Adivina la edad de los selfis más famosos del Prado
¿Cuántos años tiene Carlos V en este cuadro? ¿Aparenta Felipe II su edad real en ese otro? Recorremos algunos de los retratos más conocidos del museo para jugar a las edades y saber más de las obras
Nos hemos dado una vuelta por el Museo del Prado deteniéndonos ante algunos de sus retratos más conocidos para ver cómo ha evolucionado la forma en que envejecemos y preguntarnos si la edad real de los personajes responde a la que les echaríamos hoy, con los ojos del siglo XXI. Bajo este interrogante le proponemos un juego para ver si atina con la edad exacta de los protagonistas de nueve cuadros que hemos seleccionado con ayuda de Celia Guilarte, conservadora de museos y trabajadora del Prado, quien aporta unas interesantes pinceladas que nos ayudan a comprender la obra y a contextualizarla en la época histórica en que se pintó. Celia, que lleva el arte en el apellido, nos recuerda que todos los retratos tienen su intencionalidad, que ninguno es casual ni neutral; así que bajo esta premisa echamos a andar.
¿Cómo jugar?
Desliza y adivina la edad de los protagonistas
Autorretrato de Durero 1498
Aquí tenía... 0 años
Durero (1471-1528) tiene 26 años y no especula con la edad en su ‘selfi’ porque su intención es la de elevar su estatus de artesano a artista y que el retratado, o sea, él mismo, transmita dignidad y porte, subrayando no solo su destreza con el pincel, sino también su vena intelectual. Bajo el alféizar de la ventana se puede leer «Lo pinté según mi figura» y hace constar su edad, un apunte que convierte este lienzo en una de las pocas obras que aporta esa información, o como lo ilustra Celia Guilarte, «la edad forma parte del propio autorretrato».
Autorretrato de Tiziano 1562
Aquí tenía... 0 años
Tiziano (hacia 1490-1576) se retrata más mayor de lo que era. Con 72 años, ya es un anciano para la época (siglo XVI), pero quiere parecer aún más viejo para que le asocien a la generación anterior, la de Giorgione, y no a la siguiente, la de Tintoretto. Giorgione, el gran revolucionario de la pintura veneciana, era doce o trece años mayor que Tiziano y le antecedía en generación. Tiziano muere a los 86 años, mucho después de autorretratarse y superando con creces la esperanza de vida en aquellos tiempos: 60 años para los artistas (que en general gozan de una calidad de vida muy superior a la del resto de los mortales), tal como recoge ‘The artist grows old’, de Philip Sohn, un curioso estudio de la edad media de los pintores al morir a lo largo de los siglos.
María Tudor, de Antonio Moro 1554
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María Tudor (1516-1558) posa para Antonio Moro el mismo año en que contrae matrimonio con Felipe II. Tiene ya 38 años y muere con 42. La obra pertenece a la escuela germánica, más ‘realista’, que la italiana, la otra gran corriente de la época, que tiende a ‘edulcorar’ la severidad. Celia Guilarte ve aquí un retrato «claramente» codificado en el que interesa expresar la actitud de la soberana de Inglaterra por encima del físico. «No interesa mostrarla bella porque lo que tiene que primar es su aire mayestático y un gesto duro». De Bloody Mary, como la llamaban popularmente los ingleses por la cruel represión contra los protestantes en su intento de restaurar el catolicismo, se dice que no era muy agraciada, pero que amó mucho a Felipe II, su joven marido de 26 años, y a quien no pudo dar un hijo, el heredero de dos grandes tronos, lo que podría haber cambiado la historia de Europa y de España.
Carlos V en la batalla de Mühlberg, de Tiziano 1548
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Este cuadro tiene su paralelismo con el de María Tudor. Volvemos al retrato mayestático. Carlos V (1500-1558) se hace pintar como un César romano, pero Tiziano dulcifica su rostro ‘encogiéndole’ la mandíbula. Carlos V sufría de prognatismo, una deformación del mentón tan prominente que le impedía masticar con normalidad y le acomplejaba. «Su mentón debía ser una cosa tremenda, sufría un prognatismo mandibular severo», recuerda Guilarte. De todos los artistas que inmortalizaron al emperador, Tiziano es el primero que le rebaja la mandíbula y dulcifica la fisonomía del emperador. Carlos V tiene ahí 48 años, pero no se trata de adularle quitándole años (la edad no se consideraba algo negativo, sino que estaba asociada al liderazgo y la experiencia) sino disimulando una parte de su aspecto físico.
