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Sillas, mesas, lámparas, tumbonas… A menudo pueden pasar desapercibidas, como todas aquellas creaciones en las que la funcionalidad es un factor clave. De tanto usarlas, a uno se le escapa que está ante verdaderas obras de arte. Cien años lleva desarrollándolas Point, la ... compañía que el próximo 3 de julio recibirá el Premio Nacional de Diseño de manos de los Reyes.
Ubicada en Marina Alta, una comarca situada al norte de Alicante, al frente de esta empresa centenaria está la tercera generación de la familia Pons. «Estamos contentísimos con el premio. Es un agradecimiento a cien años de historia y da tranquilidad porque eso quiere decir que hemos hecho las cosas medianamente bien», afirma Vicente Pons, director comercial de la empresa. Dice Pons que la clave en este exitoso recorrido ha estado en la generosidad de todos los integrantes de esta empresa familiar. «Para cumplir cien años tienes que ser generoso porque cuando tu estás abajo, el otro está arriba, y cuando uno tiene la depresión, el otro te empuja y ese es un poco el secreto de Point: unión, esfuerzo y trabajo», resume.
Fue su abuelo, José Pons Pedro, el emprendedor. «Mi abuelo se fue a Argentina con la crisis de principios de siglo, a buscarse la vida porque aquí no había para comer», relata. Allí aprendió un oficio, el diseño y el tejido de mimbre. A su regreso a Gata de Gorgos, en Alicante, fundó un taller mobiliario en 1920. «Pasó de confeccionar sillitas o cestería, a producir muebles para cafeterías en París o balnearios, pasando de lo artesanal a un concepto más industrial», reflexiona. No en vano, formó y empleó a sus vecinos para dar a luz una empresa que pronto se especializaría en la fabricación de sillas, muebles decorativos y objetos para el hogar.
Con cien años de historia a sus espaldas, la compañía no ha sido ajena a las crisis, pero sí ha logrado capear cada temporal con «imaginación y ganas». En los cincuenta, los Pons lo vieron claro: del mercado nacional había que pasar a la exportación, una tendencia que acabaron cristalizando en los años setenta, con un centro de fabricación en Filadelfia. «Teníamos deslocalizada parte de la producción -cuenta-. Mandábamos las piezas desmontadas desde aquí y allí quince personas los montaban». Ahora, Point cuenta con oficinas en Miami, Los Ángeles, y una showroom en Nueva Yor.
Precisamente, en los años cincuenta la compañía introduce otro elemento. «Cambiamos el mimbre por el ratán natural, que era una fibra con más cuerpo y más vida», comenta el director comercial. Y es que los de Marina Alta siempre han sido pioneros. «Fuimos de las primeras empresas europeas que incorporamos nuevos procesos industriales al ratán y fuimos la primera empresa española que lacó y tiñó la fibra para que tuviera más colores», desgrana.
Otra de las crisis, les llevó a apostar por el diseño. «Desde hace quince años, todas las piezas deben ir firmadas», señala. Diseñadores como Ximo Roca, Mario Ruiz, que se ha incorporado como director creativo de la marca; Christophe Pillet, Nika Zupanc, Gabriel Teixidó, Francesc Rifé, Vicent Martínez, Esther Campos o Joaquín Homs imaginan y crean gran parte del mobiliario de la compañía en torno a las necesidades que esta tiene. «El mestizaje entre el diseñador y la empresa es como un matrimonio: o funciona o no funciona», sentencia Pons. A su juicio la relación entre diseñador y empresa debe ser de «confianza total». «Las piezas para ellos son como un hijo y quieren las trates bien. Nosotros mimamos el producto», sostiene.
Ahora bien, ¿qué pesa más la funcionalidad, la parte estética o la durabilidad? «En realidad», contesta, «deben cumplirse los tres requisitos». «Nosotros trabajamos para cadenas hoteleras como Marriot, Four Seasons, Ritz, Carlton… E incluso hemos equipado cruceros, así que tienen que ser piezas de alta resistencia, sin olvidar que tienen que ser piezas confortables. Si bien, a veces se producen cosas porque son muy chulas o innovadoras», apunta Pons.
Innovar fue precisamente lo que hicieron cuando en los noventa desarrollaron el Shintotex, una suerte de ratán sintético, una nueva fibra reciclable, de alta resistencia y flexibilidad, con la que desarrollan gran parte de la producción actual. «Es prácticamente eterna. Tenemos piezas en terrazas de hace 25 años y están perfectas», explica quien ahora está incorporando materiales como el acero y el aluminio a las nuevas producciones. Y mientras tanto modelos de piezas de las primeras décadas, se siguen fabricando, como el emblemático sillón Emmanuelle.
«Nuestro principal reto es el relevo generacional», asume Pons. Un relevo que ya ha comenzado con la cuarta generación ya trabajando en la empresa.
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