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El 4 de diciembre del año 2004 cayó en sábado y era, para muchos, el inicio del puente de la Constitución. Mercedes Cañadas y su marido viajaron a Marbella con su único hijo, José Manuel, de 7 años. Les acompañaban sus cuñados, el suegro de ella y una pareja de amigos, todos procedentes de Sevilla. En total, siete adultos y seis niños. En las vacaciones de verano solía alojarse en otro hotel de la ciudad, pero esta vez eligieron el H10 Andalucía Plaza, un cuatro estrellas que tenía piscina climatizada para los niños. Llegaron cansados del viaje y decidieron almorzar en el restaurante del complejo.
Mercedes cambió un billete de 10 euros y lo repartió entre los niños. Luego subió a su habitación en busca de una pastilla. Su suegro tenía jaqueca. Eran las 17.30 -sólo llevaban cinco horas en Marbella- y el grupo tomaba café en los bajos del hotel. Los críos jugaban entre los soportales. Mercedes bajaba con la pastilla en la mano cuando escuchó las detonaciones. Pensó que los niños habían comprado petardos con las monedas que les había dado. Luego empezó a preguntarse dónde podrían haberlos conseguido y le asaltó un pálpito.
Mercedes recuerda la desbandada y se ve a sí misma corriendo a contracorriente. La gente huía hacia el interior del hotel y ella, justo al revés. «Tita, nos han disparado», le dijo su sobrina, a la que se encontró mientras avanzaba hacia la calle. «¿Y el primo? ¿Dónde está el primo?», le preguntó ella. «No lo sé», respondió la pequeña, que no resultó herida de milagro, aunque una bala le rozó un muslo.
En los soportales, cada uno reaccionó de un modo distinto a la ráfaga de disparos. Al parecer, José Manuel pensó que eran cohetes y corrió hasta la calle. Su tía trató de impedírselo, pero fue alcanzada por las balas y quedó malherida. La amiga con la que viajaban se escondió con sus dos hijas detrás de un macetero que recibió 28 balazos y que les sirvió de escudo. Las tres resultaron ilesas.
El pequeño José Manuel murió en el acto abatido por unos proyectiles que iban dirigidos a la peluquería Cosmo, situada en la planta baja del hotel, donde se cortaba el pelo Alex B., conocido como 'El Chacal', a quien la policía consideró desde el principio el verdadero objetivo de las balas. SUR publicó entonces que era un confidente, pero en el sumario del caso no hay rastro de ello, aunque tampoco de las actividades que pudieran haberlo convertido en blanco de un ajuste de cuentas. Nada se supo ni se ha vuelto a saber de él.
Al escuchar la primera ráfaga, Alex B. se tiró al suelo y se quedó acostado boca abajo hasta que cesó el infierno. Salió ileso, no así su guardaespaldas, que recibió varios impactos. La lluvia de disparos -Científica contabilizó 78 proyectiles- alcanzó también a Cósimo Pizzi, el peluquero, un hombre de 36 años que mantenía una relación de amistad con Alex B., a quien había conocido en París y que, según el sumario, le prestó el dinero para abrir su negocio en los bajos del Andalucía Plaza.
Cósimo, al igual que José Manuel, murió en el acto. La tía del pequeño, que entonces tenía 28 años, ingresó en estado crítico en la UCI del Hospital Costa del Sol con metralla hasta en los pulmones y tuvo que someterse a 18 operaciones para curarse de las múltiples lesiones que le dejaron los disparos, de los que a día de hoy sigue padeciendo las secuelas. Sus dos hijas sufrieron lesiones leves, una por cortes y otra por el roce de una bala. El guardaespaldas (42 años) fue alcanzado en la espalda y en un muslo. También pasó por la UCI. En el hospital estuvo bajo custodia, en calidad de detenido, por tenencia ilícita de armas.
Los autores de los disparos fueron tres hombres que se bajaron de un Audi A-4 tipo ranchera de color gris conducido por un cuarto individuo. Una mujer inglesa que estaba en la peluquería y que fue testigo de lo sucedido -resultó ilesa- declaró a la policía que le pareció que hablaban árabe. Todos llevaban pasamontañas, vestían abrigos de tres cuartos oscuros, al más puro estilo de la mafia, y usaban armas de guerra. Los informes de balística confirmaron después que emplearon AK-47, también conocido como Kalashnikov, el mismo modelo de fusil de asalto que ahora siembra el pánico en barrios de ciudades como las Tres Mil (Sevilla), el Torrejón (Huelva) o La Palmilla (Málaga). Sólo que a Marbella llegó hace más de 20 años.
