Secciones
Servicios
Destacamos
El año para la mayoría ha sido de esos que preferiríamos no haber vivido. Un ejercicio que podría haberse borrado de nuestro calendario y transitar directamente de 2019 a 2021. No es el caso de la cineasta Isabel Coixet (San Adrián de Besós, Barcelona, 1960). ... Es cierto que el coronavirus le ha pasado cerca, aunque explica que algunos mayores de su entorno que se contagiaron pudieron superarlo. «Ves la debilidad junto a casos de gente muy resistente», explica. Lo bueno es que hubo otras noticias en este ejercicio. Por ejemplo, el premio Nacional de Cinematografía, que le fue concedido, en palabras del jurado, por un trabajo de más de tres décadas, que «abre nuevos caminos en el cine español» así como por «su inconformismo, su versatilidad y la proyección internacional de su trabajo». Lo recogió en el festival de Cine de San Sebastián, apenas dos meses antes de la fecha del estreno prevista para 'Nieva en Benidorm', que luego retrasó porque muchos cines cerraron a cuenta de la pandemia y por las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias.
- Suspendió el estreno de 'Nieva en Benidorm' porque quería hacerlo en salas. ¿Teme formar parte de la generación de cineastas que verá desaparecer los cines o que se conviertan en algo reservado a los más exquisitos?
- Sí, lo tengo bastante claro. Podemos alargarlo algo, porque queda gente que quiere seguir viendo el cine en una sala, pero todo se está acelerando con la pandemia. Estos meses de aislamiento nos han acostumbrado a ver las películas en casa, sentados en el sofá con la mantita. Y existe otro efecto importante: aún hay miedo de ir a las salas, incluso entre el público más fiel.
- De ahí quizá los estrenos en plataformas.
- Claro, y la gente hará números y pensará que es más barato verla de esa manera porque la película es igual, aunque la experiencia no lo sea.
- A usted no le gusta la velocidad, el consumo voraz de cultura. ¿Vivimos en un mundo en que se consume así y se olvida con la misma rapidez?
- Cuando vemos tantas cosas se nos mezclan los recuerdos. Me gusta mucho el cine pero estoy volviendo a la lectura, que requiere más concentración; que la realizas sin atender a los mensajes de WhatsApp mientras estás en ello, cosa que sí haces con las películas en casa.
- En nuestra sociedad, hablo de la producción cultural de hoy, las personas de más de 50 años no suelen protagonizar historias. En el cine suelen ser los padres o los abuelos. Su cine, en ese sentido, es una rareza.
- Lo es. En las redes sociales está sobre todo gente joven. La vida real, la de la panadera y la compradora, la de las arrugas en la cara, parece como si no existiera para el cine. Y esa es una versión tuneada de la realidad. Es cierto que el cine no tiene por qué ser realista. El cine es fantasía pero salpicada con cosas reales, con arrugas. Y lo curioso es que, cuando éstas aparecen, llaman la atención.
- Otra rareza de sus películas: hay poca acción y muchos diálogos.
- Lo bueno del cine es que puede ser muy variado. No creo que tengamos que hacerlo todo unidimensional. Cada director tiene un camino para contar cosas. Pero sí, es evidente que el mío no va por la acción y el despliegue de efectos especiales. En mis películas, hablan mucho y piensan mucho.
- La soledad y la desubicación están muy presentes en sus trabajos. ¿Son los grandes males de nuestro tiempo?
- El gran problema es que nos falta una brújula para movernos y no sabemos ni dónde está. Lo estoy viendo sobre todo este año, en que no hemos parado de hacernos preguntas. Hay una abundancia de cosas ante las que no sabemos ni cómo situarnos.
- Le sucede a su personaje en Benidorm.
- Es un lugar en el que te sientes muy pequeño. Ves la bahía y es preciosa, pero te vuelves y ves los rascacielos, y te das cuenta de que eres pequeño y vulnerable. Mis protagonistas no entienden las reglas.
- Los estudios llevan toda la vida diciendo que el cine es más grande que la vida y resulta que usted ha comentado que la vida es mejor.
- El cine es la gran escapatoria, la puerta de la fantasía que nos lleva a otra vida. Estoy a favor de los imposibles, porque pasan.
- ¿La juventud está sobrevalorada?
- La juventud es estupenda; la madurez, algo menos. Lo que está sobrevalorada no es tanto esa juventud como su presencia en cualquier ámbito. Desde hace unos veinte años, lo joven lo impregna todo. Antes no era así.
- ¿Y la belleza? Un informe reciente ponía de relieve que hay demasiadas mujeres bellas en las películas, muchas más que la media.