Felipe II, de Sofonisba Anguissola 1565
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Felipe II (1527-1598) nos puede parecer más mayor en este retrato cortesano en el que la gran Sofonisba se recrea en su pose y el vestuario. «Felipe II controla mucho su imagen», detalla Celia Guilarte, quien cuenta una anécdota relacionada con este asunto. En 1593, el rey ordena interceptar un lote de tres retratos con destino a Francia porque uno de ellos le mostraba avejentado. «Le parecía que se le representaba demasiado mayor y como no le gustaba, esa pintura nunca llegó a salir de España».
Felipe IV, anciano, de Velázquez 1653
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A Felipe IV (1605-1665), nieto de Felipe II, tampoco le gusta verse envejecido, pero este retrato en el que ‘solo’ tiene 48 años, lleva por título, ‘Felipe IV, anciano’, porque ya lo es: el rey está envejecido y se le nota el ‘peso’ sobre sus espaldas de un imperio en decadencia. El último de los Felipes de la Casa de Austria conserva el semblante mayestático, y aún transmite el poder de un imperio desgastado por las guerras, pero en el que sigue sin ponerse el Sol. Celia Guilarte ha desempolvado una carta que evidencia lo poco que le gustaba a Felipe IV verse avejentado. «No te he mandado mi retrato», le dice el rey a un corresponsal, «porque hace nueve años que no se ha hecho ninguno y no me inclino a pasar por la flema de Velázquez (dicen que el artista sevillano pintaba muy despacio) como por no verme envejeciendo». Dicho eso, Velázquez pinta al monarca muy sobrio, con un austero traje negro y sin el aparataje del toisón, los guantes, las sillas… y demás símbolos de poder de la monarquía hispana.
Carlos III, niño, en su gabinete, de Jean Ranc 1724
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Este retrato de niño de Carlos III (1716-1788) es otro mundo en comparación a los cuadros de los Austrias. El cuarto de los Borbones, retratado por el francés Jean Ranc en 1724, tiene solo ocho años. «Partimos de la retratística francesa, ya no es la italiana ni la germánica, y en este caso se retrata al hijo de Felipe V en su paso de la niñez a la adolescencia. Ya no es un niño, es un príncipe y está mostrado como príncipe, pero no es un retrato severo ni mayestático, ni responde al típico retrato de la corte. Es amable, infantil e incluso diría que afectuoso, y hace justicia a la edad que tiene», señala Guilarte.
María Josefa de Borbón y Sajonia, infanta de España, de Goya 1800
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María Josefa de Borbón y Sajonia (1744-1801) es retratada en este boceto de Goya como preparación al gran cuadro de ‘La familia de Carlos IV’, en el que la hermana mayor del rey aparece al fondo a la izquierda, fácilmente distinguible por su famoso lunar postizo en la sien, un ‘complemento’ que por aquellos años ya estaba absolutamente pasado de moda. María Josefa parece casi una anciana pese a que sólo contaba 56 años. Aparenta una mujer mucho más mayor, chapada a la antigua, una infanta que, por ser la hermana mayor del rey, tenía también que aparentarlo.
Fernando VII con manto real, de Goya 1815
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De Goya siempre se destaca su capacidad para captar la psicología de los personajes que pinta, y en este caso a Fernando VII (1784-1833) lo retrata como si conociera lo más profundo de su alma, como si supiera los secretos más íntimos de sus pensamientos. Goya atrapa aquí la mirada taimada del monarca, que pasó de ser ‘El Deseado’ al ‘Rey felón’. Se trata de un retrato pintado del natural y es una fiel fotografía del absolutismo. La edad del rey, apenas 31 años, es lo de menos. Importa el vestuario (que lo hace parecer mayor), el porte, la pose, el color… y la introspección del personaje que la maestría de Goya saca a relucir.
Y aquí concluimos este recorrido por las 'Edades del Prado', en el que con ayuda de la conservadora Celia Guilarte hemos comprobado a través del arte cómo las edades de hace doscientos o cuatrocientos años poco tienen que ver con las de ahora. Qué diría un hombre de 48 años si le llamaran «anciano» como a Felipe IV en su retrato, o quién ve a una mujer en sus cincuenta observando a María Josefa de Borbón. El juego de la vida sigue su curso y tal vez dentro de otros dos o tres siglos alguien proponga volver a jugar a las edades.
Créditos
Las imágenes de los cuadros han sido cedidas por el Museo Nacional del Prado.
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