y ya tenía como vecino en su apartamento de la Rue Bassano a Marlon Brando. Aprendió francés viendo una película tras otra en los cines hasta que el diálogo cobraba sentido. Tras su primer desencuentro con Godard, le llegó un segundo telegrama: «Mademoiselle, esta vez es para el papel principal».
«Era para hacer de protagonista en una película política ('El soldadito')», recordaba la actriz en Bilbao. «Y no tienes que desnudarte, me dijo. Yo no había cumplido los dieciocho. Nos enamoramos». Karina se casó con Godard en 1961 embarazada de un hijo que perdió. Rompieron en 1972 y vivieron «unas veces en la luna y otras en el infierno». Después vendrían trabajos con Rivette, Fassbinder, Visconti, Cukor… «Aquel espíritu de la Nouvelle Vague es indispensable», reivindicaba la actriz. «Hace poco, Jean-Luc me recordaba cómo rodaba con las colas de celuloide sobrante que le regalaba Claude Chabrol. Ahora los actores exigen de todo en el plató: vestuario, atenciones… Antes nos cambiábamos donde podíamos y éramos felices. Por suerte, hay jóvenes que ruedan con pocos medios y recuperan ese espíritu».
Bernardo Bertolucci reivindicó en 'Soñadores' la presencia icónica de Anna Karina para una generación de cinéfilos con su loca carrera en los pasillos del Louvre rescatada de 'Banda aparte'. Su rostro enmarcado en una melena a lo Louise Brooks simbolizó la modernidad. Anna Karina se casó después con el director Dennys Berry, viudo de otro icono de la Nueva Ola, la actriz Jean Seberg, y se despidió del cine en 2008 dirigiendo y protagonizando 'Victoria'. «Hoy el cine francés está huérfano, pierde a una de sus leyendas», ha escrito en Twitter el ministro de Cultura Franck Riester.
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