- La belleza también es estupenda. Otra cosa es que todos los cineastas tenemos ideas diferentes sobre lo que es bello. Cuando hice 'Mi vida sin mí', se decía que Sarah Polley, la protagonista, no era una mujer bella, y a mí sí me lo parecía. Lo que me preocupa es la belleza tuneada, eso de que todas queden con unas caras como si fueran adoradoras de Satán.
- La cirugía, vamos.
- Yo quiero actrices que me digan lo que sienten con su rostro, con los gestos, y eso no está en los arreglos de la cara cuando son demasiado evidentes. Pasa como con los escritores: si se les ve el esfuerzo que cuesta cada párrafo, cada frase, se rompe la magia.
- Usted ha trabajado sobre novelas de autores extranjeros. ¿No le interesa la literatura española para llevarla al cine?
- He hecho tres adaptaciones literarias, tampoco son tantas. Pero quizá eso que me comenta se resuelva pronto... Por lo demás, le aseguro que leo mucha literatura española y latinoamericana.
- ¿Disfruta más escribiendo el guión, imaginando la película, o rodando y convirtiéndola en imágenes?
- El momento de escribir el guión es muy bonito. El rodaje es otra cosa, porque exige culebrear entre el guión y lo que hay. Exige adaptarse a las circunstancias. Tú has escrito que la escena transcurre en un día de sol y vas a rodar y está lloviendo. Hay quien espera a que salga el sol. Yo prefiero adaptarme y hacer que esa escena se desarrolle bajo la lluvia. Adaptarse a las circunstancias también es muy divertido.
- Y de esa forma no se encarece el rodaje.
-Soy consciente de los problemas de cualquier producción. Sé el esfuerzo que supone en todos los sentidos, y si puedo no alargar el rodaje, lo hago.
- Ha trabajado mucho fuera. ¿Nota que en otros países se aprecia más a la gente del cine, a los artistas en su conjunto?
- En general, no. Donde notas un mayor respeto, sobre todo por el cine, es en Francia. Allí apoyan mucho a sus artistas, su chauvinismo es impresionante. En otros lugares como Reino Unido o Estados Unidos no hay tanta diferencia. Tampoco somos tan importantes, aunque a veces lo creamos.
- Pero suscitan pasiones. La gente se agolpa en los festivales y los estrenos para ver a los artistas. No pasa con los poetas o los pintores.
- Porque resultamos vistosos. A mí aún me sorprende cuando voy a Berlín que me pidan que les firme fotos; es algo que no entiendo muy bien, aunque por supuesto atiendo esas peticiones. Me parece casi folclórico ver a los actores en la calle y cómo les gritan...
- En España se juzga a los artistas tanto o más por su ideología que por su trabajo. ¿Es un signo de inmadurez?
- No solo sucede aquí... Me parece que tenemos mucho tiempo libre. Debemos relajarnos. Me da mucha pereza tener que estar todo el tiempo explicando lo que he dicho o he querido decir en una entrevista o un artículo, así que con frecuencia no contesto cuando me critican por algo.
- ¿Le duelen las críticas a su trabajo que están movidas por sus posturas políticas?
- Me entra una tristeza rara cuando las leo. Pero sé en qué mundo vivo y me quedo con la gente que ve la película y le ha gustado. Esa debería ser la norma.
- Siempre ha dicho que ha sido muy libre a la hora de trabajar. ¿Qué precio ha pagado por ello? Porque siempre hay un precio.
- La libertad es un objetivo. Cuanto más libre eres, haces cosas más interesantes. Pero no me he parado a pensar en el precio, lo digo de verdad. Hay quien se niega a ver mis películas porque alguna vez he dicho algo que no le ha gustado. Es muy triste que pase, pero no merece la pena entrar a eso. Me da mucha pereza, como decía. Volverán a ver las películas, y si no lo hacen, pues qué le vamos a hacer.
- ¿Le sorprendió cuando le llamaron para decirle que había ganado el Nacional de Cinematografía?
- Sí, porque estaba convencida de que este año no iba a ser. Me pillaron en un pueblo, donde me había ido unos días de vacaciones.
- No me diga que ni siquiera sabía que ese día se concedía el premio.
- No. Otros años me habían comentado días antes que podía ser la ganadora... y luego nada. Esta vez ni siquiera estaba pendiente.
- De joven le gustaba mucho la ciencia ficción. ¿Ha imaginado alguna vez un mundo sin películas?
- No lo he pensado nunca pero es una buena hipótesis para trabajar sobre ella; no es mal punto de partida para una historia. Sería un mundo más triste, sin duda, porque nos perderíamos tantas cosas. Todo sería un poco más mortecino.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La bodega del siglo XIV que elabora vino de 20 años y el primer vermut de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.