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«Control», «especial brutalidad» y una escena «preparada»: el doble crimen que conmocionó a Valladolid
Crónica negra

«Control», «especial brutalidad» y una escena «preparada»: el doble crimen que conmocionó a Valladolid

David Maroto se enfrenta a una pena de prisión permanente revisable por acabar con la vida de su pareja y la hija de esta en una aciaga noche de invierno de hace dos años

Jueves, 5 de diciembre 2024

23 de enero de 2023. Valladolid amaneció esa jornada de invierno con los trágicos asesinatos de Paloma Pinedo y de su hija de 8 años, India López. El número 66 del Paseo de Zorrilla, en el corazón de la capital, se convertía en un hervidero de policías, bomberos y sanitarios para esclarecer una escena del crimen que desde el primer momento apuntó a la que era entonces la pareja de Paloma, David Maroto. Casi dos años después de los hechos, este 11 de diciembre, se sentará en el banquillo de la Audiencia Provincial para ser juzgado por un doble asesinato.

Concentración en la Plaza Mayor de Valladolid condenando el asesinato de Paloma e India, escena del crimen en el Paseo de Zorrilla 66 y el acusado David Maroto. Rodrigo Jiménez, Carlos Espeso, NC.
Imagen principal - Concentración en la Plaza Mayor de Valladolid condenando el asesinato de Paloma e India, escena del crimen en el Paseo de Zorrilla 66 y el acusado David Maroto.
Imagen secundaria 1 - Concentración en la Plaza Mayor de Valladolid condenando el asesinato de Paloma e India, escena del crimen en el Paseo de Zorrilla 66 y el acusado David Maroto.
Imagen secundaria 2 - Concentración en la Plaza Mayor de Valladolid condenando el asesinato de Paloma e India, escena del crimen en el Paseo de Zorrilla 66 y el acusado David Maroto.

La relación entre Paloma y David la iniciaron en la primavera de 2022. Los dos habían estado casados con otras personas con anterioridad y cada uno tenía un hijo fruto de sus relaciones pasadas. Con el paso de las semanas, el ahora acusado se fue a vivir a la casa del Paseo de Zorrilla, donde cohabitaron, sospechoso y víctimas, hasta el fatal día. Fue aproximadamente medio año de convivencia en el que hubo tiempo para «reflejar una voluntad controladora de David sobre Paloma». «No la permitía relacionarse con otros hombres ni utilizar un vehículo de gran cilindrada (Audi R-8)».

En la mañana anterior al crimen, David Maroto se fue a buscar a su hijo para poner rumbo a Medina del Campo. Allí, el menor tenía que jugar un partido de fútbol, si bien Paloma optó por no acompañarles, lo que produjo malestar al acusado. Paloma se quedó con su hija en casa y esa jornada, domingo, fueron hasta la vivienda hermana y sobrinas de la víctima.

La tarde del domingo se fue empañando con el paso de las horas. Por un lado, David Maroto llamó a Paloma para decirle que esa noche no iba a dormir a casa. Se quedaba supuestamente en un hotel para que su hijo no durmiera solo. Se produjo una nueva conversación, cuyo contenido se desconoce, si bien una hermana de David Maroto se puso en contacto esa misma tarde con Paloma para recalcar que su hermano estaba muy molesto con ella por no ir esa mañana hasta Medina del Campo.

Cruce de llamadas que chocaron con la realidad. Porque David Maroto, transportista de profesión, fue a dejar a su hijo con su madre y puso rumbo hasta La Cistérniga. Eran las 19:30 horas del 22 de enero de 2023. Allí tomó una cerveza y junto con el propietario del local y un amigo se trasladaron hasta el barrio vallisoletano de La Rondilla. Dejó su Mercedes en La Cistérniga, por lo que se fue sin llaves de casa. En La Rondilla se tomaron tres copas. Todas ellas antes de la medianoche.

Por su parte, Paloma e India no salieron a la calle durante esa tarde. Incluso la madre aprovechó para mantener varias conversaciones por aplicaciones de mensajería, lo que produjo cierto asombro en amigos de Paloma dado «el control» de David sobre Paloma para hablar con otros hombres. Aun así, esa noche Paloma llamó en varias ocasiones a David, y como no obtuvo respuesta, acostó a su hija y se fue a dormir.

Pero el acusado ni se quedó a dormir en un hotel ni permaneció con sus amigos. Aunque no tenía las llaves del domicilio (las tenía en el coche), David Maroto se encaminó hasta el número 66 del Paseo de Zorrilla. Así lo acredita una cámara de una sucursal bancaria de la zona. Habían pasado seis minutos del 23 de enero y ya se encontraba en la zona. Hasta las 00:15 horas, bombardeó a llamadas a Paloma, pero el teléfono se encontraba apagado. Su pareja, al igual que su hija, ya estaban durmiendo.

Durante casi una hora, Maroto permaneció en el portal y pasadas las 1:00 horas volvió a llamar al mismo número en otras dos ocasiones. Finalmente cambió de objetivo y optó por llamar al teléfono del trabajo. A la primera fue respondido y Paloma le abrió la puerta para, como todas las noches, volver a echar el doble cerrojo.

