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Entre la calle San Lorenzo y la calle Almirante Bonifaz se encuentran unos jardines que ahora tienen ya un nombre propio, 'jardines Ignacio del Río'. La figura del pintor siempre estará unida a Burgos, esa ciudad que tanto reflejó en su obra, esa ciudad ... a la que dio color, a la que aportó una personalidad única, alegre, aferrada a la vida. Esa ciudad en la que falleció en 2015 a los 79 años.
Allí se ha descubierto este sábado una placa y un busto que la escultora burgalesa Raquel Condado realizó en 2006 en cerámica y que posteriormente se pasó a bronce. Un busto que fue un reto y, como todo lo que tocaba Ignacio del Río, una fiesta por esos momentos que pasaron la escultora y el pintor en el taller de Condado.
En esas calles céntricas de Burgos, cerca de las tabernas y bares que frecuentaba Ignacio del Río, se encuentra el busto y los jardines que llevan su nombre. Porque como ha manifestado uno de sus hijos en nombre de toda la familia: «nos vemos en los bares, con una copa de vino en la mano, como le hubiera gustado a Ignacio».
Allí se le recuerda ahora físicamente, porque para recordar a quien ya no está no hace falta la materia, solo la memoria. Pero su familia se ha mostrado agradecida por este reconocimiento que, esperan y confían, sera «el primer paso en el reconocimiento de su valía». Confían en que en el futuro se puedan ver sus obras «en una sala institucional, algo que pondría en valor la cultura burgalesa y a la ciudad».
Como dijo de su pintura el escritor Bernardo Cuesta: «No pisa los caminos trillados nunca ni en la vida ni en el arte sagrado de la pintura para la que vive sin vivir en sí, y una obra suya se distingue a la legua por su colorido impactante y eléctrico, la pasión de las líneas torturadas en su propia danza y la prodigiosa composición entre el delirio y el follón impresionista. Castilla es su inspiración de siempre y mañana también».
Ignacio del Río luchó titánicamente toda su vida para hacer lo que le gustaba, que era vivir. Así lo ha asegurado hoy su hijo: «se lo tuvo que ganar a pulso. Él me lo decía: joder, con lo que hay que bregar en esta vida. Se refería a un trabajo constante e inteligente». Logró una pintura que mereció admiración y respeto, pero también sabía que la vida y los amigos, el humor y la alegría merecían una dedicación y un cuidado. Y así se lo prestó.
El busto
La escultora burgalesa Raquel Condado es la artista autora del busto. Reconocía en el descubrimiento de la obra que el homenaje lo sentía ella, el honor también. En su momento fue un reto realizar un busto de un artista que tantos retratos magníficos pintó, pero también se convirtió en una fiesta.
Condado reconoce que tiene muy buenos recuerdos de cuando Ignacio del Río subía al taller a posar. «Cuando estuvo el busto terminado me dijo que le dejara un pincel, que se iba a dar un toque. Ignacio me animó a seguir en este mundo artístico», reconoce la artista.
Ignacio del Río contribuyó a generar un Burgos colorido, artístico. Ahora Burgos le reconoce uniéndose ciudad y artista para siempre. Como ya lo estaban desde el mismo momento en el que el talento del pintor lo llenó todo.
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