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Apenas salía de casa. Se pasaba la vida en su cuarto, rodeado de su ordenador y sus «dispositivos». Desde esa pantalla, gestionaba -así lo cree la policía- una red de sicarios menores de edad a los que enviaba a cualquier lugar del mundo para cumplir los encargos que recibía.
Los investigadores tenían en el radar a un delincuente afincado en Alicante con aparentes conexiones con el crimen organizado. Pero, para su sorpresa, no era él la persona que estaba al otro lado de la pantalla, sino su hijo, un adolescente de tan sólo 14 años.
La operación partió de otro menor, en este caso de 17 años, al que la policía detectó en Benalmádena en mayo. Los agentes descubrieron que había aterrizado en la Costa del Sol procedente de Suecia y que a la semana de llegar se tiñó el pelo y cambió su aspecto físico.
Policías de paisano siguieron discretamente sus movimientos y descubrieron que se había hecho de un patinete eléctrico que utilizaba para moverse por la localidad, aunque en los días previos a su detención se centró en una urbanización en concreto. Parecía estar estudiando las calles y las posibles vías de escape.
La investigación, desarrollada a tres bandas entre el Greco-Costa del Sol, la Udyco central y la Udyco-Costa del Sol, revelaría más tarde que su objetivo era un miembro de una banda motera sueca por cuya cabeza alguien había pagado -o prometido- una suma de dinero.
No le encontraron armas al arrestarlo. Los agentes creen que la red que lo reclutó tenía pendiente enviarle el subfusil con el que llevar a cabo la ejecución, que la huida la iba a realizar en el patinete eléctrico que se le intervino y que los planes se vieron frustrados al precipitarse la operación policial, a la que se le dio el nombre de 'Carrusel-Tívoli', probablemente por el cariz infantil que empezaba a tomar el asunto.
Tirando de ese cabo llegaron hasta la nuez de la red, una familia residente en San Juan (Alicante) que presuntamente dirigía una 'oficina de cobro' o un sicariato con la particularidad de que estaba plenamente integrado por menores de edad a los que habrían reclutado a través de un canal de Telegram en Suecia y en Dinamarca.
Los investigadores creen que el padre de familia, un hombre de nacionalidad sueca, aunque nacido en Europa del Este, habría sido quien creó una red clientelar entre las diferentes organizaciones criminales con las que mantendría contactos.
Cuando recibían un encargo, supuestamente se dedicaba a organizar junto a su mujer y a su hijo toda la operativa para centrar al objetivo y facilitarle la información -básicamente, una foto y la ubicación- a un menor reclutado para que llevase a cabo el ajuste de cuentas usando armas o artefactos explosivos. El precio, según fuentes de la investigación, oscilaba entre 20.000 y 50.000 euros.
La operación pasó a coordinarse a través de Europol y Eurojust. Cuando los policías españoles contactaron con sus homólogos nórdicos, confirmaron que la organización presuntamente empleó incluso a críos de 13 años a los que se les iban cayendo las armas al suelo mientras trataban de cometer los crímenes que les habían encargado.
En paralelo a los arrestos del matrimonio y de su hijo en Alicante, los investigadores detuvieron en Dinamarca a otros dos menores de edad, también de origen nórdico, que se habían desplazado hasta ese país supuestamente con la intención de cometer otro asesinato. A estos adolescentes se les intervinieron dos armas de fuego.
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