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El poeta y escritor Rainer María Rilke (Praga, 1875 -Raroña, 1876)
Literatura

Las otras cartas de Rilke a una joven poeta

Las misivas en clave homo-feminista a Anita Forrer, inéditas hasta ahora en español, son el contrapunto de la obra más conocida del universal poeta austrohúngaro

Martes, 6 de agosto 2024, 17:28

Las 'Cartas a un joven poeta' son un tesoro de la literatura universal y la obra más conocida de Rainer Maria Rilke (1875-1926). Menos conocidas son sus 'Cartas a una joven poeta', enviadas a Anita Forrer (1901-1996) y un contrapunto de las celebérrimas misivas del gran poeta austríaco al joven Franz Kappus. Inéditas en español, las publica el sello Errata Naturae con traducción de Manuel Cuesta Aguirre.

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Rilke recibió en enero 1920 la misiva de una joven suiza de 19 años aspirante a poeta. «Tiene usted un lenguaje que resuena y vive en nuestro interior», le escribió la joven tras asistir a un recital del poeta en San Galo. Los versos de Forrer no agradaron al gran vate del siglo XX, que así se lo hizo saber a la joven remitente. Pero Rilke, ya en la cuarentena, intuyó en la misiva de la joven una personalidad singular y un coraje vital nada comunes.

Comenzó así una correspondencia íntima que duró seis años e interrumpida sólo por la prematura muerte de Rilke, un coloso de la literatura epistolar. Cruzaron casi setenta cartas hasta agosto de 1926, cuatro meses antes de la muerte de Rilke. Alcanzaron por escrito una intimidad que no se confirmó en sus dos encuentros, el primero en Meilen, en octubre de 1923, y el segundo en Bad Ragaz, en agosto de 1926.

Portada del libro. Errata Naturae

Las cartas de Rilke son las del crepuscular poeta de las 'Elegías de Duino' y los 'Sonetos a Orfeo'. Son el contrapunto de las enviadas por Rilke a Franz Xaver Kappus, uno de los epistolarios más apreciados y leídos del siglo XX, en el que se aborda la poesía como oficio sagrado y que se reunió también de forma póstuma.

Transgresión

La excepcional intensidad del intercambio epistolar entre la joven y el maduro escritor parte de un hecho crucial que cambió la vida de Anita. Al poco de empezar a cartearse, la muchacha relata a Rilke la angustia que vive tras cometer «una inmensa transgresión»: un acto de amor apasionado con otra mujer.

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La ultraconservadora familia de la joven descubre su aventura sáfica y la obliga a acudir a un psiquiatra que intentará convencerla de «su bajeza». Rilke, por contra, desautoriza al médico, acepta la «gran transgresión» y defiende ante Anita la naturaleza perfecta de todo amor, incluido el que se deparan las personas del mismo género. «Anita: deponga esa aflicción de un día para otro, ya; nada es más fácil. Pues no hay el menor ápice de culpa o fealdad en esto que usted lleva consigo», escribe a la joven animándola a liberarse de las ataduras y a asumir su destino.

Anita Forrer con 30 años. R.C.

Gracias al respaldo de su nuevo maestro -un Rilke que demuestra una apertura mental y una concepción sagrada de la libertad inusuales para la época-, Anita aceptó su sexualidad y su atracción hacia otras mujeres. Poco después se enamoró hasta el tuétano de Annemarie Schwartzenbach, escritora suiza de culto e icono, aún hoy, del inconformismo y la provocación.

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Tras la temprana muerte de Schwartzenbach, Forrer se convirtió en su albacea testamentaria y literaria. Fue arqueóloga, anticuaria, galerista de arte y fotógrafa –brillante retratista– además de espía. Colaboró con los servicios secretos de Estados Unidos en misiones de riesgo para derrotar al régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

Ya anciana, dejó constancia de lo mucho que Rilke influyó en ella a través de sus cartas como auténtico maestro de vida. «Abrió mi experiencia espiritual de la existencia y otorgó un sentido inédito y definitivo a mi vida» escribió. «Amplió horizontes espirituales insospechados ofreciéndole iluminadoras lecciones sobre el amor y la libertad, el deseo y la creación, la literatura y la filosofía, la lucha por ser una misma y el necesario compromiso con el combate de su tiempo, es decir, otorgándole un nuevo sentido para su vida», coinciden sus editores españoles.

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Forrer murió con 96 años, más libre que cuando tenía 20 y con Rilke guiando todavía sus pasos. El epistolario se conoció muy tarde, con una edición alemana en 1982 y su traducción francesa de 2021.

Irredento escritor de cartas, -más de diez mil en un cómputo que sigue abierto-, Rilke cuidó su correspondencia como su poesía. Otorgó permiso expreso para que se publicara tras su muerte. Su cartas a Lou Andreas-Salomé, Marina Tsvietáieva o Marie von Thurn und Taxis, son obras tan apreciadas como sus libros.

Como lo fue para Forrer, para muchos Rilke es el arquetipo del poeta total. Abandonó bienes, familia y país para entregarse a la poesía con una pasión y radical. De vida errante, recorrió África, Rusia y Europa. Murió de leucemia a los 51 años. «Rosa, oh pura contradicción, alegría / de ser sueño de nadie bajo tantos / párpados» reza su epitafio, escrito por él mismo.

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