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El hombre que entregó a los Reyes Católicos un vasto imperio en América, Cristóbal Colón, era un ser dotado de perspicacia y astucia. Obsesionado por salvar su pellejo ante las mala reputación que se estaba labrando como gobernador de la Española, Colon hizo un esfuerzo para ganarse de nuevo el favor de la Corona. Cuando el almirante pasaba por una mala racha, encomendó a su hijo una tarea. Debía entregarle a la reina Isabel una pepita de oro de medio kilo de peso. Aquel presente, cuya fama crecía al otro lado del océano, tenía por objeto congraciarse con Isabel y lograr que hiciera caso a sus demandas. Con todas sus virtudes, el conquistador también tenía muchos defectos, entre ellos ser un impenitente adulador. Le ordenó a su hijo que le diera el regalo después de comer, cuando sabía que la reina estaba de mejor humor. Así se cuenta en una misiva manuscrita por Colón y fechada el 29 de abril de 1504, carta que se exhibe en la exposición que la Fundación Casa de Alba acaba de inaugurar en el Palacio de Liria de Madrid. En la muestra se reúnen 150 piezas, entre los que destacan los '24 Autógrafos de Cristóbal Colón', que se pueden admirar por primera vez al completo.
Más allá del cartógrafo ilustre, del explorador que viajó por los nuevos confines, del gobernador de las Indias Occidentales, cometido en el que no destacó precisamente por su buena administración, la exposición revela la faceta más íntima del descubridor a través de documentos muy poco conocidos. La muestra 'Cartas de Colón. América en la Casa de Alba', de la que es comisaria Consuelo Varela, incluye decenas de cartas, mapas, cuadros y objetos relacionados con el genovés. Otros papeles dan fe de la esfera privada de Cristóbal Colón, como la misiva enviada por el navegante a su hijo Diego en la que se lee: «Tu padre que te ama como así».
Varela, investigadora de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos del CSIC y toda una autoridad en la figura del almirante, apunta que la parte más importante de la exposición son los 24 autógrafos, que comprenden desde cartas personales a documentos enviados a los Reyes Católicos, pasando por recibos o informes sobre sus viajes y los primeros años de gobierno. Algunos papeles están íntegramente redactados por el descubridor, mientras que otros simplemente cuentan con su rúbrica o incorporan notas autógrafas. Así, en el Palacio de Liria se conserva el rol de marineros del primer viaje, que desgrana la nómina de los tripulantes que se enrolaron en 1492; el autógrafo más antiguo que ha llegado hasta nosotros; siete de las once cartas que envió a su amigo fray Gaspar de Gorricio, además del último escrito conservada enviada a su hijo Diego.
La muestra indaga en la presencia que la Casa de Alba mantuvo en el Nuevo Mundo. Y es que la institución participó de forma activa en el gobierno de los virreinatos y estuvo relacionada de forma estrecha con los presidentes del Consejo de Indias. El linaje pronto emparentó con los Colón gracias al matrimonio de Diego, el hijo del descubridor, con la sobrina del duque de Alba, María de Toledo y Rojas. De esa rama nació Catalina Ventura Colón de Portugal en 1690, quien se casó, a su vez, con Jacobo Fitz-James Stuart, II duque de Berwick. De esa forma la familia accedió a un rico patrimonio que había pertenecido al almirante, así como a su archivo documental.
La exposición propone un viaje a través de los cinco bloques que abarca, desde los primeros viajes Cristóbal Colón hasta la organización del IV Centenario del Descubrimiento en 1892. Una de las joyas de la exposición es el Nobiliario de Indias. Se trata de un conjunto documental compuesto por 236 escudos de armas otorgados por los reyes Carlos V, Juana I y Felipe II a conquistadores españoles, nobles indígenas y ciudades. En ellos queda reflejada la unión de dos mundos a través de la heráldica, las complejas alianzas entre españoles e indígenas y las fundaciones de nuevas ciudades. En este sentido, destacan los primeros escudos de armas de villas comoLima, Guadalajara, Santiago de Chile, entre otras muchas. «La Corona española quería equiparar la nobleza indígena con la castellana. De ahí que todos recibieran un escudo muy bellamente iluminado», asegura Álvaro Romero, director cultural de la Fundación Casa de Alba.
La exhibición no elude la caída desgracia de Colón, quien regresó de su tercer viaje engrilletado y acusado de mil y una tropelías en las Indias. Y es que la gestión del almirante en las tierras recién descubiertas fue todo un fiasco. Hacia 1500 comienzan a llegar informes a la Península de cariz alarmante. «Sin duda fue muy mal gobernante», cuenta Varela. «Si en 1498 van por lo menos 1.200 hombres a la isla de La Española, donde era virrey, en 1500 no quedan ni 300 españoles allí», asevera la experta. «Mandan incluso a un juez para que le hagan un juicio. Hay 22 testigos que hablan de la crueldad de su administración», apostilla.
«Aunque en teoría Colón regresa a España como preso, los Reyes Católicos le permitirán hacer un cuarto viaje, el último, puesto que Colón era muy persuasivo. Se dedicó a hacer memoriales de lo mal que le trataban. De los cuatro que tenemos, tres están expuestos», argumenta la comisaria.
Dos piezas tienen un enorme valor histórico: el cuaderno del primer viaje de Colón, que consta de un trazado de la costa norte de La Española, y el primer escudo que le entregan los reyes en 1493. «Es la primera representación que existe de lo que se imaginan que es América. Esta pieza nunca se ha expuesto, solo salió una vez, fue en Chicago en 1892», sostiene Romero.
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