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Entrar en una librería y no encontrar un libro ilustrado se ha convertido, en los últimos años, en una misión prácticamente imposible. También en la librería Cervantes y Compañía, en Madrid, donde este miércoles la plataforma 'Artgoritmo', dedicada a la divulgación y la venta ... de reproducciones de obras de pintores e ilustradores ha organizado una mesa redonda con tres ilustradores de renombre, Fernando Vicente, Ana Juan y Ricardo Cavolo, para reflexionar sobre el 'boom' que atraviesa este arte en la actualidad.
Lo ilustrado está de moda, atrae, llama la atención y, sobre todo, vende. Por ello, muchas empresas están apostando por este arte que, hasta hace poco, era «la hermana pobre de otras artes», como lo ha descrito Fernando Vicente, conocido por la elegancia de sus ilustraciones, que han transitado por la publicidad, la pintura, la moda y la literatura.
«El auge que ha tenido la ilustración en los últimos tiempos es innegable y, por un lado, ha sido positivo. Ahora hay más espacios en los que la ilustración tiene cabida y, por lo tanto, más trabajo, pero también me preocupa y da un poco de miedo, porque todo lo que sube baja de golpe, como pasó con la fiebre del cómic», ha dicho el artista. Además, ve otra limitación. «Hace dos años, los álbums ilustrados para adultos no existían y ahora todos quieren hacerlos, pero hay un problema: que no se venden», ha aseverado.
Esta época de esplendor ha hecho que proliferen las escuelas de dibujo y, como consecuencia, que se genere una «ola» de personas que quieren convertirse en «ilustradores estrella», como lo llama Cavolo, que con sus obras ha cubierto murales, prendas de ropa, vallas publicitarias, o la piel de sus propios seguidores en forma de tatuajes en un gran número de países. «El problema de esta fascinación es que la gente se dedique a algo que no es realmente lo que quiere hacer. Por eso creo que esta ola de la ilustración va a decepcionar a muchas personas», ha expresado. En su opinión, «buscar la fama te hace perder la perspectiva, lo importante es tener algo que contar».
Redes sociales como Instagram han sido, es gran parte, las responsables de popularizar este arte. Una herramienta que la ilustradora Ana Juan considera «útil pero mal utilizada», especialmente porque «no deja margen para la reflexión». «Hay un consumo masivo de imágenes, pero no reflexivo», ha advertido la ilustradora, pionera de esta disciplina en España y cuyas han llegado incluso a la portada de la prestigiosa revista 'The New Yorker'. «Se está haciendo 'fast food' con la ilustración», ha añadido ernando Vicente.
Estas plataformas también han facilitado la comunicación directa entre artistas y fans. Un diálogo que, a veces, estos tres ilustradores preferirían ahorrarse. «Es maravilloso cuando alguien te escribe para decirte que le gusta tu trabajo, pero para mí son una ventana para mostrar mi trabajo más que un medio de comunicación», afirma Cavolo. Además, Vicente añade que estas interacciones, en ocasiones, «pueden volverse dañinas», porque «la gente es muy valiente al expresar su opinión sin filtros cuando no tiene que dar la cara».
En cuanto al papel de la mujer en todo este panorama, los tres coinciden en que una mayor visibilidad era necesaria porque durante muchos años el trabajo de ellas ha quedado relegado a un segundo plano. Juan ha reconocido en sus inicios estaba que «casi sola» y que su apellido le ha ayudado durante su carrera, al llevar a pensar a mucha gente que quien había detrás de sus dibujos era un hombre. Aún así, Vicente destaca que la fiebre del 'me too' en ocasiones se lleva al extremo. «Me han llegado a llamar a última hora para decirme que un encargo no salía adelante porque preferían que lo hiciese una mujer», ha contado.
Los autores han abordado también la salud económica del sector y, en especial, de los propios dibujantes. «Vivo del prestigio. Desde que empecé, el trabajo me lo he generado yo. La sociedad no me ha ofrecido grandes oportunidades de trabajo ni tengo solucionada la vida», ha asegurado Juan. Mientras que Cavolo ha destacado los riesgos a los que tienen que hacer frente al aceptar ciertos encargos. «Hice una 'cápsula' para Zara y cuando salió, mucha gente se me echó encima por el tema de los derechos humanos», ha señalado. «Intento que haya un equilibrio en las marcas para las que trabajo, pero también tengo que pagar las facturas y la educación de mi hijo y ¿cuántas personas pueden decir que no han llevado prendas fabricadas en condiciones infrahumanas?», ha agregado.
Otro aspecto en el que están de acuerdo es el distanciamiento que existe entre la ilustración y el sector 'oficial' del arte, empezando por las galerías. Y aunque algunos como Vicente se sienten «huérfanos» al tener una exposición de pintura preparada pero no un espacio donde presentarla, otros, como Cavolo, agradecen que «el formato de galería de hace 20 años haya muerto» porque «lo ideal es alquilar un sitio por tu cuenta durante tres días e ir a piñón fijo: la gente compra en la inauguración y quizás uno o dos días después si le ha gustado algo. El resto no sirve para nada», ha indicado.
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