Maniobra de sofocación

El sospechoso y las dos víctimas ya estaban en la que a la postre sería la escena del crimen. Se desconoce cuándo se iniciaron los ataques mortales, si bien se estima que fue prácticamente nada más entrar en el domicilio. Derribó a Paloma y, acorralada contra una pared de la cocina, la empezó a apuñalar con tres cuchillos de la propia cocina. Incluso colocó su mano en la boca de la víctima como una posible maniobra de sofocación o para que los gritos no se escucharan (ningún vecino oyó nada esa noche).

Durante la brutal agresión, por la cercanía con la cocina, India se despertó y presenció los hechos. Fue hasta la habitación de su madre y cogió el móvil del trabajo (el mismo al que había llamado Maroto minutos antes). Conocía el funcionamiento porque alguna vez había jugado con él, además de que ya había aprendido que en cualquier caso de urgencia había que marcar el 112.

Y lo hizo, pero esa llamada solo duró siete segundos, tiempo en el que se presupone que Maroto se percató de las intenciones de la niña para arrebatarle el teléfono y colgar. En esos siete segundos nada se escuchó, tan solo voces de fondo y pulsaciones involuntarias sobre el teclado compatibles con el momento que David Maroto quitó el teléfono a India para iniciar el ataque mortal con los mismos cuchillos con los que supuestamente había matado a la madre.

Tras acabar con la vida de madre e hija de forma brutal, David Maroto empezó a arrojar por la ventana a un patio interior el teléfono de trabajo de Paloma, además de supuestamente dos bolsas con cocaína. Incluso se prendió un puro que no llegó a terminar.

Fue sobre las 2:00 horas cuando inició una serie de llamadas para ponerse en contacto con sus hermanas. Las altas horas de la madrugada propició que inicialmente nadie le cogiera el teléfono hasta que una de ellas descolgó. Fue una conversación de más de una hora y en la que ante la gravedad de lo que relataba, Maroto terminó hablando con su cuñado.

Precisamente fue la pareja de su hermana la que dio el aviso al 112. Trasladó la información que tenía sin saber dónde había sucedido el doble crimen.

Se activaron todas las emergencias y se inició la búsqueda de propiedades de los dos. Se visitó una vivienda en la que no residía nadie hasta que finalmente los agentes dieron con la madre de Paloma. Les dijo dónde residían su hija y su nieta: el número 66 del Paseo de Zorrilla.

Dos horas para entrar en la vivienda

Por las inmediaciones del bloque se empezó a buscar el Mercedes de David, pero lo había dejado en La Cistérniga, así que todos los esfuerzos se centraron en poder acceder a una vivienda que contaba con dos cerrojos. Finalmente, los Bomberos, después de dos horas, pudieron abrir una vía por una de las ventanas.

Lo que se encontraron los agentes, además de los dos cuerpos, fue una escena «preparada» por el sospechoso. Durante los intentos de entrar de los agentes, David Maroto se autolesionó con cortes superficiales que no hicieron peligrar su vida y se colocó, con una cazadora como almohada, junto al cuerpo sin vida de Paloma. Además de confesar el crimen a su cuñado, a una pregunta de un agente dijo que sí era consciente de lo que había pasado.

Tres días después de los hechos, fue decretada la entrada en prisión de David Maroto. En el auto se destacaba la «especial brutalidad» de la agresión que sufrieron las víctimas y explicaba que «concurren todos los requisitos exigidos por la legislación vigente para adoptar la medida cautelar de prisión, pues los delitos imputados están penados con penas muy graves, incluso con la posibilidad legal de aplicar la pena de prisión permanente revisable».

El padre de India golpea el furgón en el que viaja Maroto a su paso por los juzgados. Álvaro Muñoz

Y así es Maroto se enfrenta desde el próximo 11 de diciembre a penas de 25 años por el asesinato de Paloma y a la permanente revisable por el de la menor. Por su parte, su propia defensa pide 25 años por dos delitos de homicidio y se agarra a la única declaración que ha efectuado hasta el momento el acusado. Fue el 22 de noviembre de 2023 y ese día dijo, ante el juez de Violencia sobre la Mujer, que la noche del crimen le habían echado algo en las consumiciones. Esa versión, esa misma jornada, fue desmentida por una de las personas que estuvo tomando algo con él en La Rondilla. «Estaba en perfectas condiciones», alegó el conocido.

Durante la instrucción del caso, los forenses también han remarcado que durante la fatídica noche, Maroto no presentaba ninguna patología mental ni que estuviera bajo efectos de alcohol y drogas. «No recuerdo nada» es lo único que ha declarado hasta el momento ante la autoridad judicial.

El acusado culpabilizó del doble crimen a su expareja, con la que estaba divorciándose

La demanda de divorció le llegó a David Maroto pocos días antes de que sucedieran los hechos. Se había separado de la que un día fue su mujer y con quien compartía un hijo. Pero esa noche, en la que Maroto acabó con la vida de Paloma e India, sobre las 1:30 horas y antes de que llamara a su hermana para decir que había matado a Paloma, escribió un texto por WhatsApp a su exmujer para culpabilizar de lo que acababa de hacer.

El mensaje, textualmente, decía: «La culpa es tuya, esta es las consecuencias». «La brutalidad de las agresiones sufridas por madre e hija, ese carácter controlador y celoso que mostraba el acusado, así como el hecho de que envíe un mensaje a su mujer, de la que se está divorciando, culpabilizándola de los hechos, ponen de manifiesto que concurre un sentimiento de dominación y posesión del autor sobre la mujer, como factor determinante de esa decisión de acabar con la vida de Paloma de forma tan despiadada».

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