Los asesinatos de la peluquería Cosmos marcaron un antes y un después en el crimen organizado en la Costa del Sol. En una sociedad acostumbrada a despertarse cada cierto tiempo con la noticia de un asesinato entre bandas, las muertes de un peluquero y de un niño de 7 años en un ajuste de cuentas al que eran ajenos evidenciaron que ya nadie estaba a salvo. Que la actividad de las mafias podía salpicar a cualquiera.
El Gobierno reaccionó a los crímenes creando los Greco (Grupo de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado), una unidad de élite que venía a complementar -el encaje entre ambas no estuvo exento de críticas- a las Udycos (las unidades contra la Droga y el Crimen Organizado). Fue precisamente el equipo de Marbella el que se hizo cargo de la investigación de los asesinatos.
La policía sostiene en sus atestados que los autores demostraron «poca profesionalidad» y que dispararon de forma «indiscriminada y sanguinaria» porque temían la reacción de Alex B. y pretendían, de este modo, asegurarse la «eliminación del objetivo», aunque para ello «cayesen personas inocentes». Profesionales o no, nada se ha sabido de los autores.
Los agentes recelaron de un joven inglés que entró esa tarde en la peluquería para pedir cita y que, cuando esperaba su turno para cortarse el pelo, salió a tomar un café. Una de las hipótesis es que él marcó al objetivo dentro del establecimiento, ya que los disparos se produjeron sólo unos minutos después, aunque esta línea de investigación no prosperó y el cliente ni siquiera pudo ser identificado.
Intentaron localizar a un amigo de Alex B., también británico, que se dedicaba a la compraventa de coches de lujo y que desapareció misteriosamente tras los crímenes. En el sumario se explica que antes de marcharse habría perpetrado una estafa de medio millón de euros con la que, aparentemente, financió su huida. Se desconoce su relación con los hechos.
En 2005, un preso de la cárcel de Alhaurín de la Torre pidió entrevistarse personalmente con algún investigador y le contó que había escuchado que Alex B. había tenido «problemas» con una banda inglesa y que ésta le encargó el ajuste de cuentas a un grupo árabe, sin que estas afirmaciones pudieran ser acreditadas por los inspectores del caso.
Los investigadores pincharon varios teléfonos, entre ellos el del propio guardaespaldas, que en sus conversaciones dejaba claro que sabía que la policía tenía intervenidas sus comunicaciones. Siguieron distintas líneas de trabajo, todas infructuosas, y tras dos años de secreto en las actuaciones enviaron al juzgado un informe que enterró el caso.
En ese documento, los agentes de la Uydco aseguraron haber centrado sus sospechas en un coronel bosnio que, tras participar en la Guerra de los Balcanes, lideraba una organización paramilitar, los 'Lobos grises'. También siguieron la pista de los 'pied noirs' (literalmente, en francés, pies negros), que es como se conoce en la jerga policial a integrantes de grupos organizados de nacionalidad francesa y de origen argelino. Pero sin éxito.
Aquel informe supuso el levantamiento del secreto del sumario y, probablemente, el fin de la investigación. Aunque se reabrió en 2008 e incluso se realizaron varias intervenciones telefónicas que desvelaron un secuestro del que la policía no tenía conocimiento, el caso volvería a archivarse un año después al no descubrir nuevas pistas sobre los asesinatos.
Mercedes trabajaba como perito agrónomo en unos almacenes de Brenes (Sevilla). La familia vivía en San José de la Rinconada. No han vuelto a ser padres, aunque continúan juntos. Tras el asesinato de su hijo, Mercedes comenzó a estudiar la carrera de Psicología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y se sacó el título en tres años. Después hizo un máster dedicado al duelo y trauma, hasta convertirse en una de las pocas psicólogas con esta especialidad en la comunidad. Ahora se dedica a ayudar a otras familias a afrontar experiencias como la que ha vivido ella.
La familia, que gastó «millones de pesetas» en abogados para tratar de impulsar la investigación judicial del caso, no ha percibido indemnización alguna. Este 4 de diciembre se cumplió la efeméride más dolorosa para ellos. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) confirmó a este diario que los asesinatos del pequeño José Manuel Contreras y Cósimo Pizzi quedarán impunes al haberse alcanzado el límite máximo de la prescripción de los delitos, que es de 20 años, y no habrá castigo para los responsables de sus muertes.
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